Los Caprichos y la Ignorancia: Fórmula Explosiva

A la Vuelta de la Esquina

IVÁN RUIZ FLORES

Y he aquí que los caprichos del máximo político del país, aunque no son ninguna novedad al volver a instalarse en la Silla del Águila han causado severos golpes económicos y sociales a México.

Si no hubiera una ignorancia tan concentrada en un solo ser humano con poder, que en este caso aglutina los tres tipos existentes como categorizaba François de La Rochefoucauld: “no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse”, México no estaría tan mal.

Como si no fuera suficiente, además, estamos como lo ejemplifican los Caprichos de Goya: en un mundo en crisis y cambios. Sí, porque de acuerdo a los expertos esas obras de Francisco de Goya y Lucientes efectivamente revelan la fisura de una estructura anquilosada (en este caso en la mente de ya saben quién). Solamente hay que recordar que, de acuerdo a especialistas, “Los Caprichos” son el símbolo del viejo régimen. 

Embona perfectamente hoy la idea en México por la pretensión enfermiza de retornar al pasado y al antepasado mediante proyectos y políticas

¿Y el futuro? No se mira, no existe.

Hace algunos años (en diciembre de 2009) el Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. (CIDAC) publicó un análisis de Luis Rubio sobre los caprichos. Decía:

 “¿Cuánto le cuestan al país los caprichos? Caprichos hay de muchos tipos y formas, pero el denominador común es el mismo: se realizan acciones, decisiones o gastos que responden al humor del funcionario o político y no a un proceso cuidadoso de planeación y análisis que determine la viabilidad de un proyecto y su compatibilidad con el desarrollo del país. A lo largo de nuestras vidas, todos los mexicanos hemos podido observar ejemplos de funcionarios que toman decisiones precipitadas, viscerales o, simplemente, egoístas, sin el menor cuidado y sin reparar en los costos, tanto materiales como de otra índole. Como ciudadanos, deberíamos tener formas de exigir cuentas también por esos caprichos pues, a final de cuentas, en la medida en que ganan los caprichos, se debilitan las instituciones y los costos los acabamos pagando todos”.

Ni como negarlo. Hoy son claros los elevados costos económicos y sociales que estamos pagando los mexicanos porque hay un ser que se siente superdotado y pretende cumplir sus caprichos sin importar los costos.

En aquel tiempo Rubio dio en el clavo al precisar sobre los gobernantes de México en su análisis:

Los ejemplos son infinitos y mientras más atrás se va uno peor la situación: el presidente apostador que decidió expropiar los bancos (cuyos costos siguen acumulándose) y luego enmendó la constitución por un berrinche; los líderes sindicales que extorsionan al gobierno y le imponen su agenda; los políticos que hacen arreglos privados sin reparar en la erosión institucional que su actuar representa; el gasto, dispendio en realidad, que llevan a cabo nuestros gobernadores todos los días del año. Los ejemplos son vastos y los números enormes. Baste mencionar una cifra: a lo largo del sexenio pasado el país recibió más de cien mil millones de dólares por concepto de exportación de petróleo. Aproximadamente el 40% se fue al gasto del gobierno federal de acuerdo al presupuesto aprobado por el Congreso. El 60% restante se lo gastaron los gobernadores sin ton ni son; muy pocas inversiones, mucho gasto (o expoliación) sin beneficio de largo plazo. Puros caprichos para el beneficio político o personal del dueño del estado.

“Si alguien quiere entender las causas de nuestro pobre desempeño económico no tiene que ir muy lejos para encontrar al menos un enorme botón de muestra. Los caprichos son infinitos. Y su costo inconmensurable. Pero lo peor de todo es que (casi) no hay sanción –legal o social- a quienes deciden y actúan por capricho”.

Los caprichos no se quedaron en el siglo XX. En estos tiempos para nuestro infortunio, son mayores, absurdos y constantes. Los llevan a cabo en los gobiernos (léase Veracruz, Campeche, Oaxaca, Ciudad de México y varios más para quedar bien con el mandamás o por ignorancia), pero sobre todo en lo nacional desde el zócalo.

Esa es nuestra realidad.

¿Los costos a futuro?

¡Enormes!

 

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