Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Teorizada por Karl Marx y Friedrich Engels, la lucha de clases proviene desde los tiempos de Maquiavelo,
“(…) a través de la historia, las personas han tratado de organizarse en diferentes tipos de sociedades bajo la tensión causada por pobres y ricos, hombres libres y esclavos, los patricios y la plebe, señores feudales y siervos, maestros de corporaciones y oficiales, burguesía y proletariado. Este conflicto solo puede resolverse cuando se llegue a una sociedad sin clases, sin que ello suponga la desaparición del proceso y del progreso histórico y fundamental”. (Wikipedia).
Han pasado 2 siglos desde que se inició, en la época moderna, la lucha de clases. Inglaterra fue el caldero en donde se cocinó y desde entonces ha existido.
Sin embargo, el presidente López parece haber descubierto un nuevo elemento para acusar a sus adversarios.
“Para ellos, los conservadores, la visión es la acumulación de bienes, por eso actúan de manera clasista, racista; no le tienen respeto al pueblo, son dos proyectos, de nada sirve el poder si no está al servicio de los demás. Claudio X González trae la misma escuela de su padre, que fue de la Coparmex, quien dijo que si ganaba el poder la izquierda, no descartaba actuar como en 1973” (el golpe de Estado de Pinochet). ¿Sabía usted de la participación del señor González en ese derrocamiento?
Hablar sin hilar lo que se quiere o hacerlo con conocimiento y convicción, es asunto diferente.
El presidente llama clasista y racista a quienes etiqueta de “conservadores”.
Las cosas son diferentes.
El clasista y racista es el presidente de la República.
Tiene perdida la numeralia. Ganó sí, legítima y legalmente, con 30 millones de votos. Olvida que en la Lista Nominal para votar había 93 millones de ciudadanos.
Es decir, solamente la tercera parte e la población, no del pueblo, le otorgó el voto. Y el protestó gobernar para todos por igual. No lo ha hecho y no lo hará.
Llamar clasista y racista a dos tercios de mexicanos con derecho a voto, es prenderle fuego al pasto seco y dejar que el incendio los acabe para… ¡quedarse con los pobres que son muy leales!
¿A quién le son leales?
Al dinero que reciben a través de los programas sociales, porque no han encontrado trabajo, porque no tienen medicamentos, porque tienen hambre.
Conforme avanzan las denuncias por posible conflicto de interés de su hijo José Ramón y su esposa Carolyn Adams, el presidente se descompone más.
Mira fantasmas golpistas. Observa medios y periodistas comprados por los empresarios que perdieron sus privilegios con la reforma eléctrica, que no tiene para cuando aprobarse. Ve la sombra de sus adversarios en todas partes, e incluso, las palpa en los espejos de Palacio Nacional.
El clasista y racista es el Presidente. Vive en un palacio virreinal, come exquisiteces mexicanas, cocinadas para él y sus invitados, tiene un equipo médico personal -como debe tenerlo cualquier presidente del mundo-, usa corbatas de seda y tiene un sastre que no pasaría de aprendiz con Armani.
Es clasista y racista desde el momento de etiquetar a quienes no compartimos su proyecto de gobierno y nos damos cuenta, con toda la enorme corrupción habida en sus antecesores, que estábamos mejor que ahora,
Desconocer que 66 millones de personas no son carne de cañón a la venta, es mostrar el clasismo y el racismo.
Por favor, que alguien se lo explique al plebeyo que vive en un palacio y está rodeado, sin embargo, por los cortesanos y los bufones.
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