Críticos en la Oposición y Censores en el Poder

El Pensamiento Crítico 

* La Crítica al Poder la Plantearon Platón en La República y Tucídides en sus Escritos Históricos 

* Debatir con Lógica y Argumentos Razonables a los Hombres del Poder Político y Económico 

* El Pensamiento Político es Producto de la Evolución de las Ideas y de las Luchas Sociales

* Disentir del Gobierno es un Derecho, una Obligación y una Normalidad en una Democracia.

EZEQUIEL GAYTÁN

Veo, al menos, tres grandes ventajas del pensamiento crítico. La primera es el crecimiento como seres humanos al aprender de nuestros errores, la segunda es que fomentamos el progreso científico–tecnológico a fin de facilitarnos la vida y mejorar, en lo posible, el sentido del confort y, la tercera, es el desarrollo social entendido como la armonía integral con calidad de vida de los miembros de una comunidad. El pensamiento crítico tiene su origen en la crítica que tiene al menos tres acepciones. La primera se refiere al análisis objetivo y en lo posible imparcial acerca de una circunstancia social, política, jurídica, administrativa o económica o de una persona o de una obra artística. La segunda alude a hurgar de manera exclusiva en los defectos, errores o situaciones de manera parcial, interesada, con dolo y perversas intenciones. Finalmente, la tercera se refiere a situaciones graves o críticas. Léase, difíciles y comprometidas. 

El pensamiento crítico sistematizado se debe en gran medida al inglés Francis Bacon (1561-1626) padre del empirismo (experiencia y evidencia) quien lo definió como “el deseo de buscar, la paciencia de dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura”. Aunque el término lo acuñó el filósofo norteamericano Max Black (1909-1988) cuando en 1946 así intituló a uno de sus libros de lógica. La idea central hoy en día del pensamiento crítico es. En otras palabras, es una lucha que por un lado se escuda en el discurso político ideológico gubernamental que sostiene que el pueblo es sabio, nunca se equivoca y el partido en el poder lo interpreta fielmente, por el otro, está la postura analítica  que argumenta que el pueblo no siempre tiene la razón, que el gobierno es falible y que debido al pensamiento crítico lo importante es que la sociedad sepa y decida con base en información, así como que el gobierno conozca otros puntos de vista que le pueden ayudar a mejorar.

La necesidad de que haya contrapesos al poder, mediante el pensamiento crítico emanado de instituciones de educación superior, de medios de comunicación y desde las organizaciones de la sociedad civil es porque fortalece la vida democrática al distinguir entre discursos mediocres y mediáticos de argumentos sostenibles, valorativos y que desmenuzan lo importante de lo trivial. La crítica que el periodismo profesional propone es constructiva y su intención es prever errores, evidenciar problemas a fin de solucionarlos, discernir la verdad mediante la razón y, en su caso, con el apoyo de pruebas. La crítica, hoy en día, se basa en la metodología de la investigación científica y sus bases son la lógica formal y el análisis sistemático. También es cierto que las ciencias sociales, incluida la comunicación, no están exentas de valores, pero no por eso la crítica carece de validez.

El pensamiento político es producto de la evolución de las ideas y de las luchas sociales. Se alimenta, por un lado, del pensamiento salvaje sustentado en mitos, ritos y creencias que en esencia siguen vigentes hasta nuestros días, como lo demostró el gran antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009) al precisar que no es el pensamiento de las “sociedades salvajes” sino el pensamiento al que recurrimos los seres humanos sin demostraciones y etiquetamos a otros debido a prejuicios, ignorancia e intereses político–ideológicos y económicos, pues ese pensamiento se basa en la búsqueda y lucha por llegar, conservar y expandir el poder. Por el otro lado, también se alimenta del pensamiento científico sustentado en el razonamiento y la capacidad mental de las personas, ya que se basa en el análisis de los fenómenos naturales y sociales mediante la observación y el desarrollo del método científico conocido como hipótesis, análisis, síntesis, tesis y antítesis, para la resolución de problemas. 

Ambos pensamientos, como ya dije, alimentan el pensamiento político, pero dicho pensamiento es teórico. En la práctica -en pleno siglo XXI- son muchos los seres humanos que se dedican a la política y solo abrevan del pensamiento salvaje. Consecuentemente, desdeñan y menosprecian los pensamientos crítico y político. 

Afortunadamente, dos de los triunfos de la Revolución Mexicana y su Constitución están plasmados en los artículos 6 y 7 que, en la aspiración democrática, asientan la libertad de imprenta y de expresión. Consecuentemente, lo que protegen, promueven y proyectan esos capítulos constitucionales es el pensamiento crítico, dialéctico y prospectivo. Esas libertades son elemento nuclear que obliga a los tres poderes y los tres órdenes de gobierno a fortalecer el mundo de las ideas y el pleno respeto al Estado de Derecho. En otras palabras, no todos los políticos entienden el pensamiento político moderno y mucho menos el crítico, no obstante la Constitución. 

Lo anterior se debe a que el pensamiento crítico es racional, reflexivo, interdisciplinario, constructivo, explicativo, evaluativo y propositivo. Su genuina intención es la mejora continua, el desarrollo del conocimiento y las habilidades intelectuales sustentadas en estándares demostrativos y en las nueve preguntas básicas que aprendimos en la escuela: qué, quién, cuándo, cuánto, dónde, cómo, cuál, por qué y para qué. En otras palabras, es la argumentación ajena a los prejuicios y a las opiniones carentes de fundamentos, así como a las insanas o perversas intenciones cuyos fines son la desorientación y abollar el sentido original de una buena idea o un logro.  

El pensamiento crítico es una construcción social aprendida y producto de un proceso de autoconocimiento que requiere honestidad, ya que el fin es ilustrarnos acerca de nuestros errores y en lo posible evitar repetirlos. Lo cual no es tan sencillo y menos aun cuando se trata de políticos embelesados de poder y de vanidades. Tal vez uno de los grandes enemigos de la crítica y la autocrítica sea el poder, pues su ejercicio, al requerir evitar vacíos, obliga a su ejercicio constante. De ahí que los griegos representaban a la crítica unida al elogio y a la censura. Es decir, la sabiduría de saber criticar es un arte, una técnica y una ciencia. Un arte porque saber decir y escribir requiere gusto ético y estético que exige estilo, una técnica porque demanda destrezas, habilidades y experiencias y una ciencia por que se basa en hechos y a los hechos regresa.

La crítica al poder la encontramos en obras tan antiguas como en los escritos históricos de Tucídides o en La República de Platón. Hombres que fueron, con base en el pensamiento crítico, maestros al señalar los errores de los gobernantes y desde entonces sabemos que a los políticos les irrita que los cuestionen, critiquen y señalen sus errores.

Personajes de la actual administración fueron grandes críticos mientras fueron oposición y en su oportunismo apoyaban a periodistas que señalaban los errores del gobierno en turno. Empero, al llegar al poder se sorprendieron de que fueran criticados por sus antiguos apapachados y ahora los califican y etiquetan de traidores.

Lo cual es un craso error producto del cegador poder, pues el pensamiento crítico al poder es lo que hacemos los editorialistas y los periodistas, ya que el interés es la construcción propositiva en favor del consenso social y el desarrollo de la nación.

La lógica del poder lineal carente del sentido de la democracia no comprende que sus ideas son y serán analizadas en el marco del pensamiento crítico, a la luz de los momentos estructurales y coyunturales, así como de la relevancia de los argumentos esgrimidos desde el gobierno.

La idea de criticar neutral y objetivamente se construye a partir de la identificación de las consistencias, inconsistencias y razonamientos jurídicos, políticos, económicos, sociales y administrativos, éticos y culturales.

Disentir del gobierno es un derecho, una obligación y una normalidad en una sociedad democrática. Ser oposición no es privilegio ni monopolio de los partidos políticos. Criticar propositivamente es una responsabilidad de todos, si el deseo es acabar con el patrimonialismo unidimensional de una visión maniquea de Estado. Grave error es adherirse a una causa centralista, veleidosa y dogmática. Que quede claro: el fermento político de una sociedad está en su pensamiento crítico que se funde al pensar y no se cofunde con obedecer. La parálisis social empieza cuando no se duda, cuando la docilidad asesina a la acción, cuando la estabilidad es sinónimo de egoísmo y de confort individual.

Y esa actitud abyecta no es de ninguna manera lo que muchos mexicanos queremos. 

La ideología no puede, ni debe estar reñida con el pensamiento crítico. Ese error lo cometieron las dictaduras de derecha, como la franquista o la pinochetista y las de izquierda como las del este europeo y lo siguen cometiendo en la República Popular de China, en Nicaragua y Venezuela. Su argumento es que lo hacen paternalmente en el nombre del pueblo. Aún más, con ese simplismo los gobernantes sacrifican las libertades de prensa y de expresión y condenan todo pensamiento crítico. Lo cual es a todas luces un contrasentido a la historia de la humanidad.

Ni al gobierno, ni al pueblo de México nos conviene la censura a la crítica y al pensamiento crítico. Tampoco conviene una discreta llamada de atención desde el púlpito de las conferencias mañaneras, pues si la intención es que articulistas y periodistas nos agachemos y amparemos bajo el manto de la autocensura, no lo va a lograr porque nuestro compromiso es con el país y no con el gobierno, ni con su ideología. 

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