Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Despachaba como gobernador de Guanajuato. Estaba en su tercer año. Y decidió que era el tiempo de arrebatar la candidatura del PAN a la presidencia de la República.
Corrían los tiempos del gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, un presidente emergente y que de política poco sabía y sí mucho de globalifóbicos.
Rompiendo la regla no escrita de que los precandidatos debían esperar al inicio del 5 año del presidente en turno para soltarse el pelo y buscar las nominaciones de sus partidos, Vicente Fox Quesada se adelantó. Nadie daba un céntimo por su candidatura. S ele tomó como una broma aparecer en televisión abierta y en radio, anunciando su intención. En ese entonces no existía la limitación legal y todo mundo podía comprar tiempos en radio y televisión, además de espacios en los diarios y revistas.
Algún consejero del mandatario guanajuatense, le sugirió iniciar la precampaña 3 años antes. Y ni tardo ni perezoso, el alto vacío arrancó por la libre y dejó la autopista para los otros.
Por el PRD estaba cantada la nominación, por tercera ocasión, de Cuauhtémoc Cárdenas. Por el PRI había dudas que finalmente se disiparon cuando Francisco Labastida Ochoa fue nominado. Salía como en los viejos tiempos: de la Secretaría de Gobernación.
La historia es ampliamente conocida y se escribió en la historia del siglo XXI: Fox arrebata la Presidencia de la República al PRI… lo sacó a patadas de Los Pinos… Zedillo, el primero en reconocer la victoria… se adelantó al IFE…
Zedillo sabía que si ganaba Labastida sería un reconocimiento a su gobierno. No lo reconocieron los ciudadanos. Sin embargo, tenía el as bajo la manga y en la chistera: pasar a la historia como el demócrata que admitió el triunfo del opositor.
Para su desgracia, escasos mexicanos le reconocen su “democracia plena” y,20 años después, le reclaman. No por la victoria de Fox sino por la de Andrés Manuel López. Esa, claro, es otra historia.
Siguiendo los pasos del guanajuatense, con la diferencia que el banderazo de arranque lo anunció el presidente de la República cuando apenas cruzaba el tercer año de su mandato, Claudia Sheinbaum quiere colocarse en primer lugar de la pole.
Consciente de que compite con dos hombres que la pueden desplazar, la Jefa de Gobierno ya inició no la precampaña, sino la campaña.
La aparición de bardas pintadas con le leyenda: Para que siga la transformación #ESCLAUDIA, no es una news fake.
En automóviles y redes sociales, se difunden los “logros” de la administración de Sheinbaum. Aumento de salario en 45%, se capacitó a más policías y se ascendió a más de mil mujeres del cuadrante (quién sane que quiera decir esto) y se cierra el mensaje con: con estas acciones se construye la paz.
La foto de la jefa de gobierno, de medio cuerpo y con una blusa roja, adereza el cartel.
Los promocionales salen a luz pública gracias a los usuarios de redes sociales, convertidos en reporteros aspirante al Pulitzer.
Y mientras, los tres mencionados por el Presidente de la República para sucederlo, se reunían en Toluca. La Jefa de Gobierno y los secretarios de Gobernación y Relaciones Exteriores durante lo que se llamó el arranque de Morena para ganar el Estado de México en 2023.
La competencia se entró en el aplausómetro. Los equipos de cada cual suspirante, decían: … mi jefa… mi jefe…
Fruslerías, dirían los clásicos.
La que se adelanta, sin duda, aplica el proverbio: el que madruga… Manuel le ayuda.
¡Así sea!
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