Kendall, Mikki. Feminismo de Barrio. Lo que Olvida el Feminismo Blanco. Ed. Capitán Swing. Madrid, 2022. 248 páginas
DAVID MARKLIMO
Ya sabemos que vivimos en una sociedad desigual, donde unos acaparan casi todo, dejando unas pocas cosas a la mayoría de la población. Cabría preguntarse quienes tienen menos. En una sociedad como la mexicana, está claro que son las mujeres indígenas las que se llevan la peor parte, según varios datos del CONEVAL. ¿En una sociedad como la norteamericana, por ejemplo? Mikki Kendall, famosa activista por los derechos a la alimentación, pone el foco en la cuestión y da respuesta con un argumento contundente: el feminismo -o más bien, lo que ella identifica como feminismo dominante- deja de lado los colectivos marginalizados para intentar mejorar aspectos que afectan especialmente a su clase.
En el libro, “Feminismo de barrio Lo que olvida el feminismo blanco” propone y critica a partes iguales abriendo de esta manera la mirada hacia un feminismo más amplio que tenga en cuenta todas las necesidades.
Ampliando la mirada, como en todo movimiento social de amplio alcance, en el feminismo hay diferentes vertientes y formas de afrontar los problemas o desigualdades que pretende combatir. Y no siempre es fácil centrar y focalizar las necesidades a cubrir porque no todos los vectores implicados coinciden en establecer cuáles deben ser las prioridades: rara vez se habla de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Problemas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, la atención médica, unos vecindarios seguros y unos sueldos dignos también son cuestiones feministas. El lugar de crear un marco destinado a que las mujeres consigan tener cubiertas sus necesidades básicas, el feminismo ha insistido en que hay mujeres que tendrán que esperar más por la igualdad, que una vez que un grupo (las mujeres blancas, casi siempre) logre la igualdad, entonces abrirá el camino a todas las demás.
La experiencia, según Kendall, muestra que esto no es cierto ni ha sucedido ni hay que esperar que suceda. Así, el libro nos habla de una serie de supuestos que debería tratar el feminismo (y hacerlo en primer lugar) pero que parecen dejados de lado. Así, el relato trata, de manera exhaustiva y pormenorizada los siguientes temas: racismo, violencia de género (vinculada a ese derecho sacrosanto de portar armas), la gentrificación, la pobreza, los abusos, la educación…
El hecho de que el feminismo se niegue a dar prioridad a estas cuestiones no ha hecho más que exacerbar el viejo problema tanto de las discordias internas como de las mujeres que se niegan reconocerse como tales. Las feministas blancas prominentes sufren en general de su propia miopía con respecto a cómo cosas como la raza, la clase, la orientación sexual y la capacidad se cruzan con el género. ¿Cómo podemos ser solidarias como movimiento, se pregunta Kendall, cuando existe la clara posibilidad de que algunas mujeres estén oprimiendo a otras? Ah, el femichismo… por usar el término del escritor Julio Escoto.
El libro que ha escrito Kendall es una poderosa herramienta para evidenciar que la ideología blanca excluye del debate o ningunea otros feminismos provenientes de experiencias diferentes. El relato construido obvia una parte importante y centra su discurso en preocuparse principalmente por la etnia y clase dominante. Así, el texto de Kendall pone foco e incide en este aspecto, poniendo de relieve las diferencias, pero también la necesidad de salvar las distancias y unir la lucha en sus diferentes áreas y aspectos empezando por cubrir las necesidades básicas. Bien es cierto, y cabe decirlo, que su visión y discurso está muy basado en sus experiencias y, por consiguiente, la visión desde su territorio, por lo que ciertos aspectos pueden parecernos extraños, aunque conceptualmente el sufrimiento si sea próximo a todas y a todos.