*Como Díaz Ordaz y Echeverría, López no Soporta las Criticas
*En el Gobierno de la 4t hay Ignora qué son las Universidades
*Herramientas Desestabilizadoras: Manipular Porros y Activistas
Por Ezequiel Gaytán
Durante la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se configuraron dos partidos políticos de oposición que se prestaron a la fachada grotesca y burda de simular el pluripartidismo en México, me refiero al Partido Popular Socialista (PPS) y al Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). Sendas organizaciones carecían de peso político, de bases sociales y de presencia nacional. Por su parte el Partido Acción Nacional (PAN) se veía a si mismo como una oposición moral con representación en el poder Legislativo, pero sin aspiraciones a asumir el poder.
No obstante, surgió la oposición en México en algunas instituciones públicas de educación superior y de manera particular en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ahí se discutían los grandes problemas nacionales y desde Radio Universidad, sus publicaciones y sus representaciones teatrales, se debatían ideas que fungieron como contrapeso a las acciones gubernamentales mediante la crítica constructiva y se planteaban opciones diferentes a las del monopartidismo. De ahí que el pluralismo se convirtió en esencia de la Universidad Nacional y convivieron izquierdas y derechas. Situación que hizo crisis en 1966 cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz harto de la crítica universitaria le encomendó a su secretario de Gobernación, Luis Echeverría, y al gobernador de Sinaloa Leopoldo Sánchez Celis que manipularan a los porros y derrocaran al rector Ignacio Chávez. No obstante la caída del rector, la estrategia fue fallida y la UNAM siguió fungiendo como un centro pensante ajeno a plegarse a las ideas del partido en el poder. Por eso, cuando Echeverría asumió la presidencia de la República asumió una doble táctica. Por un lado, decidió la caída del rector Pablo González Casanova al solapar a dos porros de triste recuerdo (Castro Bustos y Falcón) y apoyar la creación de un sindicato en la UNAM cuya causa encabezó el señor Evaristo Pérez Arreola. Por el otro lado, desplegó la cooptación de intelectuales. Léase al exdirector de la Escuela de Economía, Horacio Flores de la Peña. Le ofreció la Secretaría del Patrimonio Nacional, a los exdirectores de la Facultad de Ciencias Políticas, Enrique González Pedrero lo hizo senador y a Víctor Flores Olea embajador en la Unión Soviética. Por citar tres ejemplos. Pero tampoco le resultó su plan y la UNAM continuó su papel central de oposición política. Fue hasta el sexenio de José López Portillo que, al impulsar la Reforma Política, abrió los espacios del poder Legislativo y en nuestro país se amplió el debate más allá de los ámbitos universitarios. Por supuesto que la UNAM y otras instituciones de educación superior continuaron ejerciendo su labor de criticar al poder.
Con la llegada del modelo neoliberal esas casas de estudio mantuvieron sus posiciones críticas a los gobiernos, pero el peso central ya no estaba en los centros de estudio sino en los partidos políticos de oposición. Consecuentemente la sociedad ya no concentró toda su atención en la UNAM. Entre ellos el actual presidente. De ahí su confusión, ignorancia y errónea conclusión de que la máxima casa de estudios no criticó al neoliberalismo y se “derechizó”. También es claro que por sus actividades de estar en campaña permanente no tomó cursos de extensión universitaria y ese alejamiento reforzó su desconocimiento acerca de la vida intelectual universitaria. Por ende, es explicable, pero no justificable, su nulo entendimiento de que en las universidades públicas la crítica se centra hacia el poder sin importar el matiz del color político del partido gobernante.
Él está confundido respecto a la evolución de las ideas políticas en el mundo y, peor aún, no entiende el cambio cualitativo de la educación superior. Tan es así que, al ser criticado, ya no solo por académicos de la UNAM, sino por otras instituciones como el CIDE, concluyó que esas casas de estudio se “derechizaron”, no obstante que los ensayos acerca de la intención del voto, precisamente en la UNAM, lo hicieron triunfador y que existen cientos de publicaciones y tesis cuyo eje central es cuestionar el modelo neoliberal.
Nuestro primer mandatario, al igual que Gustavo Díaz Ordaz, está harto de las críticas provenientes de la UNAM, el CIDE y otras instituciones públicas de educación superior. Ya quedó claro, por su discurso, que le urge el regreso a clases a fin de orquestar un movimiento de porros, muy al estilo de Luis Echeverría, crear desmanes y, supongo, abatir al rector y de ser posible cambiar la ley Orgánica de la UNAM. En otras palabras, su intolerancia y demostraciones de autoritarismo lo ciegan y su deseo es que la educación superior se pliegue a su proyecto de ideas unidimensionales, maniqueas y carentes de autocrítica.
El gobierno tiene los instrumentos para manipular porros y activistas e intentar destruir a la UNAM desde adentro, pero olvida el detalle que también existe la UNAM de afuera; la de sus egresados y, que quede claro, seguiremos defendiendo las libertades, la tolerancia y el pluralismo.