Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Mañana lunes inicia la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, California, y todo apunta que el sitio reservado a México será ocupado por el secretario de Relaciones Exteriores.
La ausencia del presidente López es un reto más al presidente Biden, quien es el anfitrión de esta Cumbre, reanudada después de haber sido suspendida por la presencia de la pandemia de Covid-19.
El inquilino temporal de Palacio Nacional se “montó en su macho” y no hubo poder que lo bajara del cuadrúpedo.
El desdén a la Cumbre es notorio. Su exigencia de que fueran invitados todos los países fue rechazada por la Casa Blanca y el Departamento de Estado en cuando menos cuatro ocasiones.
Y salvo que de última hora, este domingo, la Casa Blanca haya cedido a las peticiones reiteradas del presidente López, se quedará en México para “supervisar de cerca, a todo color yen persona”, el desarrollo de las elecciones que habrán de celebrarse en 6 estados del país.
Si el “milagro” de cumplir las demandas del mexicano ocurriese, habría necesidad de trasladarlo en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana. Porque viajar a Tijuana y después hacerlo por carretera hasta Los Ángeles no es viable. Hay una norma: el protocolo de seguridad que a todo Jefe de Estado que ingrese a territorio estadounidense para cualquier actividad pública o privada y con conocimiento del Departamento de Estado debe ser custodiado por el servicio secreto.
La distancia entre Tijuana y la Meca del Cine y de los migrantes mexicanos, es de 137 millas y el tiempo estimado en el traslado es de 3 horas y 9 minutos. No se considera el tiempo para llegar al lugar de la reunión que, con el tránsito que existe, puede ser mayor de lo esperado.
Más allá de las minucias, lo que se debe reflexionar es la postura de López.
La soberbia lo traiciona y así no se defiende la soberanía. No la de México. La de aquellos países que decidieron romper con la institucionalidad e imponer sus dictaduras.
Resulta sumamente peligroso que, por defender a Cuba, Venezuela y Nicaragua, las relaciones entre los vecinos se pongan en riesgo. Ignorar que hay mecanismos para generar problemas para México, como la aplicación de aranceles, deportaciones masivas de migrantes ilegales, endurecimiento en la revisión de pasajeros nacionales que viajen a Estados Unidos, entre otras, pueden ser puestos en marcha como una respuesta al desaire.
Marcelo Ebrard no llena el espacio presidencial. Su presencia demeritará el estatus mexicano y por más acercamientos que tenga con los que sí asistirán, incluyendo a los de Argentina, Brasil y Chile, que dejaron entrever su inasistencia, nunca será lo mismo que si el señor López mantuviera los diálogos. Además, ya demostró ser un florero. La injerencia de su jefe en el proceso electoral de Colombia, demuestra que o no le hacen caso o simplemente no lo pelan.
López comente un grave error al no estar presente. Lucha batallas que no son de México, aunque piense que sí.
Montado en su macho, el tabasqueño supone que ganará puntos en la creación del “bloque izquierdista” que se genera en América Latina y que se convertirá en el líder indiscutido que llevará la voz cantante para enfrentarse a Estados Unidos.
Ahora sí debemos aplicar la frase de Nemesio García Naranjo, atribuida a Porfirio Díaz: ¡Pobre México: tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!
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