*Lo que sí Ronda es el Monstruo Fabuloso que Vomita Llamas
*Aquel con Cabeza de León, Cuerpo de Cabra y Cola de Dragón
*Está Bien Representado Electoralmente por el Crimen Organizado
Por Nidia Marín
La Segunda Vuelta electoral o Balotaje vuelve a ser mencionada en México por los panistas que de la mano de los perredistas habían sugerido con antelación una reforma en las normas electorales mexicanas. No han quitado el dedo del renglón.
En la actualidad fue el senador Damián Zepeda, de Acción Nacional, quien rescató y lanzo de nueva cuenta la tan añeja aspiración, quizá como fórmula de evitar tantos descalabros en cada elección.
En el país, los especialistas en elecciones no están tan seguros de las bondades del balotaje. Por ejemplo, en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado hay un trabajo en la materia que se disfruta de principio a fin. Es un “Estudio Comparado Teórico-Práctico y Legislativo Sobre La Segunda Vuelta Electoral: El Caso de México”, escrito por Francisco José de Andrea Sánchez, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Menciona las supuestas ventajas, entre otras: promoción de la gobernabilidad, de una política más compleja, de la estabilidad política y económica, de alianzas partidistas y legislativas, así como distinciones entre lo conveniente para el país, y las preferencias o antipatías personales y subjetivas.
Y entre las desventajas resalta que tiende a distorsionar y adulterar la expresión natural de la voluntad popular y prolonga los lapsos de incertidumbre. En este último caso, es una delicia leer en el trabajo del estudioso De Andrea y Sánchez el recordatorio de lo sucedido en Perú durante la elección en la que el gran Mario Vargas Llosa competía contra el hoy hecho polvo, acusado y destruido Alberto Fujimori.
El jurista mexicano escribió:
“Por otro lado, las segundas vueltas electorales pueden agudizar peligrosamente diferencias partidarias como fue el caso en el Perú, cuando -en 1990- de una posición inicial de anonimato y fragilidad casi risibles, surge el “Caballo Negro” -Alberto Fujimori- para sorprender a un Mario Vargas Llosa que en la segunda vuelta -por las variables ideológicas, de alianzas factibles, y de inercia emotiva, se vio finalmente desplazado junto con su caudal de simpatizantes que incrédulos, primero rechazaron, luego intentaron sabotear, y finalmente buscaron pactar la entrega de la Presidencia a cambio de concesiones pactadas (“concertacesiones” a la peruana) en materia de programas económicos ante la certidumbre e inevitabilidad de un resultado final favorable a Fujimori. Lección: las segundas vueltas a veces pueden encerrar sorpresas hasta para las principales fuerzas políticas opositoras tradicionales a quienes les puede “madrugar” un candidato inesperado y previamente desconocido, cuando lo que se planeaba era desplazar a un candidato de factible mayoría relativa”.
Y el especialista sigue diciendo:
“Por ser de relevancia (Perú es un país, como México, primordialmente mestizo, con niveles de cultura política de las masas urbanas y rurales, semejantes) citaremos literalmente algunos pasajes claves de la novela política de Mario Vargas Llosa, El pez en el agua, en que relata elocuentemente su fiasco electoral de 1990 ante Fujimori, bajo una segunda vuelta electoral contemplada en el derecho constitucional peruano:
“De inmediato, advertí la catástrofe: había perdido tres puntos -estaba en 36%-, Fujimori mantenía su 25%, el APRA bordeaba el 20% y las dos izquierdas, juntas, el 10%. No se necesitaban dotes de adivino para leer el porvenir: habría una segunda vuelta en la que apristas, socialistas y comunistas volcarían en bloque sus votos a favor de Fujimori, dándole una victoria cómoda... (pp. 449 y 450).
“Le pedí que localizara a nuestro personero ante el Jurado Nacional de Elecciones, y cuando Enrique Elías Laroza vino al piso 19, le pregunté si era legalmente posible que uno de los dos candidatos finalistas renunciara a la segunda vuelta, cediendo al otro la presidencia de una vez. De manera enfática me aseguró que sí. Y todavía me animó: “Claro, ofrécele a Fujimori uno o dos ministerios y que renuncie a la segunda vuelta.” Pero lo que yo estaba pensando ofrecerle a mi rival era algo más apetitoso que unas carteras ministeriales: la banda presidencial. A cambio de algunos puntos claves de nuestro programa económico y de unos equipos capaces de llevarlo a la práctica (pp. 450 y 451)”.
Aquello, pues, sucedió en Perú hace 31 años. Sin embargo, sigue siendo muy discutible la segunda vuelta porque, por ejemplo, cuando Felipe Calderón le ganó a López Obrador por el discutido y odiado 0.42% si hubiera existido el balotaje en México a lo mejor y de todos modos gana Calderón o desde entonces sube al poder López Obrador (Dios sabe por qué hace las cosas, ya que de ser así y de haber desde entonces revocación de mandato, llevaría en el poder 15 años y… contando”.
En cambio, en la pasada elección de 2018, la Segunda Vuelta no cabía ni yendo a bailar a Chalma. No, con la ventaja que obtuvo el morenista.
Por eso, sobre todo, la segunda vuelta para México sigue siendo una quimera, algo así como un monstruo fabuloso que vomita llamas. Sí, ese extraño ser mitológico con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, representando por estos rumbos por el crimen organizado que hoy participa en elecciones, ante la benevolencia presidencial. ¡Uff!