Sobre la Autoayuda

David Marklimo

Marian Donner. Manifiesto en contra de la autoayuda. En defensa de la autodestrucción. Editorial Libros Cúpula, Madrid, 2022. 152 páginas

No es una medida de salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma. Krishnamurti

Cierta vez, un prestigioso editor comentó que la persona que desea vivir de escribir lo que debe hacer es buscarse un buen seudónimo y, ya con él, ponerse a redactar textos de autoayuda. Ken Follet, famoso por Los pilares de la tierra, podría señalar algo semejante, pues su fortuna se debe en buena parte a sus libros de aventuras, la otra categoría que sustenta el mercado editorial.

La autoayuda, entendida, como el mensaje que uno debe repetirse siempre, a todo instante es simple: el éxito y la felicidad son una elección personal, y nosotros nos lo hemos creído. La industria de la autoayuda es una de las más grandes del planeta y no muestra signos de desaceleración: nunca ha habido más libros, charlas TED, clases y podcasts sobre cómo adelgazar, estar más sano y ser más feliz. Paradójicamente, el agotamiento, la depresión y los trastornos psicológicos van en aumento.

El sistema necesita consumidores felices, que siempre quieran un poco más para distinguirse, para mejorar, para tener nuevas experiencias. La industria del consumo va ligada a la industria del éxito personal. Justo ahí, la holandesa Marian Donner, pone el acento, los requerimientos del nuevo capitalismo, que parece descubrir que el mayor negocio es tener a los muchos millones de la clase media obsesionados con la aspiración social, con acceder a la multitud de bienes y servicios que hacen que la gente se vea más feliz, o que se la suponga más feliz. De eso justamente va el libro Manifiesto en contra de la autoayuda, donde se fija especialmente en esos mensajes llenos de voluntarismo aparentemente ingenuo que a fin de cuentas nos vienen a decir que, si no triunfamos, si no nos parecemos triunfadores, es porque no queremos.

En lugar de preguntarnos qué nos pasa, tenemos que preguntarnos qué le pasa al mundo. La industria de la autoayuda es parte de un sistema más amplio de creencias que nos debilita como individuos, al convencernos de que no tenemos otra opción que mantener el ritmo. Detrás del imperativo implacable de amar y cuidar de nosotros mismos, se esconde un acuerdo tácito para ser constantemente productivos y estar siempre en condiciones óptimas para trabajar. Cosa curiosa, la cuestión se traslada, una vez más, de lo colectivo a lo individual, es la victoria absoluta, avasalladora, del liberalismo en su aspecto más salvaje. Laissez faire, laissez passer. La premisa del libro es más o menos esta: la autoayuda siempre te da una perspectiva individual. No cambia tu entorno ni ayuda a otras personas. Pongamos un ejemplo concreto: si tres de tus compañeros de trabajo están estresados, pero tú no, puedes sentirte aliviado e incluso orgulloso de cuánto puedes llegar a soportar. Pero el hecho de que las otras tres personas estén mal, es una señal de que tu entorno de trabajo no es saludable.

Como se ve, el libro desborda claramente la crítica a la autoayuda que anuncia el título. El lenguaje es claro, nítido, por momentos explosivo y muy convincente. Hay una clara voluntad de provocación, de fustigar y agitar el debate más que de exponer razonamientos muy elaborados, y el resultado es una saludable frescura con la que ponernos frente a frente e incordiarnos. El ejercicio, a veces, es similar a abrir los ojos en el agua y emerger a la superficie. Ahora bien, tampoco hay que cerrar los ojos o irse por las ramas. La industria de la autoayuda no es de ninguna manera la causa de estos males, es solo un muy buen ejemplo de una forma de pensar dominante, una ideología, que nos mantiene a raya. ¿Qué hace? pues personaliza lo político.

Nos dice que nuestros problemas son problemas individuales. Como si el problema estuviera en el cerebro, o en la falta de fuerza de voluntad, o en la perseverancia o la positividad. Pero mientras tanto, vivimos en un mundo donde la gente sigue trabajando cada vez más duro -como muestran las estadísticas- hacemos más en menos tiempo, los precios de la vivienda siguen aumentando, la inseguridad crece, la desigualdad crece, las redes de seguridad están desapareciendo, el tejido social se está disolviendo … Al sociólogo Wiesław Lukaszjesk le preguntaron si era verdad que la gente podía cambiar. Respondió que no es así como funciona el tejido social ni la personalidad. Para cambiar, primero debe cambiar tu entorno. El campo psicológico en el que te desenvuelves. El campo de donde provienen las presiones y los hábitos que seguimos automáticamente. Entonces, para cambiarte a ti mismo primero debes cambiar el mundo. 

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