*Fechas Para Escuchar Canciones Populares
*Están Obras de Grandes Autores Universales
*Oye la Historia que Contome un Día el Enterrador
Por Susana Vega López
Así como hay ofrendas, conmemoraciones, rituales, puestas en escena, calaveras literarias -y demás- antes, durante y después del Día de Muertos que atrajeron a cerca de un millón 410 mil turistas que se hospedaron en hoteles, la música no queda al margen de estas actividades y por todos lados se tocan canciones y melodías al respecto.
Entonces se escucha la composición de Alberto Urquiza, Bodas Negras: “Oye la historia que contome un día/ El viejo enterrador de la comarca/ Era un amante que por suerte impía/ Su dulce bien le arrebató la parca. / Todas las noches iba al cementerio/ A visitar la tumba de su hermosa/ La gente murmuraba con misterio/ es un muerto escapado de la fosa…”
También la de la Llorona, en una de sus tantas versiones: “Ay de mi llorona, llorona, llorona llévame al río/ Tápame con tu rebozo, llorona, porque me muero de frío. /No sé que tienen las flores, llorona/ Las flores del camposanto/ Que cuando las mueve el viento, llorona, parece que están llorando/…”
O la de Que monstruos son: “Bailaba la Llorona en los brazos de Acuamán/ Y Drácula volaba al compás del chachachá/ Mortizia se peinaba con cajeta y aguarrás/ Mientras que el Hombre Lobo aullaba sin cesar/…”
Así como la de Recuérdame: “Recuérdame, hoy me tengo que ir mi amor/ Recuérdame, no llores por favor/ Te llevo en mi corazón y cerca me tendrás/ A solas yo te cantaré soñando en regresar/ Recuérdame, aunque tenga que emigrar…”
Pero en lo que se refiere a la considerada música culta, la docta, la que no es comercial o muy popular, existen piezas especiales para los difuntos llamada réquiem, que proviene de la palabra latina réquiems, que significa descanso, y de la palabra quiescere que se traduce en calma, descansar, reposo, quieto. Y, por tanto, es música que atrae al turismo, especialmente al segmento de cultura, que anda en busca de estas manifestaciones artísticas; es un imán para el visitante selecto que busca y acude a escuchar a sus favoritos y que representan una importante derrama económica.
El pasado domingo, la orquesta y coro del Teatro de Bellas Artes ofreció en concierto el Réquiem de Wolfang Amadeus Mozart para honrar la memoria de quienes han fallecido por Covid 19.
Este réquiem, en particular, es muy especial. Se dice que Mozart comenzó a componer el Réquiem, por encargo, en noviembre de 1791, no obstante que un hombre misterioso se lo había pedido desde julio y el compositor quedó de entregarlo en un mes. Era un hombre vestido de negro que llegó hasta las puertas de su casa, en Viena, para hacer su petición. Mozart aceptó tras un adelanto económico sustancioso. Cuando le preguntó quién era no quiso identificarse.
Dicen los que saben que era el enviado del conde Franz von Walsegg, un músico aficionado que tenía a su mujer muy enferma y que quería una música especial que se tocaría en los funerales de su esposa. Cabe señalar que dicho conde quería hacer creer que él fue quien compuso este réquiem.
Sin embargo, por esas fechas, a Mozart le llamaron desde Praga con el fin de escribir la ópera La Clemencia de Tito, para festejar la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia, además de que trabajaba en la ópera La flauta mágica, por lo que no pudo entregar en tiempo y forma el réquiem solicitado.
Cuando el compositor austriaco subía, junto con su esposa Constanza, al carruaje que los llevaría a Praga, el desconocido, igual vestido de negro, lo enfrentó y le preguntó por su encargo. Esto sobrecogió a Mozart pues, a decir de la vox populi, estaba obsesionado con la muerte y creyó que era un mal presagio, que era un mensajero del apocalipsis y que el réquiem que iba a componer sería el de su propio funeral. (Y así fue).
Comenzó a trabajar en dicha obra y poco después cayó enfermo por lo que el réquiem quedó inconcluso. A petición de Mozart, el joven Franz Xaver Süssmayr uno de sus alumnos quien conocía perfectamente la trayectoria de su maestro terminó el trabajo. La viuda, Constanza, le pidió que no revelara que él había concluido la pieza.
Otra de las versiones señala que la persona misteriosa que hizo el encargo y lo buscó para saber qué había pasado con su réquiem, ahora vestido de gris, lo envenenó al obligarlo a beber mercurio.
En la película Amadeus, de Milos Forman (1984), se comenta que fue el joven italiano Salieri y persona muy allegada al compositor quien concluyó el Réquiem de Mozart. Lo cierto es que murió en extrema pobreza, a dos meses de cumplir 36 años.
- Mila describe el Réquiem: “más que un amedrentador presagio del juicio final, se presenta envuelto en una dulce y mozartiana resignación, carente de rebelión y miedo. Las mayores alturas no las alcanza en los episodios dramáticos y fuertes sino en la melancolía dulcísima y fatigada de las partes lírico-elegiacas: el ‘Recordaré’, el ‘Jesu pie’y el sublime ‘Lacrimosa’…
En el registro parroquial de la Catedral de San Esteba, Viena, se lee: “6 de diciembre de 1791, Johannes Chrysostomus Wolfangus Theophilus Mozart, muerto de fiebre militar aguda. Edad, 36 años”. A esta fiebre también se le conoce como la fiebre de las trincheras.
El musicólogo Emile Vuillermoz refiere que “la fosa común del cementerio de San Marcos se tragó anónimamente, el 6 de diciembre, los restos mortales del joven músico”.
Y, bueno, lo anterior por el tema de Día de Muertos que, por cierto, en un comunicado de la Secretaría de Turismo, se estima una derrama económica de mil 922 millones por concepto de hospedaje en este puente del Día de Muertos que hoy concluye.