Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Como en los tiempos escolares, cuando el grandulón hijo de un influyente en el plantel recibía su merecido y con lágrimas corriendo sobre sus mejillas le decía al “agresor”: vas a ver con tu mamá y lo que hacía era decirle al papá que un “escuincle me agarró a golpes… por la espalda (mientras la sangre manaba por su nariz) y tienes que hablar con la mamá para que corrija a su hijo”, el presidente de la Republica exalta su no política contra los criminales merced el caso ocurrido en Querétaro en donde una madre entregó a su vástago a la autoridad por haber participado en la reyerta ocurrida el fin de semana pasada en un partido de futbol.
Sintiendo que ese tipo de acciones regresan al “camino del bien” a los malandros, el presidente López señaló que seguirá “acusando” a criminales con sus mamás y abuelos.
Lo afirma con una sonrisa que merece mejor ocasión. Burlón consciente.
Revisar cómo se han expandido las acciones de los criminales durante estos tres años, no es ocioso.
Desde la “visita” a Badiraguato, en donde la mamá de El Chapo -señor Guzmán, le llama- bajó el cristal de la ventanilla de su lujos camioneta para “saludar al presidente”, quien cuestionado por el hecho respondió: “no puedo dejar con la mano extendida a una persona mayor”, el cártel de Sinaloa, conducido por Ovidio Guzmán, a quien después de aprehenderlo fuerzas federales el señor López ordenó liberarlo -un asunto confuso: él estaba en la sierra de Oaxaca y el adaptador del teléfono satelital no funcionaba; de tal suerte, se encontraba incomunicado y el gabinete de seguridad, encabezado por Alfonso Durazo anunció haber tomado la decisión-, los integrantes del grupo criminal se han extendido y emprendido una guerra, así como se escribe, con los enemigos que conforman el CJNG, de El Mencho Oseguera.
Es las batallas que libran por controlar nuevos territorios “agarran parejo” y ejecutan a sus contrincantes y de paso a personas inocentes. Los números de l Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública Federal revelan que en los tres años de gobierno han cometido 114 mil homicidios dolosos, el mayor número resultado de los enfrentamientos y ajusticiamientos entre los “enemigos”.
Públicamente no se sabe si el presidente López acusó ya a los nietos de El Chapo con señora abuela. Lo que sí reconoció es que durante las elecciones -de junio del año pasado- los criminales “se portaron bien”.
Hay que decir que ni las acusaciones ante sus mamás y sus abuelos ni el “ataque de raíz” emprendido para “rescatar a los jóvenes de la delincuencia” han sido efectivas.
Hace dos semanas, la secretaria de Seguridad Pública Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, en una de sus apariciones en las mañaneras para presentar el informe mensual, dio a conocer que muchos delitos bajaron y que las acciones del crimen organizado aumentaron en 71 por ciento.
Inexplicablemente el dato pasó de moche. Se privilegiaron los “otros datos”.
Y presumir como cosa suya, como un triunfo que todo mundo debe reconocer, hace gala de que su no política contra la delincuencia y la violencia sí da resultado y el ejemplo es la madre que entregó a su hijo a las autoridades de Querétaro por haber participado en la riña del futbol.
Uno tiene que preguntarse si el presidente cree que todos los mexicanos somos obtusos, ciegos, iletrados y de paso fanáticos de su proyecto gubernamental.
Es la única explicación que se encuentra ante sus afirmaciones y, sobre todo, en su necedad de seguir con las acusaciones ante sus mamás y abuelos que, hasta ahora, no ha rendido fruto alguno.
¿Cuántas mamás, papás o abuelos entregaron a sus asesinos familiares?
A falta de resultados, los chistoretes que a nadie hacen siquiera sonreír… por el contrario, encanija su frivolidad.
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