*La Transición Presidencial Acompañada del Nuevo Gabinete
*El PRI Cuidaba los Espacios Hasta que Llegó Ernesto Zedillo
*Eran los Sectores los que Destapaban al Candidato Sucesor
*Fox no Pudo Entender los Equilibrios; Calderón, se Adelantó
*Las Fuerzas Armada Actuaron con Lealtad aun en la Derrota
*Enrique Peña Nieto no Quiso Armar una Sucesión Fortalecida
EZEQUIEL GAYTÁN
Dice la voz popular que no existen los vacíos de poder y pone de ejemplo que, si alguien mete la mano en una cubeta llena de agua y la retira, inmediatamente el líquido ocupa el espacio vacío. La metáfora la entiendo, pero así no acontece exactamente en la realidad. De hecho, hay dos variedades de vacíos de poder que poco estudiamos en la sucesión presidencial. La primera se refiere a lo que ocurre después del quinto informe de gobierno, pues dos o tres meses después de ese acto, el partido en el poder anuncia el nombre de su candidato. La segunda alude al día anterior al cambio formal del titular del poder Ejecutivo. Ya que esa transición también es del gabinete y durante algunas horas algunos grupos criminales, políticos o económicos pueden intentar fisuras en el andamiaje institucional y sacar provecho de la coyuntura.
Abro un paréntesis, el presidente López Obrador ya mencionó algunos nombres que podrían ser los pretendientes de su partido a contender por la presidencia de la República, pero sólo dos van con altas posibilidades: Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum y aún queda tiempo para incluir otros nombres, cierro paréntesis.
Cuando en octubre o noviembre del próximo año el partido Morena o el presidente digan el nombre ya se tendrá preparada una estrategia de prevención y contención que se implementará desde la noche anterior. Todo un plan de acción que se desplegará coordinado desde el Palacio Nacional, pues al menos cinco Secretarías de Estado estarán con el semáforo en rojo. La Secretaría de Gobernación, aunque el titular sea “el bueno”, pues las áreas de seguridad nacional deben haber previsto cualquier fisura que abolle el perfil del candidato y la fiesta del “destape”. Además de prever que los movimientos sociales que están activos queden acotados ese día. Cabe mencionar que el movimiento de los gobernadores deberá ser monitoreado, así como las fuerzas vivas. Por su parte, las Secretarías de la Defensa y de Marina tendrán acuarteladas a sus fuerzas en sus respectivas zonas militares y navales. En este rubro es fundamental que las tropas del Cuartel del Cuerpo de Guardias Presidenciales de viaducto La Piedad y calzada de Tlalpan estén atentas. La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, incluida la Guardia Nacional, también concentrarán a sus efectivos y estarán capacitadas a fin de movilizarse a cualquier punto del país. Finalmente, la Secretaría de Hacienda estará atenta a los movimientos financieros en los bancos, casas de inversión y la Casa de Bolsa. No sabrán el nombre, pero sí quedará claro que al día siguiente el presidente López Obrador empezará a perder poder y el candidato o candidata a absorberlo.
LA HISTORIA EN EL CIVILISMO
Y LA HEGEMONÍA DEL PRI
Con el fin de demostrar mi hipótesis, permítaseme un poco de historia. En la época de la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) el mecanismo del destape y la estrategia de cubrir el mayor número de flancos posibles a fin de evitar fracturas internas y vacíos de poder consistía, entre otras tácticas, en que sólo uno de los tres sectores de dicho partido era el responsable de pronunciarse por un candidato o “destaparlo” en la sede de la secretaría de Estado donde despachaba el titular. Recordemos que dichos sectores eran el obrero conformado principalmente por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) y la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) o el campesino con la Central Nacional campesina (CNC) o el popular integrado por la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). Con base en lo anterior se mantenía un equilibrio de cuotas de poder que se personificaba en el número de diputados y senadores que a cada sector el presidente saliente y el candidato distribuían.
También hay que apuntar cuanto antes, es que a partir de la transición al civilismo que los pronunciamientos por la sucesión presidencial recayeron de Miguel Alemán a Luis Echeverría Álvarez en los secretarios de Gobernación, con excepción de Adolfo López Mateos, quien era secretario del Trabajo. En otras palabras y a fin de no hacer un largo recuento histórico, basta con anotar que cuando Gustavo Diaz Ordaz fue el ungido, inmediatamente fue designado el subsecretario Luis Echeverría en calidad de titular de la Secretaría de Gobernación y permaneció en ese cargo hasta que fue el “el bueno” seis años después e inmediatamente fue designado el subsecretario Mario Moya Palencia quien se quedó en esa cartera al sexenio siguiente. Con lo anterior, queda claro que los vacíos de poder eran cuidados básicamente por el PRI, la Secretaría de Gobernación y, aunque poco se diga, por las fuerzas armadas. Por lo que respecta a la Secretaría de Hacienda, cabe destacar que en ese entonces el país generaba certidumbre en la conducción de la política económica debido en gran medida a que el titular de esa cartera, Antonio Ortiz Mena, conducía con certidumbre esa responsabilidad.
Posteriormente, a partir de 1976, cuando el problema económico nacional fue el prioritario, el “destape” recayó en el titular de Hacienda, José López Portillo, quien, al ser el elegido del PRI, inmediatamente se nombró al subsecretario, Mario Ramón Beteta Monsalve quien se encargó de evitar fisuras en el ya delicado sistema económico-financiero. Lo mismo ocurrió cuando el PRI se pronunció por Miguel de la Madrid, quien era el secretario de Programación y Presupuesto, inmediatamente ascendió el subsecretario de programación, Ramón Aguirre y algo muy importante, en la cartera de Hacienda estaba Jesús Silva Herzog, quien fue ratificado en el cargo por de la Madrid. Con esa decisión se fortificaba el sistema económico y se evitaba algún vacío de poder
Carlos Salinas no fue ungido por algún sector, sino por el presidente priista de ese entonces, Jorge de la Vega Domínguez. Situación que ya reflejaba de alguna manera el agotamiento de ese partido y un conflicto interno entre los llamados tecnócratas y los políticos. Lo importante es que De la Madrid tenía en Gobernación la mano firme de Manuel Bartlett, la inquebrantable lealtad de las fuerzas armadas y en Hacienda a Gustavo Petricioli, quien sería designado embajador de México en Washington D.C. por Salinas de Gortari. Lo cual me lleva a pensar que la estrategia de evitar el vacío del poder tuvo acuerdos allende el río Bravo.
Cuando el PRI se pronunció por Luis Donaldo Colosio, México ya tenía gubernaturas en manos del Partido Acción Nacional (PAN) y los vacíos de poder se notaron con la actitud de Manuel Camacho Solís, quien no se “alineó” de acuerdo con la tradición de una regla no escrita del entonces partido hegemónico. Además, fue manifiesta la falta de pericia política del secretario de Gobernación, Jorge Carpizo. El desenlace fue fatal debido al asesinato del candidato priista. Aún más, la toma de posesión de Ernesto Zedillo fue dentro de un contexto político y económico tenso, ya que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tenía amplias simpatías populares y el peso mexicano frente al dólar americano demostraba flaquezas. De ahí que el vacío fue una realidad con la devaluación del peso en ese mes de diciembre y la crisis económica detonó todo un problema conocido como el “efecto tequila”.
Ernesto Zedillo estuvo decidido a dar un golpe de timón en la vida política nacional y se pronunció por su secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, un hombre serio, pero si posibilidades de ganar debido a que el nuevo titular de esa cartera Diodoro Carrasco – no me consta, pero no lo dudo – estaba más ocupado y preocupado por otros asuntos que de apoyar a su candidato. Por su parte, el PRI ya demostraba signos de decadencia presencial en varios estados del país. De hecho, lo importante para Zedillo Ponce de León, era blindar la economía y entregar el poder al panista Vicente Fox. En otras palabras, el riego del vacío de la transición estaba prevenido, en lo político con el respaldo institucional de las fuerzas armadas, la armonización que desde el Palacio de Cobián se había acordado con los partidos políticos debido a que el PRI no tuvo mayoría absoluta en la segunda mitad de ese gobierno y aprendió acerca de la importancia de negociación y llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas nacionales. Además, con la autonomía del Instituto Federal Electoral (IFE), nadie dudaba de la legitimidad del proceso electoral.
FOX IGNORABA LOS VACÍOS
DE PODER; PERDIÓ EL DESTAPE
La administración de Vicente Fox al parecer no sabía que se corrían riesgos de vacíos de poder durante el destape y el cambio de titular del Ejecutivo. En la primera instancia Fox Quesada no pudo operar la sucesión presidencial en favor de su favorito, el secretario de Gobernación, Santiago Creel, quien a la vez cometió algunos traspiés políticos, por lo que desde la cúpula blanquiazul surgió la figura de Felipe Calderón. Fue entonces que Fox entendió que los vacíos de poder no existen. Es más, apenas pudo encumbrar de manera cuestionada y desaseada el triunfo del panista. Para fortuna del país, las instituciones de la Administración Pública ya habían demostrado su fortaleza y las fuerzas armadas manifestaron su lealtad al Estado de Derecho. Además, la buena relación del entonces secretario de Hacienda, Francisco Gil Diaz, con las financieras internacionales fueron importantes eslabones para que la sucesión no de descarrilara. Sobre todo, porque muchos pensaban que el ganador era el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) Andrés Manuel López Obrador. El caso es que México vivió un serio riesgo de vacío de poder. Recuerdo que el primer día de diciembre de 2012 vi en la televisión la repetición de un acto solemne en el cual a la media noche del 30 de noviembre el presidente saliente Vicente Fox le entregó la banda presidencial a un cadete del Heroico Colegio Militar y éste al presidente entrante Felipe Calderón. Once horas después, Calderón Hinojosa en un acto de mucha tensión y con el apoyo del PRI en el Palacio de San Lázaro protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución. México, no cabe duda, estaba envuelto en un serio vacío de poder.
Felipe Calderón, al igual que su antecesor, no quiso o no supo leer, tal vez porque pensaba que en el PAN no existían las facciones e intereses de grupo al igual que en el PRI. El caso es que después de su quinto informe de gobierno empezó una fisura de poder que tenía que ver con el destape. Consecuentemente su elección, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, tampoco pudo ser el ungido y le apareció la figura de Josefina Vázquez Mota. Esa administración vio diluirse el sueño panista de continuismo y entregó el poder, en un acto muy bien cuidado en favor del priista Enrique Peña Nieto. Queda claro que la Comisión de Entrega-Recepción sabía del riesgo de vacío de poder y fue hábilmente conducida en lo político por el futuro secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio y en lo económico por una dupla de amigos que se conocieron desde la carrera universitaria, José Antonio Meade y Luis Videgaray. Léase, el joven presidente Peña Nieto llegó muy bien arropado al poder.
El mexiquense Peña no pudo o no quiso armar una sucesión fortalecida y con serios problemas de corrupción en su gabinete y con los gobernadores de su partido acabó inclinándose por José Antonio Meade, un hombre altamente preparado y capacitado, pero débil candidato. La consecuencia fue el triunfo del candidato del Partido Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien tomó posesión con un gran respaldo popular. Por su parte las fuerzas armadas una vez más demostraron ser institucionales a la figura presidencial. En lo que respecta al cambio en las secretarías de Gobernación y de Hacienda cabe destacar que los responsables de la Comisión de Entrega-Recepción lograron armonizar y compaginar una dócil transición. De ahí que muchos analistas políticos infieren un “pacto” entre Peña Nieto y López Obrador. Lo cual, de demostrarse, no me sorprendería.
El próximo año, después del quinto informe, el presidente López Obrador tendrá su reto en la sucesión presidencial. No hay nada escrito hasta el momento acerca del nombre. Pero por la personalidad de nuestro primer mandatario, supongo que encargará el “destape” al presidente de Morena, quien deberá cuidar que nadie impugne ese nombre. Sobre todo, porque hay legisladores y gobernadores de ese partido que tienen el anhelo a suceder al primer mandatario. De ahí que el movimiento social Morena puede ser un polvorín y tenga personalidades que no se plieguen al designado o designada con una posible escisión.
DIAGNÓSTICO POLÍTICO Y
ECONÓMICO, EFERVESCENTE
El 30 de septiembre de 2024, el último día de gobierno de la actual administración, el presidente electo dará a conocer la lista oficial de los titulares de las secretarías de Estado y de algunas entidades paraestatales. El diagnóstico político y económico será de efervescencia, pues la responsabilidad recaerá principalmente en el mandatario entrante con acotada colaboración del saliente. Es cierto que las comisiones de Entrega-Recepción harán el trabajo técnico, pero la parte del poder quedará en las secretarías de Gobernación, Defensa, Marina, Seguridad Pública y Hacienda. Una vez más el país estará vulnerable durante algunas horas ante los acosos de oportunistas como el crimen organizado o especuladores del dinero y eso no puede permitirse.
La diferencia entre sendos trances de vacíos del poder y del orden es que el relevo presidencial corre más riesgos para la nación que el “destape”, sobre todo porque, con excepción de las fuerzas armadas y las policiacas, apenas inicia la curva de aprendizaje del gabinete. Incluso el presidente entrante desconocerá algunos de los vericuetos del ejercicio del poder y esa flaqueza involuntaria requerirá crear alianzas institucionales. Es decir, con quienes saben y no presentan serias fisuras en el andamiaje institucional: las fuerzas armadas y las policiales. Consecuentemente, la esencia del asunto es no entregarse ingenuamente a esas fuerzas y, a la vez, no alejarse absurdamente.
Por su parte, el futuro responsable de la Secretaría de Gobernación deberá ya haber entablado desde la comisión de transición serias relaciones con los partidos políticos, las iglesias, los gobernadores, los poderes legislativo y judicial y entablado pláticas con organizaciones de la sociedad civil.
En el rubro económico, el nuevo titular de Hacienda también deberá tener prevista la armonía con la banca nacional e internacional, con las casas de cambio y las financieras internacionales, sobre todo el Fondo Monetario Internacional. Se trata de un tema delicado y difícil, sobre todo porque la especulación de los mercados y las ambiciones de quienes conocen el ajetreo económico-financiero pueden vulnerar inescrupulosamente al nuevo gobierno.
Son dos momentos en la vida del sistema político mexicano en que es inevitable cierto vacío de poder. Hasta el momento, las instituciones de la República han demostrado su fortaleza y las personas servidoras públicas han hecho valer su profesionalismo. Confío en que la transición que veremos el próximo año después del quinto informe de gobierno y que el relevo presidencial sea pacífico y estemos a la altura de lo ya logrado.