Por Alberto F. Mena Mallen
La 4T ha destapado muchos dramas de antes, de ahora y pronostica los de mañana. Hay muchos en el paso de tres años.
Uno de los primeros que se presentaron fue el del aeropuerto de Texcoco, mismo que fue cancelado a través de una consulta popular no muy apropiada y tal vez con datos falsos o amañados, tal y como lo describen algunos analistas.
Por ejemplo, desde antes de que se decidiera suspender las obras de dicha terminal aérea, se dijo que el nuevo “aeródromo” Felipe Ángeles, -una de las tres principales obras de este gobierno morenista-, tendría 34 posiciones para el embarco y desembarco de pasajeros, pero resulta que esta cantidad será hasta dentro de 20 años.
Ahora se mencionan solo 14 posiciones de contacto en el AIFA que posteriormente se le sumarán otras 14 y un sinnúmero de ellas remotas, y el de Texcoco tenía planeadas originalmente 120, lo que significa que las cantidades de pasajeros y vuelos que se moverían y moverán difieren mucho en número para cada aeropuerto.
Y a esto se le podría considerar un drama, ya que mientras más pasajeros y vuelos se muevan en una terminal área, más posibilidades existen de una menor saturación y en reducciones de tiempos de espera para quienes utilicen este servicio de transporte. Tal vez, también en costos tanto internos como de movilidad, ya que se han hecho algunos ejercicios en el sentido de cuánto nos costará llegar al AIFA, con costos abultados, mientras se construye toda la infraestructura necesaria para lograr ir a ese sitio, pero lo que no reducirá es el tiempo de traslado, por las dificultades que representa el tráfico existente.
Otro drama que ocurrió en nuestro país es el de las muertes de mexicanos. El INEGI dio a conocer el pasado mes de julio en un informe preliminar, las “características de las defunciones registradas en México durante 2020” donde hubo un millón 86 mil 94 muertes, comparadas con 747 mil 784 que se presentaron en 2019.
Cabe aclarar que, del total de fallecimientos en 2020, el 55.8 por ciento, es decir un total de 605 mil 662 fueron personas mayores a los 65 años, 282 mil 189 mujeres, contra 323 mil 444 hombres. Aquí se cumplió lo que se anticipaba en la pandemia, de que los varones serían más afectados que las mujeres y que la inmunidad de rebaño que buscó el gobierno federal de la 4T dio resultados, en el sentido de que se iban a morir los que se tenían que morir.
Se privilegiaron más los fallecimientos que la prevención, tal vez por el ahorro de recursos que se buscó con la ya tan famosa austeridad de la actual administración pública federal.
Ello, por el sistema que se buscó, en el sentido de que quienes no estaban tan graves, debían curarse en sus casas, aunque después se supo que las muertes se debieron a la falta de atención previa, que era cuando mayores probabilidades de vida existían; también fue porque el gobierno morenista buscó evitar la saturación de los hospitales y que la opinión pública se diera cuenta de la alta mortalidad en dichos sitios.
Otro drama que se presentó entre los mexicanos fue el de las afectaciones de propiedades de miles de ciudadanos por las inundaciones que hubo por diversas entidades federativas y donde el gobierno actual, al desaparecer el fondo de desastres, -con el argumento de la corrupción, pero que no se castiga a nadie-, y querer entregar individualmente los apoyos, tarea que fue muy lenta, causó muchos problemas a quienes se vieron en medio del agua en sus viviendas.
Otro factor lo describe muy bien el ingeniero civil Dean Chahim, doctor en antropología, en su investigación posdoctoral en la universidad de Princeton sobre la problemática del drenaje del Valle de México, donde explica el por qué de las inundaciones en Tula y Ecatepec.
“No fue un “fenómeno natural”, como señalan las autoridades, ni un hecho aislado: fue un efecto predecible derivado de un manejo político del drenaje en el Valle de México, donde se ubica la Ciudad de México y su zona conurbada. Este manejo siempre ha privilegiado las zonas céntricas y de mayor plusvalía, mientras se han sacrificado las zonas periféricas y marginadas.
“Esa inundación fue una de las más graves en la zona metropolitana, pero no será la última: el 17 de septiembre —solo 11 días después del primer desastre— el río se desbordó nuevamente, lo cual demuestra que se requiere un cambio radical en el manejo del agua. El gobierno de Hidalgo y el federal han insistido en que las inundaciones fueron causadas por “un fenómeno natural” ya que “había mucha lluvia” y se encontraban llenas las presas desde la semana anterior. Sin embargo, esto es un dato engañoso”.
Sigue con su explicación:
“Lo que hizo que el Río Tula se desbordara no fue el desfogue combinado de la Presa Danxhó (50 metros cúbicos por segundo) y la Presa Requena (120 metros cúbicos), ya que el río tiene la capacidad de conducir 250 metros cúbicos por segundo. Lo que ocasionó que el río se desbordara fue el torrente adicional, de al menos 220 metros cúbicos, de aguas negras y pluviales provenientes del Valle de México que la CONAGUA y el Sistema de Aguas de Ciudad de México (SACMEX) mandaron al Valle de Mezquital.
“En el Puesto de Mando de SACMEX los ingenieros enfrentan un dilema no tanto técnico sino político y moral: decidir qué zonas inundar. Cuando el sistema de drenaje se llena, no hay forma de prevenir por completo las inundaciones, más bien hay que dirigirlas a través del cierre de compuertas y la restricción de bombeo. Hay un patrón discriminatorio, porque las compuertas se cierran primero en las zonas de alta marginación como Iztapalapa, Ecatepec y Ciudad Nezahualcóyotl, dejando que se inunden para proteger a la zona centro de la capital del país; las industrias valen más que la vida, y hay vidas que valen más que otras.
“La solución es una idea que se ha manejado desde hace más de 70 años, pero siempre se ha ignorado: ampliar, lo más posible, la retención de agua en el Valle de México. Para ello, es imprescindible que de inmediato se restaure y aumente la capacidad de los vasos reguladores, azolvados e invadidos por obras como las del Tren Interurbano. Y a mediano plazo, hay que disminuir el crecimiento de la metrópoli, para poder conservar las áreas verdes existentes, que disminuyen la velocidad de los escurrimientos”.