SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
La semana pasada, la Organización Internacional de la Marina Mercante dedicó el día 18 de mayo a las mujeres que trabajan en el sector, en este sentido la Secretaría de Marina de México y su dirección de Marina Mercante organizaron un evento para celebrar a las mujeres que han alcanzado posiciones clave en dicha actividad. Se firmó un acuerdo entre dicha dependencia y la Cámara de Transporte Marítimo para facilitar la integración de las y los jóvenes recién egresados de las Escuelas Náuticas Mercantes con sedes en Veracruz, Tampico y Mazatlán, amén de conformar una mesa de especialistas que versaron sobre la actividad y los tratados comerciales como base para el indispensable transporte de materias primas y productos manufacturados, una puntual descripción sobre el empoderamiento femenino adentro del sector, sobre la importancia de actualizar los planes de estudio y las dificultades que enfrentan los egresados de los planteles náuticos entre otros muchos temas. Lo sucedido en el evento de la SEMAR y como historiador, me ha motivado a reflexionar sobre los antecedentes históricos y actualísima importancia del sector marítimo, para un país que quiere ingresar a la modernidad del mundo globalizado.
Como no podía ser de otra forma, desde la llegada de Hernán Cortés en 1519 hasta inicios de los años de 1960, el transporte marítimo fue la forma para comunicarse más allá de nuestro territorio continental. España fue y es un pueblo de gran tradición marina, pero la equivocada política colonial que impuso la centralización de uno o dos puertos por cada virreinato y capitanías generales para hacer el comercio entre Europa, América y Asia, fue un error mayúsculo de dimensiones históricas que entre otras cosas provocó que los americanos, lo mismo de la Nueva España, que del Perú o los isleños de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas entre otros lugares, se enfrentaran a un cúmulo de dificultades burocráticas para constituir UNA MARINA PROPIA Y UN ESPÍRITU MARINO AMERICANO como sí lo desarrollaron los anglo-americanos en los múltiples puertos de su costa Atlántica, que LIBREMENTE comerciaban entre sí como Baltimore y Boston o entre la ciudad de Nueva York y Amberes, Southampton o Hamburgo. La diferencia histórica entre monopolio, libertad comercial y de tránsito resultó en los siglos XIX y XX entre pobreza hispanoamericana y riqueza estadounidense, sin olvidarnos del Canadá. Las cosas pueden cambiar, no es una maldición divina y México ha visto que del tiempo postrevolucionario a la actualidad la marina mexicana creció a pesar de malas administraciones, malas decisiones y componendas cupulares inenarrables en el sector marítimo, como en un tema paralelo fue la que obstaculizó el país completara su red ferrocarrilera y facilitara el dominio del “pulpo camionero” de carga y pasaje.
Vale la pena señalar que en el México del siglo XIX hasta la década de 1950, como había pocos caminos carreteros, estaban en malas condiciones y eran presa del bandolerismo como se llamaba en aquella época, ir a Yucatán desde la Ciudad de México o trasladarse de Huatulco a San Blas o Guaymas se hacía a través del cabotaje en pequeños barcos. Por ejemplo, existían líneas navieras que partían en uno y otro sentido desde Matamoros pasando por Tampico, Tuxpan, Nautla, Veracruz, Alvarado, Puerto México hoy Coatzacoalcos, Frontera, Champotón hasta llegar al yucateco puerto de Progreso. Así en cabotaje salió Benito Juárez de Manzanillo para llegar a Panamá (cuando no había canal) y luego dirigirse a Nueva Orleans; décadas después algunos barcos mexicanos iban desde Mobile y otros puertos en el sur de los Estados Unidos para luego dirigirse a Sudamérica y llegar a la cosmopolita Buenos Aires. En fin, existen muchos ejemplos históricos pero la idea es subrayar que el progreso necesita, aparte de las carreteras y los tractocamiones, fortalecer su flota mercante, modernizar los puertos en toda la república, conectarlos con las principales vías de comunicación y hacer de las poblaciones donde se ubican los puertos de altura y cabotaje, lugares que tengan todos los servicios necesarios para que la gente se quede y prospere. Ello solo puede tener resultado en una combinación de esfuerzos de las autoridades federales y estatales amén del apoyo de las compañías privadas de navegación: es una vía de todos para hacerlo viable.
Finalmente, el tema de la Marina de Guerra. Es una obviedad decir que el país necesita resguardar su mar patrimonial, pero ¿para qué? Se sabe que la industria del crimen organizado se renueva, moderniza y busca soluciones. También es vox populi que el tráfico de personas y drogas por igual se realiza vía marítima, con lanchas rápidas y submarinos que llegan hasta las costas del estado de California. Pero si lo anterior es un problema, lo es igual las múltiples flotas extranjeras que pescan atún, mariscos de todo tipo y muchas veces no respetan las vedas, como tampoco lo hacen pescadores mexicanos: unos porque tienen que alimentar a sus familias y otros tantos porque los obliga el propio crimen del que ya hemos hablado. México requiere modernizar y ampliar su Marina Mercante como la de Guerra, pero quizá, es igualmente importante educar al pueblo mexicano en la cultura del mar, que lo mismo es una profesión como se señaló en el evento de la SEMAR, que el gusto por la comida que proporciona el mar o simplemente saber nadar. Es un tema antiquísimo, pero también una veta que en nuestra república tiene muchas facetas por desarrollar: para estar en algún momento como la cultura marítima que tienen Los Países Bajos, Japón o Chile y Panamá.