Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
El presidente López anda muy generoso.
Nos mandó al carajo por criticar su acuerdo para contratar a 500 médicos, especialistas -no se sabe en qué- cubanos.
Ignoraba que su finca tuviera tanto espacio.
Porque “que se vayan al carajo” es, prácticamente invitarnos a Palenque.
Le agradezco la invitación… pero tengo otras cosas más importantes en la vida que hacerle caso.
Lo dejo claro: no me molesta que me envíe a su finca. De mi parte, está correspondido y espero que encuentre la paz que tanto anhela.
Se le ve desencajado.
Irritado y encabritado.
El tono de su voz es agudo, chillante, cual serpiente que sisea.
O de chango. También chillan.
Una persona que tiene la responsabilidad de conducir los destinos de una NACIÓN, con mayúsculas, está obligado a respetar a sus gobernados.
Parafraseando su pensamiento: manda obedeciendo.
Si eso fuera cierto, escucharía las voces de las mayorías y no de los núcleos a los que ya les lavó el cerebro. Muy bien explicado en Wikipedia_:
“El lavado de cerebro, también conocido como reforma del pensamiento, adoctrinamiento o reeducación, consiste en la aplicación de diversas técnicas de persuasión, sean coercitivas o no, como la concesión selectiva de recompensas. Mediante esta estrategia psicológica, el domante obliga someter sus creencias, conducta, pensamientos y comportamiento a un individuo o sociedad, con el propósito de ejercer sobre ellos reconducciones o controles políticos, morales y cualquier otro tipo”.
Más claro ni el agua purificada de Santa María.
Como diría Eugenio Derbez: Óigame, no. Usted, presidente López, nos debe respeto si quiere que lo respetemos.
No somos como Marcelo Ebrard que le tuitea: amor con amor se paga. Quién sabe que le deba al ahora canciller o él a usted. Además de cursi la frasecita, deja a la imaginación una de las acepciones de Carajo, citados en el diccionario.
Usted ha repetido en infinidad de ocasiones que después de tantos años de lucha y en la que los epítetos en su contra abundaron -abundan, añadiría- ya tiene la piel curtida.
Vaya, cual lagarto, cocodrilo, caimán, aligátor, gavial.
A lo mejor ya alcanzó la “tersura” de la del elefante.
Sin embargo, le penetra el aguijón de la manera más simple. Como si se tratara de la aplicación de una vacuna de Pfizer contra el Covid-19.
La reacción es dolor de cabeza, mirada extraviada, espuma por la boca, hipertensión, distracción, no hilar las palabras ni terminarlas correctamente -usté…compló…etcétera- y, para colmo, se torna generoso y nos invita millones de mexicanos y extranjeros radicados legalmente en el país, a acompañarlo a su finca.
Pues fíjese que no.
No le acepto la invitación. Usted puede ir cuando quiera, que lo hace muy seguido sin informarnos cuánto cuesta el viaje y quién lo paga.
Habrá, claro está, quienes acepten acompañarlo y armar la fiesta en Palenque, allá en casa de Satanás. (La Chingada, pues). Y todos uniformaditos con playera guinda, como la que luce Mario Delgado.
Gracias por la invitación y concédame el privilegio de rechazarla.
Usted disfrute su estancia.
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