Hamnet,
Maggie O’Farrell.
Libros del Asteroide,
Madrid, 2020.
Por David Markino
William Shakespeare es uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos. Quizá sea posible decir, también, que es uno de los más grandes escritores. No hay duda, eso sí, de que en la lengua inglesa es el más grande. Su influencia es notoria en todas las artes y son pocos los datos de su vida que se le desconocen. Se sabe, por ejemplo, que nació en Stratford-upon-Avon donde se casó con Anne Hathaway, con quien tuvo tres hijos y un matrimonio que, si hacemos caso a la tradición, fue considerado frívolo. Siendo todo ello cierto. En este libro de la escritora irlandesa Maggie O’Farrell, nos cuenta uno de los pasajes más enigmáticos de la biografía shakespeareana: la muerte de su hijo Hamnet. Muchos estudiosos sostienen que ese hecho es el disparador a esa obra cumbre llamada Hamlet (el parecido con el nombre del hijo fallecido no es coincidencia, pues parece que en la época eran el mismo nombre). Aunque el nombre y el apellido del padre hayan sido los que guiaron a la escritora hacia la historia y puedan provocar el interés primario de los lectores potenciales, no aparecen en ninguna página del libro, puesto que, justamente, a O’Farrell siempre le pareció terrible asumir que la muerte de este niño no había tenido un impacto demasiado grande en esta familia y ni para el propio Shakespeare. Estamos, pues, ante un ejercicio de imaginación para remediar eso, para explicar la pérdida. ¿Es un intento de comprender cómo nace una obra maestra, qué intereses la sostienen y por qué tiene tal trama? De primera instancia, uno podría, ingenuamente, pensar que es más o menos parecido a lo que vimos en el cine con Shakespeare in love y Romeo y Julieta. Ya lo juzgará el lector.
En Hamnet, se nos narran las circunstancias alrededor de la muerte del hijo de Shakespeare a la temprana edad de once años; de cómo afecta a toda la familia, con especial atención a su esposa y madre del pequeño, Anne Hathaway, en el libro llamada Agnes. Vemos cómo, por la propia naturalidad, Agnes se convierte la verdadera protagonista de la novela. Es presentada como una mujer fuera de lo común, conocedora de los secretos de la naturaleza, curandera y con cierta capacidad premonitoria. Nada que ver en cómo la pinta la tradición. La historia está ambientada, por tanto, en el Stratford de finales del siglo XVI, cuando muere el chiquillo, aunque en su primera parte nos cuentan cómo, unos años antes, sus padres se conocieron, se casaron, acabó yendo Shakespeare a Londres. En todo caso, todo no es sino un marco alrededor del cuadro principal, del núcleo central que supone el fallecimiento del hijo. Uno podría preguntarse hasta qué punto es verdad todo lo que se narra aquí. Lo cierto es que se conoce muy poco sobre la vida de Hamnet: tuvo una hermana melliza llamada Judith, y fueron bautizados el 2 de febrero. Según los registros municipales, fue sepultado el 11 de agosto de 1596 en Stratford, en una época en que era normal en Inglaterra que un tercio de todos los niños falleciesen antes de los diez años, por lo que la muerte temprana del hijo de Shakespeare no era un caso aislado.
Esta novela está magníficamente escrita; cada uno de sus pasajes muestran una excelencia literaria difícil de mejorar y una ambientación histórica de lo más eficaz y sugerente, basada sobre todo en la evocación sensorial y en una estupenda recreación del espacio doméstico, de la profundidad psicológica y la empatía con que se retrata a los personajes. Además, se presenta un libro consciente de la tragedia que es perder un hijo, la desgarradora exposición que nos ofrece de la enfermedad y la muerte, la pérdida y el duelo. Por resumir: una novela sobresaliente en todos los sentidos.