Por Jesús Michel Narváez
Sin previo aviso y sin que se haya publicado en ningún medio oficial, el precio de los cigarrillos aumentó en 12 por ciento a partir de ayer.
La cajetilla pasó de costar 63 pesos a 70.
Así, de golpe y porrazo.
Entiendo, porque soy fumador, que los vicios salen caros. Sin embargo, concediendo sin aceptar que se trata de una medida que “evite muertes” y que 14 millones de habitantes seamos consumidores -según cifra oficial, que me parece reducida- nos apretemos el cinturón, me parece exagerado el incremento.
Además, existe el antecedente que los aumentos a todos los productos embotellados o empacados, se ponen en práctica a partir del primero de enero del año, tomando como fundamento que se trata de impuestos estimados en el Presupuesto de Egresos de la Federación del año que inicia.
Ignoro, porque no lo leí en el proyecto del PEF aprobado, la razón por la cual los vendedores de cigarrillos, llámense misceláneas, tiendas de conveniencia, farmacias y más, comenzaron a hacer efectivo el aumento.
Le pega al bolsillo, sin duda, que el precio se eleve de manera desproporcionada.
Vivimos, ciertamente, una inflación galopante, pero aún así se estima que cerrará en 8 por ciento anualizada.
Aumentar cualquier artículo o producto el 12 por ciento, supera con creces el impuesto que todos pagamos y cuyo nombre es inflación y no de bebidas etílicas.
Junto con los pitillos, ayer también se incrementó la leche que pasó de 23 pesos a 28. Qué decir de la tortilla que el sábado se compró en 17 pesos y ayer se cotizó al consumidor el 19.
Oficialmente la Secretaría de Hacienda, en boletín, conminó a los comerciantes a no elevar los precios más allá de lo meramente necesarios. Se presume que la ecuación es el mismo porcentaje de inflación.
Sin argumento conocido, los tenderos dijeron al cobrar: son 70 pesos… sí, desde hoy -ayer- ya no son 63.
La razón de que faltando 11 días para terminar el año y que entre en vigor el PEF de 2022, es desconocida para los consumidores.
La explicación que dan algunos expendedores de vicio, es que los proveedores les informaron que se trata de nuevos impuestos.
Y es en donde no cuadra la aplicación adelantada.
Tratándose nuevos impuestos o incremento para disfrazar la medida, se deben aplicar conforme lo aprobado por el Congreso de la Unión en la Ley de Ingresos, con la cual se elabora el Presupuesto de Egresos. Luego, entones, jay una fecha para la entrada en vigor y no puede ser otra que el primero de enero del año correspondiente.
¿Es legal aplicar un aumento de impuesto o costo antes de lo que valoraron diputados y senadores?
Que contesten los legisladores y actúe la Profeco.
Que sirva de algo más que andar de vigilante chino en los precios de los combustibles.
Aunque se acerca el año nuevo y siempre se formalizan promesas de no voy a engordar, iré al gimnasio o caminaré en las “seguras calles de mi colonia”, dejaré de ir con mis cuantes al dominó o no fumaré, difícilmente se cumple alguna.
Por lo pronto, pensaré si anuncio mi retiro del vicio o confieso que me tiene atrapado y sin salida.
Y miro, por supuesto, como los cigarrillos se convierten en ángeles: tienen alas.
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