LAS REVUELTAS DE SILVESTRE
SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
El pasado 16 de febrero, Héctor Aguilar Camín publicó en MILENIO un editorial titulado “La regresión democrática en México” donde señalaba que, de acuerdo a la revista inglesa The Economist, el país había retrocedido varios puestos en el índice de países que son considerados con prácticas esencialmente democráticas y otros que se ubican bajo regímenes represores y francamente autoritarios; a México se le ubicó en el meridiano y en la frontera entre un supuesto paraíso democrático y el infierno de las dictaduras y los gobiernos totalitarios. Asimismo, el nacido en Chetumal polemizaba con la revista publicada en la “Pérfida Albión”, pero cuyos artículos sobre nuestro país muchos años fueron redactados en lo profundo de la Guadalajara jesuítica, en el sentido de que, de acuerdo a ella, las futuras elecciones mexicanas del 2024 auguran más antidemocracia. El antaño liberal, autor de Morir en el Golfo terminó señalando que no estaba de acuerdo: “Nuestra democracia produjo una anomalía en 2018. La corregirá en 2024”.
La forma como redondeó su artículo Héctor Aguilar Camín genuinamente me sulfuró. Porque veo que el cientista social, autor de libros cardinales en la historia de México, está hoy plantado en la soflama que a propósito diluye razones y argumentos, para propagar encendidos discursos que resultan muy peligrosos para el devenir que vive hoy, no a AMLO, sino particularmente a la ciudadanía en su conjunto que le queda muy lejos vivencialmente a Aguilar. Hay que subrayarlo y reiterarlo, la manera como el pueblo mexicano votó, con sus candidatos ganadores y perdedores, es el resultado del hartazgo, de su conocimiento acerca de todas las rapacerías cometidas en los anteriores 26 años, por citar una fecha aproximada. El combate por la implantación de procesos democráticos en México, en algunos casos a partir de debates parlamentarios y en muchas otras ocasiones violento, porque resultó en la muerte de muchos luchadores sociales y quizá alcanzó al propio Manuel Clouthier, tales esfuerzos y esperanzas en la circunstancia mexicana se vieron traicioneramente parados, aquí sí, como “una anomalía” en el mundo, la cual había visto caer partidos y regímenes que se habían implantado en el marco de la Guerra Fría.
En nuestro país y a lo largo del 2001, Vicente Fox, el candidato del PAN que ganó la elección presidencial, no llevó ante la justicia mexicana a la clase política y a los empresarios que, coludidos durante las últimas décadas, ambos habían quebrado al país y luego se beneficiaron de las privatizaciones a modo del crony capitalism que hoy en el 2022 caracteriza al empresariado mexicano que goza de cabal salud. Como “una anomalía”, en lo que debió ser una revolución democrática, durante los primeros meses del gobierno de Fox éste le dio oxígeno y vitaminas a un moribundo PRI. Parecido a una película de horror el monstruo revivió y a manera de zombi contaminó en su esencia al panismo durante sus dos regímenes presidenciales. El error histórico, o sea la manera como gobernó el panismo a la república, es la auténtica “anomalía” para un país que debía sacudirse por completo los “usos y costumbres” de ese pequeño priista que los mexicanos llevan adentro.
Repetimos, la votación del 2018 es resultado directo de lo que no hicieron los panistas en doce años: tenían en el 2001 toda la fuerza para llevar a cabo una necesaria ruptura con el pasado pero se metamorfosearon. Fue peor para el imaginario mexicano la desilusión de un gobierno como el de Peña Nieto, esencialmente corrupto -busque estimado lector la amplia descripción que la Real Academia de la Lengua hace no solo del término sino de los regímenes a quienes le queda el apelativo. Otra vez, la votación del 2018 no fue una “anomalía” como lo ha apuntado Aguilar Camín, sino la consecuencia lógica de lo que había pasado en la república mexicana, de por lo menos 1994 a la fecha de la gesta electoral. ¿Qué ha pasado durante los más de tres años que lleva AMLO en el poder? Una mezcla de luces y sombras. El salario mínimo subió como no había sucedido sexenios atrás; existe hoy una inflación del 7% semejante a la de Estados Unidos y ello es entendible si se analizan los problemas económicos/comerciales que caracterizan al mundo globalizado. El avión presidencial fue una pifia -por decir lo menos- y respecto al proyecto del aeropuerto en Texcoco AMLO le hubiera dado facilidades a Slim para que lo prosiguiera. ¡¡La pandemia del Covid!! Nunca podremos saber cómo y qué alcances hubiera tenido la reforma del país originalmente planteada y luego desarrollada por el gobierno de AMLO, porque el gasto multimillonario para enfrentarla y los cientos de miles de muertos han hecho que los iniciales proyectos se fueran al pozo, además de ahondar los resentimientos personales y radicalizar el debate público (véase el peligroso enfrentamiento ideológico de la República de Weimar en Alemania y el resultado que provocó: Hitler al poder).
Desgraciadamente para México, que es lo que debe importarnos porque en dicho país vivimos, es muy probable que el final del sexenio de López Obrador se parezca al de Vicente Fox en lo tocante al balance general de su gestión: no pudieron hacer los cambios indispensables que requería la república para trascender. Y en este sentido, la supuesta “anomalía” del 2018 y lo que ha sucedido hasta la fecha, más bien parece un continuo histórico mexicano que tuvo sus episodios en la reforma trunca de 1833/34; en la ruptura reformista de Comonfort 1857/58; en el significado de la última elección de Juárez 1871/72; lo que intentó hacer y la manera como acabó el gobierno de Madero (1911-13), para terminar con el rumbo que tomó México con la llegada del presidente Manuel Ávila Camacho y sus dos sucesores (1940-58); del salinato es hoy un plan vigente. Todas las disrupciones posteriores a la implantación de muy denotados proyectos políticos modernizadores, rápidamente y a mediano plazo resultaron fatales para la prosperidad de los mexicanos. En plena Guerra de Reforma y siguiendo los escritos de Francisco Guizot, el español Anselmo de la Portilla escribió que en la historia política se hacía patente la ley de las reacciones: a la existencia de un gobierno progresista venía después un régimen reaccionario. Entre uno y otro se hacía presente “la revolución” que en el léxico del siglo XIX lo mismo era un movimiento liberal que retardatario. Para los países y pueblos hispanoamericanos la inestabilidad de las revoluciones era fatal, por ello debía buscarse “la vía reformista cuyas intenciones debían tener en cuenta la importancia del pasado y las necesidades del presente”. Melchor Ocampo le contestó a los liberales moderados que, una reforma a medias o una revolución a la Quinet enfrentaría la misma oposición, porque en ambos casos se estaría afectando a intereses creados. ¿Les suena algo en la contemporaneidad?