*Trump Sembró la Semilla y hoy Todavía Cosecha
*En México Están Presente los Problemas Domésticos
*Será Difícil Reordenar Política y Jurídicamente al País
EZEQUIEL GAYTÁN
La polarización social se define como el fenómeno político en el cual la sociedad tiende a manifestarse en extremos opuestos ante ciertas posturas derivadas de las acciones de los partidos políticos, de los gobiernos o de ciertos líderes. Es observable cuando las voces moderadas pierden capacidad de influencia y las posturas se manifiestan en el maniqueísmo de “o estás conmigo o contra mí”. De ahí el proceso de polarización tiende, en ocasiones, a estacionarse y la sociedad a dividirse, acusarse recíprocamente y señalar con amagos, acosos e incluso con actos de violencia las diferencias de sus posturas y, consecuentemente, es un estadio poco alentador para el desarrollo social, político y económico de una nación.
Lo contrario a la polarización social es la unidad nacional que también es un concepto ideológico y ambiguo que en esencia se define como la postura política incluyente, tolerante y plural que reconoce las diversidades culturales. A todos los grupos trata de dar cabida y propone que el pacto social sea el producto del consenso en favor del desarrollo político, económico y social de una nación.
Aunque usted no lo crea, hay políticos en algunos países democráticos que encuentran más ventajas que desventajas en la polarización social al momento de gobernar, ya que las posturas fundamentalistas tienden a tener mayorías y minorías. En otras palabras, una sociedad dividida en la cual la mayoría está con un gobierno radical, éste obtiene ventajas en las votaciones y en el control del poder legislativo.
Lo anterior se pudo observar en los Estados Unidos con la administración Trump hasta que su dogmatismo fue vencido en las elecciones pasadas, pero sembró la semilla de la discordia y algunos de sus frutos aún sobreviven en esa nación. También en México vemos que la actual gestión es proclive a gobernar con la idea de sacar provecho a la fragmentación de la sociedad mexicana. Nos confronta en la medida en que desde las conferencias mañaneras el presidente califica, descalifica, estigmatiza, ataca y defiende a grupos sociales, personas, gremios, sobre todo a los periodistas y los médicos, y acusa sin pruebas arropándose la autoridad moral para hacerlo.
Habrá quien me argumente que el presidente López Obrador ganó la elección democráticamente y por lo mismo tiene todo el derecho del mundo de hacer y deshacer desde la titularidad del poder Ejecutivo tales acciones, ya que es parte de su estrategia de transformación. Pero eso, más del derecho de tratar de monopolizar la verdad, es una peligrosa estrategia. Lo que le critico es, por un lado, el costo social que posteriormente los mexicanos habremos de pagar por la yuxtaposición de los problemas domésticos que está postergando y, por el otro, que ni su gobierno, ni su proyecto son lo suficientemente conceptuales y claros. Es decir, no ha precisado en qué consiste su proyecto más allá de priorizar su atención a los pobres; quienes por cierto ahora son más pobres.
Los problemas domésticos que arriba aludí son, entre otros, la inseguridad pública, el déficit en la calidad educativa, desempleo, estancamiento económico e inflación, desatención sanitaria-asistencial y, tristemente, la polarización social, que tardará muchos años en restaurarse de continuar confrontando a los mexicanos con actitudes extremistas y de resentimientos sociales. La narrativa oficialista sabe que está logrando ventajas políticas con su postura divisionista y por lo mismo continuará polarizando al país. Ya también rompió el principio de equidad democrática en la contienda electoral y el partido del gobierno ya inició su campaña en favor de su candidato o candidata. Aún más, esos nombres ya están en el radar político de la sociedad y, consecuentemente ya se subieron al tren de la polarización social. El trabajo que deberá atender el partido Morena será lo que se conoce en la jerga política como “operación cicatriz”, pero será interna. La sociedad mexicana seguirá confrontándose y los costos políticos y sociales parece que no le importan al gobierno.
El asunto es que la polarización puede desbordar al gobierno y no será tarea fácil reordenar política y jurídicamente al país. Los costos sociales de fracturar a un país en muchas ocasiones han costado sangre y luchas fratricidas. No lo deseo y estoy seguro de que no soy el único. Quienes hoy se favorecen con esa absurda política de conducción política mediante la rivalidad de estamentos sociales están jugando con fuego. Ojalá recapaciten y cambien de estrategia. El ganador será México.