Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Con independencia de creencias religiosas, cuales fueren y todas son respetables, debemos darle gracias a Dios por estos días, lamentablemente cuatro, de silencio político.
No leer, escuchar o mirar, los dislates cotidianos surgidos desde el púlpito guinda, es un alivio.
El silencio permite examinar con tranquilidad cómo se encuentra el país y cómo estamos sus habitantes.
Tenemos que reconocer que ambos entes estamos peor que antes. Y no se trata de llevar la contra al que, sorpresivamente, se encuentra feliz, feliz, feliz.
Algunos ejemplos irrefutables: el sistema de salud no cuenta con suficientes medicamentos, médicos, enfermeras, equipos de rayos X, tomógrafos, camas con ventiladores, quirófanos de alta especialidad; la violencia y la inseguridad no se detienen y se admite que feminicidios y secuestros, están al alza junto con la presencia extendida de los criminales y narcotraficantes; la economía no ha crecido en los 3 años de la actual administración ni siquiera el mediocre 2.5 anual de las anteriores; como nunca, los habitantes del país están segmentados en buenos y malos y no es descartable un enfrentamiento de graves consecuencias; la educación cayó escalones y finalmente se acepto de nueva cuenta la evaluación PISA; el campo bajó su producción por falta de fertilizantes -aceptando sin conceder a causa de la invasión rusa a Ucrania-, apoyos a los ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios; la industria encuentra escollos y los inversionistas temen por sus empresas.
Y si bien el silencio permite cancelar, aunque sea por días, las peroratas presidenciales y de los acólitos de la “nueva iglesia”, temas como la inflación y el vandalismo en las grandes ciudades comenzando por la Capital del País, no desaparecen.
Los precios en productos básicos para millones de personas son inalcanzables; los combustibles no frenen su alza y carne, pollo, pan y tortillas, entre otros, superan lo que se lleva en el bolsillo. El aguacate es, en verdad, el oro verde. Está incomparable.
Hay cosas buenas.
Por lo menos para los que habitamos la Ciudad de México encontramos paz. Los congestionamientos de tránsito están en las carreteras, en las zonas playeras y en las coloniales. Los Pueblos Mágicos, que quiso desaparecer el Gobierno al inicio de su gestión, revivieron y con alegría.
También hay cosas malas.
En días de “guardar”, los antros se llenan, los restaurantes elevan sus precios y se saturan; los agentes de tránsito andan a la casa de infractores y los concesionarios de los parquímetros decidieron que hoy viernes se depositen las monedas por el “uso de las calles” so pena de colocar las arañas.
Como solamente nos quedan 72 horas contadas desde este viernes gasta el lunes, aprovechemos el silencio. El 18 de abril volveremos a estar “informados”, porque también somos pueblo, de lo requetebién que vamos a pesar de los adversarios, los periodistas, las feministas y los diputados enemigos del nacionalismo y por consecuencia “traidores a la patria”.
Así que ¡a disfrutar el silencio” aunque lo rompa YSQ.