DEL CINE Y LAS LEYES
La Cárcel del Matrimonio
HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO
“El Juicio de Viviane Amsalem” (“Gett: Le procès de Viviane Amsalem”) película dramática francoisraelí, dirigida y escrita por Ronit Elkabetz y Shlomi Elkabetz; con la actuación de Ronit Elkabetz (Viviane Amsalem), Sasson Gabai (Shimon Amsalem), Menashe Noy (Carmel Ben-Tovim), Simon Abkarian (Elijah Amsalem), Rami Danon (rabino Danino), Roberto Pollak (rabino Abraham) y Eli Gornstein (rabino Salomon); antes de su estreno, fue proyectada en la Quincena de los Directores del Festival de Cannes 2014.
Viviane Amsalem, separada desde hace años de Elisha, su marido, quiere conseguir el divorcio para no convertirse en una marginada social, pero en Israel no existe aún el matrimonio civil; según las leyes religiosas, sólo el marido puede conceder el divorcio. Sin embargo, Elisha, se niega a hacerlo. Viviane tendrá que luchar ante el Tribunal Rabínico para lograr lo que ella considera un derecho.
La película narra la historia de un matrimonio problemático que migró de Marruecos a Israel, y la esposa quiere divorciarse, pero no existe ese derecho para las mujeres casadas, por lo que quedan a expensas de que el marido otorgue ese divorcio a través del Get.
QUIERO MI LIBERTAD
La cinta inicia con lo que sería la primera audiencia ante un tribunal religioso integrado por tres rabinos, quien escuchan el reclamo de Viviane, una mujer casada que desea su divorcio, pero a la cita no asiste su esposo Elisha, así que se difiere esa audiencia para oír al marido, quien es el único que puede otorgar el divorcio.
El tema del divorcio en un país regido por una legislación teocrática es notoria y tajantemente injusto con la mujer y su papel en el matrimonio. Sumisión y subordinación al hombre como realidad y condena.
Toda la trama se desarrolla ante el Tribunal Rabínico y en la sala de espera, y cada vez que se lleva a cabo una audiencia, el espectador advierte esa injusticia recalcitrante contra la mujer, cuya libertad tiene un precio y ay de aquellos que apelan a la justicia para encontrar apoyo o restitución.
DE MESES A AÑOS
Viviane lleva ya varios meses separada de Elisha, pues ya no lo quiere, hay una clara incompatibilidad; sin embargo, ante la necedad del marido para otorgar el divorcio, los rabinos, piden pruebas de la necesidad del divorcio.
Pareciera ser que lo tortuoso de los litigios es un común denominador en el mundo, hay angustiosos e inhóspitos laberintos burocráticos, que suman años para poder llegar a un veredicto; Viviane sufre una sutil cárcel de la cual no hay forma de escapar, muchos menos vencer.
Las arcaicas leyes vigentes en Israel y la postura teocrática del tribunal convierten al proceso en un sinsentido obtuso, en una farsa injusta, donde la mujer no tiene derechos sino sólo obligaciones, donde el hombre es dueño y señor del destino de su pareja.
LOS TESTIGOS
Ante la necesidad de pruebas, Viviane ofrece el testimonio de su hermano, quien no obstante el sufrimiento e infelicidad de su hermana, declara que Elisha es un buen hombre, un buen marido y respetoso de la ley mosaica, pero eso no le importa a ella; también declara la cuñada quien coincide en que Viviane tiene derecho a ser libre.
Por el demandado declara un matrimonio que son vecinos desde hace 20 años, el esposo concuerda con la visión de Elisha, cuando termina su testimonio pide quedarse para escuchar lo que declara su mujer, quien es enteramente sumisa al marido, pero se sincera y reconoce que ha visto llorar a Viviane.
Los interrogatorios y contrainterrogatorios son de los más eficaz, y el espectador va sintiendo la certeza de que el tribunal fallará a favor de Viviane, pero los rabinos terminan por señalar que no pueden a la voluntad de Elisha y que tampoco pueden obligarlo a otorgar el divorcio, y lo más que llegan a hacer es a encerrarlo por no haberse presentado ante ellos en varias ocasiones.
Parece increíble concebir que en Israel se den este tipo de injusticias contra la mujer, y sin embargo existen; el divorcio está lejos de ser un derecho absolutamente reconocido.
Toda mujer que desee divorciarse deberá aportar pruebas contundentes de que el matrimonio va a la deriva y éstas deberán ser aprobadas por una autoridad, que a menudo tiende a responsabilizar a la mujer de la debacle matrimonial.
EL GET
En Israel no existe el matrimonio civil y al ser un acto teocrático no se contempla técnicamente el divorcio. Su equivalente (aunque se conozca con el mismo término) para una definitiva separación solamente la puede otorgar el hombre como una gracia y para ello es necesario que la mujer acuda a un tribunal integrado íntegramente por rabinos.
En 1953, el parlamento de Israel promulgó la Ley de Jurisdicción de Tribunales Rabínicos (Matrimonio y Divorcio), que establece: «Los matrimonios y divorcios de judíos se realizarán en Israel de acuerdo con la ley religiosa judía».
Independientemente de si una persona se identifica como ortodoxa, su matrimonio debe pasar por los canales ortodoxos. Si una persona judía quiere casarse legalmente en Israel, su boda debe pasar por el Rabinato, el cuerpo gobernante religioso en el país.
La Halajá (ley judía) permite el divorcio. El documento de divorcio se denomina get. La ceremonia final de divorcio implica que el marido entregue el documento get en mano de la esposa o de su agente, pero la esposa puede demandar ante un tribunal rabínico para iniciar el divorcio.
La ley estatal, que sigue la ley judía, dicta que un divorcio entre judíos será legal cuando el esposo proporcione a la mujer un «get», documento judío que finaliza el divorcio.
Algunos esposos, sin embargo, se niegan a dar el poder, obligando a las mujeres a permanecer legalmente en matrimonios en los que ya no quieren estar. En hebreo, hay una palabra que se refiere a las mujeres atrapadas en esta situación: agunot, que se traduce literalmente como «encadenadas», personas que no pueden obtener beneficios muy comunes para otros como son descuentos en el impuesto a la propiedad.
La cinta narra la historia: una mujer que debe sufrir cuanta humillación pueda imaginarse para obtener nada menos que su libertad, pero esa es la historia de miles de mujeres en Israel.
Pero ¿en México serán diferentes las cosas?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…