Punto de Vista
Manipulación Mediática
Por Jesús Michel Narváez
¿Cuál era la prisa?
Y no es adivinanza. Es poner las cartas sobre la mesa. Durante 17 meses, desde el púlpito presidencial, se festinó el “momento histórico” que vive México.
En Palma de Mallorca había sido aprehendido Emilio Lozoya Austin, exdirector de Pemex por, principalmente, el delito de soborno. La empresa brasileña Odebrecht, habría entregado al funcionario una suma que varía entre los 6 y los 11 millones de dólares a cambio de contratos. Pronto recibió el pago: la obras en la refinería de Tula.
Aun gobernaba Enrique Peña Nieto cuando el escándalo global por los sobornos de la empresa lo alcanzó. Todo se quiso resolver con la renuncia de Luis Videgaray Caso, el consejero político y económico más cercano al Jefe del Ejecutivo. Fueron unos meses en la RENATA y regresó para ser el jefe de la diplomacia mexicana a la que, llegó y expresó, vengo a aprender.
Aprehendido en España, Lozoya primero lucho por no ser extraditado y después llegó a un acuerdo: ser testigo colaborador -soplón, para ser preciso- y aceptó venir a México.
¡Era la noticia del sexenio!… ¡La prueba de que la lucha contra la corrupción iba en serio!
Ciertamente quienes podrían haber estado involucrados en los sobornos, agotaron todas las existencias de Te de Tila. El nerviosismo lo disfrutaba, con enorme placer, el presidente de la República.
Durante 15 meses jamás piso el Reclusorio Norte y su firma quincenal era vía remota. Vivió em su residencia de Las Lomas hasta que… fue pillado cenando en un elegante restaurante de la zona. Tenía deseo incontenible de comer la especialidad de la casa: pato pekinés.
Durante esos meses, el exfuncionario no aportó nada que involucrara y aportara pruebas sólidas que llevara al ministerio público a un imputar y detener a un superior jerárquico.
Su llegada, sin embargo, aceitó la “consulta popular para enjuiciar a los expresidentes” que, como arma letal y oculta, tenía el presidente López. Se embaló la pistola.
Si bien la cena de pato derramó el vaso de champaña, la realidad es que en el gobierno había desesperación por no conseguir la captura de un “pez grande” quizá, incluso, uno mayor al que representaba el exsecretario Videgaray.
Y en dos meses, el ministerio público cerró el caso.
La conclusión fue simple y llana: Emilio Lozoya fue el único que se benefició de los sobornos.
No fue Enrique Peña Nieto… no fue el PRI durante la campaña del mexiquense… no fue Videgaray…
Y la sorpresa: no se configuraron los elementos para acusar a los legisladores de haber aceptado sobornos para acelerar la aprobación de la reforma energética de 2014.
¿Por qué acelerar el cierre de la carpeta de investigación?
Uno que es mal pensado tiene una hipótesis: hay que desviar la atención de tres temas: los lujos injustificados que disfruta José Ramón López Beltrán presuntamente con los salarios que recibe como “asesor” jurídico en Houston; la ola de violencia que se ha disparado y la equivocación presidencial de atacar a mansalva al periodista Carlos Loret de Mola.
Con la veda impuesta por el INE en cumplimiento del mandato constitucional y que, por supuesto no acatan el inquilino temporal de Palacio Nacional, 18 gobernadores de Morena y aliados y la dirigencia de Morena, el presidente se ha visto en la necesidad de encontrar nuevos temas, por cierto, igual de viejos que los otros, para salvar la “honra” de su vástago, impedir que se difunda el aumento de la violencia e intentar acallar la libertad de expresión si prueba alguna.
¿Por qué la prisa de dar a conocer que el único responsable de los sobornos es Lozoya?
Con esta decisión, Peña Nieto y Videgaray Caso son exonerados. ¿Se valida el acuerdo, el pacto entre el que se fue y el que llegó?
Usted saque sus conclusiones. Aquí están los hechos. Y tienen un efecto: manipulación mediática. Para eso se pinta solo el ciudadano presidente.
Michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por ABC-Radio en el 760 de AM