No se Preparó Para ser Presidente
*El ABC de Cómo ser Jefe de Estado
*Hoy, Errare Humanum est”, se Ignora
*La Búsqueda del Reflector y el Aplauso
EZEQUIEL GAYTÁN
No es lo mismo preparase para ser presidente de la República que preparase para tener el poder. En otras palabras, hay una gran diferencia entre un perfil y otro. El primero exige actualización permanente en sus estudios. Saber de Derecho constitucional y administrativo, de ciencia política y de administración pública, ampliar conocimientos en áreas el conocimiento como derechos humanos, economía y finanzas públicas, políticas públicas, transparencia y rendición de cuentas, en relaciones internacionales, globalización y nuevos bloques geoestratégicos, el significado de los movimientos sociales tales como el feminismo, ecologismo y de redes sociales, por decir lo menos. Para ser presidente se requiere conformar un equipo de tenga afinidades político-ideológicas, capacidades y habilidades directivas, sensatez en la toma de decisiones y conocimientos demostrados de sus diversas áreas de especialidad. De suerte que pueda conformar cuadros para que ocupen secretarías, subsecretarías, oficialías mayores, algunas direcciones generales y lo mismo para las principales entidades paraestatales. Debe prever quienes serán senadores y diputados, así como los líderes de las cámaras y quienes serán los aspirantes a candidatos en los diversos estados de la República. Además de un cuerpo de asesores y escritores que lo apoyen en los discursos y mensajes. También debe ser educado, amable con la sintaxis, conducirse de forma políticamente correcta, cuidadoso con la investidura presidencial y promover la unidad nacional en lo esencial. Asimismo, debe estar preparado mentalmente para recibir, escuchar y atender críticas. Tener la suficiente humildad con el propósito de atenderlas y, en su caso, saber qué, cómo y cuándo responder a las mismas, ya sea de propia voz o por interpósita persona. Dicha preparación requiere cuidar que la vanidad no sople a su oído, que el uso del poder no se convierta en abuso, que alguien que le recuerde que toda gloria es pasajera y que “errare humanum est” por lo que debe ser capaz de aceptar sus errores, aprender de ellos, tratar de evitar que ser repitan y no culpar al pasado u otras circunstancias nacionales e internacionales. Para ser presidente de la República se requiere conocer historia nacional y universal, ser prudente, equilibrado, con inteligencia política, cierta malicia, vocación, pasión y emoción por lo que se hace, instinto y buen juicio, honestidad, patriotismo, capacidad de conciliación de intereses, saber trabajar en equipo, dialogar con los sectores privado y social, los representantes de los empresarios, los sindicatos, las iglesias, los medios de comunicación, los líderes de partidos políticos, así como dar cabida al entendimiento de las diversas formas de analizar, lo cual implica que conciba al pluralismo y sepa del valor y los límites de la tolerancia. Ha de ser incluyente y de espíritu democrático. Por supuesto, amar al país y sobre todo visión de Estado. Por decir lo menos.
En cambio, preparase para tener el poder requiere ambición, exiguos escrúpulos, obcecación por alcanzarlo, fascinación por los reflectores, el aplauso fácil, escalar y trepar por donde sea y como sea. Mentir, engañar, acusar sin pruebas, auto victimarse, ignorar las leyes o, en su caso, darles la vuelta. Hacer alianzas, de ser posible, con todos los grupos legales e ilegales y, en su caso, romper los pactos o mantenerlos. El deseo de tener poder puede ser, a la vieja usanza de que el fin justifica los medios, porque los propósitos podrían ser nobles. Empero, tanto desaseo termina por manchar lo que pudo ser una benevolente causa.
Lo interesante del caso es que los dos perfiles arriba descritos son modelos puros, por lo que en la realidad llegan a mezclarse en coincidencias. Pero siempre habrá diferencias. Algunos personajes de nuestra historia ambicionaron y llegaron al cargo a como diera lugar, otros se fueron perfilando en la medida de que sus posibilidades los fueron acercando a la Silla del Águila. Fueron presidentes cuyo patriotismo no discuto y no deseo poner en tela de duda sus deseos de justicia social. Lo que argumento es que unos se prepararon más que otros y que algunos escogieron el perfil ideal para ser presidente y otros prefirieron la búsqueda del poder a como diera lugar.
Ocupar la más alta magistratura del país y los requerimientos del puesto va mucho más allá de las exigencias constitucionales. Es un cargo público que la historia va a juzgar y que el electorado evalúa. De ahí, por ejemplo, que, desde Ernesto Zedillo a la fecha, todos los presidentes han observado disminuir el número de diputados de su partido en las elecciones intermedias. Lo cual nos dice que prepararse para ser presidente también incluye saber perder el poder a partir de los últimos tres años de gobierno. Algo que no agrada a la actual administración debido a que el actual primer mandatario pareciera que se preparó para tener el poder, pero no para ser presidente de esta gran nación.