Por Ezequiel Gaytán
La escalada de violencia en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la gestión del presidente López Obrador no empezó el jueves 21 de este mes cuando en su conferencia mañanera sostuvo que “se volvió individualista, defensora de proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros de profesionales para servir al pueblo”. Se trata de una escalada que ha construido desde el principio de su gestión a fin de acabar con la autonomía universitaria, con la libertad de cátedra, de investigación y, no me sorprendería, con el examen de admisión a fin de que a esa casa de estudios se entre por concurso como en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Al principio de su sexenio, en la coyuntura de su reforma educativa envió una iniciativa del nuevo artículo tercero constitucional y omitió el párrafo destinado a la autonomía de las universidades. Su idea era sensibilizarse acerca de la reacción de las instituciones públicas de educación superior, de universitarios prestigiados, así como el perfil de los articulistas que las defendieron. Muchos levantamos la voz, entendió el mensaje y se vio obligado a ceder. No obstante, dirigió sus baterías en contra de los Órganos Constitucionales Autónomos (OCA) bajo el argumento de que esas instituciones fueron concebidas y creadas durante el neoliberalismo. Lo que omite en su discurso es que fue una parte de la izquierda la que los promovió e impulsó.
Ahora, al inicio de la segunda mitad de su periodo y que el tiempo le carcome su “dogma fixus” o idea fija de nación, consistente en que todos piensen como él y nadie se atreva a contradecirlo, ya inició una nueva acometida, por cierto, con bastante desaguisado en contra de la UNAM y a la que ya se sumó, por supuesto, la señora Sheinbaum y el subsecretario de Educación Superior. Es cierto que en esa casa de estudios hay problemas. Hace poco la Secretaría Administrativa demostró su insensibilidad e incompetencia al no pagar a tiempo al profesorado adjunto, pero esas fallas administrativas no son suficiente motivo para acusar a la Universidad de la Nación de neoliberal. En todo caso de altamente burocratizada.
La intención de acabar con los pendones de la UNAM por parte del actual gobierno, como también lo pretendieron Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echevarría Álvarez, se debe a que es una institución crítica, tolerante y plural. Respetuosa de todas las ideologías y promotora de sueños, anhelos e innovaciones científicas y tecnológicas. En ella las conversaciones e intercambio de ideas se caracterizan, entre otras cuestiones, en que los datos son debatidos y nadie esconde los suyos. Así logra reinventarse y dialécticamente enriquecer el conocimiento. Aún más, la sabiduría.
Las acciones de la UNAM se explican y justifican debido a que en ese universo de conocimiento hay lugar y cabida para todo y para todos. La ilusión de la utopía es que en el núcleo de su esencia y sus contornos se reflejan miles de espejos acerca de las humanidades, las ciencias sociales y las experimentales. Ahí se condensan y oxigenan las frondosidades de la nobleza humana. También las disonancias y antítesis, propias de las mentes críticas, las cuales se respetan, se escuchan, reflexionan y den pie a nuevas tesis. De eso se trata la vida en la UNAM y otras instituciones de educación superior autónomas. Por eso las mentes unidimensionales no las quieren.
La UNAM no es individualista, porque es una comunidad que va más allá de sus campi. Miles de mexicanos estamos orgullosos de sus colores y nuestra formación solidaria por lo que trabajamos comprometidos con quienes no tuvieron las mismas oportunidades. No es defensora de proyectos neoliberales, sino impulsora de proyectos multi e interdisciplinarios de entre los cuales egresan profesionistas que se desempeñan en los sectores público, privado y social. Tampoco perdió su esencia de formar cuadros en favor del pueblo de México, simplemente que esos sociólogos y politólogos por los cuales el primer mandatario pregunta, no han encontrado en su gobierno oportunidades laborales.
Los actos del actual gobierno serán juzgados por la historia. También los de la UNAM. La diferencia es que la actual administración acusa sin pruebas a la casa de estudios. Por su parte la institución educativa sigue en su proceso de formar, investigar y difundir la cultura. El señalamiento gubernamental es subjetivo, impreciso y carente de sustento. La Universidad de la nación plasma su trabajo cotidianamente con hechos. Las diferencias son abismales. La UNAM es grande porque su trabajo lo hace con ánimo de crecer y con el espíritu de la raza cósmica. Léase, todos nosotros, sin exclusiones.