Por Jesús Michel Narváez
Antes, tres décadas atrás, los profesionales que ejercían la medicina cumplían el juramento de Hipócrates -hoy son hipócritas- que en su parte fundamental decía: “No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”.
Eran los galenos que no conocían de discriminación y que entregaban sus propias vidas para salvar a los que, sin ser pacientes, estaban enfermos.
Hoy los médicos le dicen al enfermo: usted es mi cliente, como lo lee, y por tanto debe atenderlo… ¿cliente?… pues sí, porque y aquí le doy la razón al presidente López, se han vuelto mercantilistas y lo primero que sugieren al “cliente” es la “urgente operación” aún y cuando los diagnósticos clínicos revelen que con tratamiento se puede controlar la enfermedad.
Los médicos que laboraban para el sector salud se entregan por completo a sus tareas de intentar, cuando menos, salvar al paciente de una intervención quirúrgica y recomendaban fármacos accesibles o bien recetaban los que tenía que surtir la institución que prestaba sus servicios.
Han cambiado tanto las cosas que hoy más de un secretario de salud comenzado por el que integra el gabinete presidencial y terminando con aquellos que están en las presidencias municipales sin olvidar a los estatales, atienen a sus jefes y amigos. Aquí, a nivel federal, se habla -así lo dice el presidente- que el doctor Jorge Alcocer, al que si mira porque es invisible para los problemas de la sociedad, es su médico de cabecera. Y está bien si le tienen confianza. La verdad yo no lo tendría como el profesional de la medicina que me salvará la vida con sus recetas de tomar paracetamol y untarme y respirar el aroma del Vick vaporub o la recomendación de traer en la cartera estampitas religiosas, un trébol de cuatro hojas y un billete de 2 dólares.
Resulta que el secretario de Salud del gobierno de Puebla que encabeza Miguel Barbosa Huerta, desde su alto cargo, no se le ha visto en algún hospital público ateniendo a un “cliente” contagiado de coronavirus.
Ah, no se trata de su jefe y amigo, el ciudadano gobernador, porque entones deja todas las responsabilidades para atenderlo y cuidarlo por el contagio del covid-19.
El mandatario hizo público el contagio y afirmó que “voy a seguir trabajando aquí, confinado en mi hogar y todo por zoom, lo hacemos con el ánimo de que las cosas salgan mejor (…) no he dejado de trabajar ni un solo día desde marzo del 2020 cuando empezó esta condición de contagios y en algún momento iba a ser contagiado”.
Y viene lo bueno después de decir que se encontraba bien, que no tiene problemas de garganta, temperatura, entre otros síntomas, pero como en todos los casos existe la posibilidad de que se complique con el tiempo y confirmó que su médico es el mismo secretario de Salud, José Antonio Martínez García.
Dineros públicos para atender a un empleado de los ciudadanos. La austeridad franciscana ¿afectó el bolsillo del señor Barbosa Huerta que es atendido personalmente por el secretario de salud bajo sus órdenes?
Seguramente para seguir los pases de su jefe, que no su amigo, canceló su seguro de gastos médicos mayores y ahora se atiende en el sector de salud pública.
Y claro, don José Antonio extrema las atenciones porque lo que está en juego no es la vida de su jefe sino su chamba, que no cualquier médico puede obtener.
Así son las cosas.
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