Y con la Pianista Declarada Patrimonio  Cultural Vivo de la Ciudad de México…

*Sí, con Guadalupe Parrondo, Concertista, de 60 Años de Experiencia

*Sus Manos se Deslizaban Hábilmente en el Teclado; sus Dedos Tienen Memoria

*Y las Maderas Dentro del Piano Saltaban al Ritmo de la Sonata de Ludwig van Beethoven

*Maravilloso, Aunque sus Pulgares Estaban Envueltos en Tela Adhesiva  

SUSANA VEGA LÓPEZ

Un piano de cola larga color negro, una banca y un auditorio casi lleno esperaban a la pianista Guadalupe Parrondo quien entró a las instalaciones del “Blas Galindo” del Centro Nacional para la Cultura y las Artes en punto de las 13:30, luego de que se anunciara la tercera llamada y el señor de la puerta le abriera paso. La puntualidad, ante todo.

Entró como lo hace un toro de lidia en el ruedo, llena de energía, dispuesta a dar todo de sí, a entregarse a su pasión: el piano. Volvió el rostro para ver al público, se sentó y, luego de esperar a que algunas personas se acomodaran en su lugar y cerciorarse de que todo estaba en silencio, comenzó su interpretación.

Vestida de pantalón y saco negro, zapatos color perla y blusa blanca, se bajó el cubrebocas, hizo dos reverencias, se echó su larga cabellera negra grisácea hacia atrás, acomodó sus manos, cerró los ojos, levantó el rostro a manera de concentración o inspiración y dio inicio al homenaje al compositor alemán, Ludwig van Beethoven (1770-1827), con la sonata número 8 en do menor, opus 13, Phatétique, grave allegro di molto con brío, adaggio cantábile. Le siguieron las sonatas Claro de Luna y Apassionata.

Sus manos se deslizaban hábilmente a lo largo del teclado; sus dedos tienen memoria. No necesitó de leer partitura alguna; viajaban a lo largo de todo el teclado, a veces de manera lenta, pausada; otras, rápida y con apuro. Sus movimientos eran precisos; sabía exactamente cuándo imprimir presión suave o fuerte, enérgica; cuándo hacer silencios, cuándo soltar el pedal para apagar el eco.

Las teclas negras y blancas se dejaban tocar por esta mexicana que cuenta con más de 60 años de experiencia. La Secretaría de Cultura de la CDMX la declaró Patrimonio Cultural Vivo de la Ciudad de México.

El piano de cola estaba abierto por lo que la tapa, sostenida por un soporte metálico, dejaba ver su interior: las puntas, los apagadores, el alma de metal con madera que saltaba al ritmo de los dedos de la intérprete reconocida mundialmente.

Se pudo apreciar la forma magistral de interpretar una a una las sonatas. Todos cautivos, atentos, sin atreverse a emitir cualquier sonido que distrajera, que llamara la atención. Las tosecitas que querían salir fueron apagadas disimuladamente. No faltó quien repicara con los zapatos…

El dedo meñique de la mano izquierda; el índice de la derecha y los dos pulgares estaban envueltos en tela adhesiva o microporo sin que ello influyera en su excelente interpretación. ¿Sería que estaba lastimada o tal vez una especie de refuerzo en sus dedos? A saber.

La biografía de Guadalupe Parrondo señala que es hija de padre mexicano y madre peruana y que se graduó con el Premier Prix en la École Normal Superieur de Musique de París en 1968. En 1969 obtuvo, además del tercer lugar en el Concurso Ciudad de Montevideo, el premio especial Albert Lévècque a la mejor interpretación de Bach. En 1970 ganó el primer lugar en el Concurso María Canals de Barcelona. Al año siguiente recibió una presea especial en la Competencia Marguerite Long de París. En 1972 obtuvo el segundo lugar en el Concurso de Ejecución Musical de Ginebra y en 1974 fue ganadora del Concurso Teresa Carreño en Caracas, por citar algunos datos.

Llegó la primera pausa. La concertista agradeció con una reverencia y salió de la sala. Minutos después, nuevamente, le abrieron la puerta y entró sonriente al auditorio. No se aprecia ni una gota de maquillaje, ni una sombra en sus ojos, rímel en las pestañas o rubor en sus mejillas. El cabello suelto otra vez fue echado para atrás, aunque a la hora de su interpretación se le venía hacia adelante cubriendo la mitad de su rostro.

Al auditorio llegó público de todas las edades, no obstante que se encuentra un aviso en la puerta donde señala que se restringe la entrada a menores de ocho años de edad. Algunas jovencitas vestían short de mezclilla a media nalga, sandalias, blusa de tirantes; otras con pantalones de mezclilla y tenis; las personas de la tercera edad, en su mayoría ubicadas en las tres primeras filas, lucían pantalón de vestir. Quedaron en el olvido los trajes elegantes, los vestidos largos, las zapatillas.

Al final, conversamos con algunos turistas de Michoacán y de Guadalajara que aplaudieron que en estos lugares se presenten talentos ¡y de manera gratuita!

 

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