ALFREDO MEJÍA MONTOYA
Los vientos con máscaras de democracia han llegado como vendaval a Palacio Nacional, y en qué momento, a la segunda mitad del cuarto año de gobierno del inquilino, a quién se le nota más nervioso que nunca, cada vez más y a cada día, las matinales disfrazadas de conferencia de prensa además de tediosas, aburridas, inoperantes y tendenciosas, se han convertido en un foro autocrático, donde no hay respuesta tanto para las preguntas sembradas, como para las preguntas de los verdaderos periodistas.
El tono de respuesta es inversamente proporcional al daño que causa cuando responde y no le da vueltas, y López Obrador no solo niega hechos incontrovertibles, sino que al verse descubierto, ataca, miente, ofende, golpea y a últimas fechas manda al ¡carajo! a quien considera sus enemigos u opositores, conservadores, neoliberales, a los cuales no les da una respuesta ni siquiera de humo, lo cual siente que ha sido descubierto en su mañoso plan de mantener a la población sumida en sus respuestas que tienden hacerles creer que de verdad México va por buen camino, y nadie en su sano juicio le cree, aunque sí considera que le creen, y siempre termina diciendo que el pueblo, sus fans serán beneficiados con sus programas sociales. Y pone énfasis en el engaño de que el país va muy bien.
Que las políticas públicas en seguridad, economía, en salud, educación, empleo, inversión en infraestructura de obras sustentables que beneficien a la mayoría de la población, o por algún programa, … que saldrán de pobres, con el solo hecho de que el jefe del cartel del bienestar lo promete, que llevará agua a poblados en extrema sequía, que habrá sistemas de salud equiparable a los que hay en Dinamarca, Noruega o Canadá, promesas que no podrá cumplir por sus erráticas estrategias en cada una de esas políticas.
Si tales promesas no se cumplen, el país como tal, quedará sumido en la más sombría recesión, sin la mínima posibilidad de crecimiento que arrastre y jale a los que menos tienen, les genere empleos y con ello ingresos y por ende consumo.
Su constante promesa de acabar con la corrupción es precisamente su talón de Aquiles, porque cuando alguien que busca un cargo público para reinventar al país y a su población, deberá estar preparado para administrar debidamente los presupuestos de dinero público de los contribuyentes, si no lo está, es una forma de corrupción, aunque sea una corrupción honesta.
Precisamente porque al decir en forma constante desde las matinales que su política es no mentir, no robar, no engañar, y hacerlo es corrupción, y dentro de sus sueños más profundos y olvidados el presidente Andrés Manuel López Obrador ha pretendido hacer creer que en su administración ya no hay corrupción, lo cual no es así.
Cómo puede decir que no hay corrupción, si el engañar es una especie de corrupción entre otras, de que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) fue inaugurado y no está a la fecha terminado; que la Refinería Olmeca (RO) habría de tener un costo de 8,000 mdd y ya su costo anda por los 12,000 mdd; y el Tren Maya (TM) construyéndose sin la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) cuando el Gobierno es el que debe poner el ejemplo en el cumplimiento de la ley, y eso es corrupción, ya que con cual calidad moral pretende exigir el cumplimiento de la ley, si él mismo no la cumple; o el caso de la adquisición del 49% de la Refinería “Deer Park” en Texas, USA, era el único costo, y no, dicha refinería trae en sus estados financieros una deuda y perdida de más de 1,500 mdd, y que en cuanto a su operatividad López Obrador a ocho columnas manifestó que ya se produciría más gasolina para importarla a México, producida con petróleo mexicano, lo cual fue mentir, ya que, sabía que existían contratos previos que deberán cumplirse y uno de ellos es que la Operadora de Shell tiene contratos de hasta 15 años para seguir vendiendo a Deer Park su petróleo para refinación. Todos esos costos que exceden los números preliminares les costarán a varias generaciones el pago de dichos dispendios, y en términos presupuestales es deuda pública, otra forma de mentir, al decir que no ha endeudado al País.
“El no estar capacitado para desempeñar el cargo que ostenta un servidor público, es corrupción.” Vox Pópuli
Solo los pueblos con democracias consolidadas y un inexorable imperio de la ley, pueden provocar un mayor Producto Interno Bruto per cápita y ocupar los primeros lugares en el índice de desarrollo humano, en el concierto internacional de las naciones.
La democracia, sea cual fuera, bien utilizada, da certidumbre y certeza a los inversionistas, ya que al saber que hay contrapesos al poder, consideran que no habrá abusos y corrupción por parte de la autoridad.
El Estado de Derecho, por su parte, ofrece las garantías necesarias para que los negocios puedan prosperar y, en caso de enfrentar alguna irregularidad, los empresarios saben que la ley los va a respaldar, sobre todo si los negocios e inversiones están bajo la tutela de un Tratado de Libre Comercio.
No es difícil arribar a que la inversión privada es el motor de la economía y un buen Gobierno es aquel que la promueve y la incentiva.
En México el Gobierno de López Obrador, lejos de promover y atraer inversiones, se dedica a ahuyentarlas y el mejor ejemplo de ello es lo ocurrido con la industria eléctrica. Basta recordar que el Presidente y el partido oficialista propusieron una reforma energética que tenía como objetivo crear un monopolio de Estado, despreciando e ignorando los contratos privados para la generación de energía eléctrica, incluso aquellos de autoabastecimiento.
Afortunadamente dicha reforma no fue aprobada por la votación unida de la oposición partidista en la Cámara de Diputados, que se puso la camiseta del pueblo, al cual representa dignamente y la reforma no fue aprobada, y que al final tenía como objetivo aparte del monopolio de estado, que la CFE produciría energía más cara y sucia. Sin duda, toda actividad del Estado si no se adecua a las normas, leyes y constitución, su actuación será eminentemente corrupta, aunque sea esta una corrupción honesta como la que el régimen y el partido oficialista practica diariamente.
En consecuencia, los estragos consecuentes de la pandemia, la guerra en Europa del Este, son evidencia clara y objetiva de que el mundo está viviendo un periodo solo comparable a las etapas más desafiantes de la historia mundial, ya que, en semejanza con la Segunda Guerra Mundial trasformó drásticamente las interacciones humanas, hoy sin duda se está generando un proceso de reconfiguración geopolítica, geoeconómica y social, potenciado por un avance de la tecnología, cuyo impacto en cada ámbito de nuestra vida, del gobierno y de los negocios aún estamos descubriendo.
Esta oportunidad circunstancial está generando en los mercados mundiales, la adopción de un nuevo paradigma económico: el capitalismo de partes interesadas o neoliberalismo de facto, el cual, además de contribuir al aumento de la riqueza de los inversionistas, también se preocupa por desarrollar el potencial de las comunidades en las que opera, generando prosperidad y una mayor competitividad en la región. Y para ello, requerimos un gobierno con una democracia consolidada y un irrestricto apego al estado de derecho, que provoque un mayor Producto Interno Bruto per cápita, crecimiento y desarrollo, sin corrupción, aunque esta sea honesta.
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