¿Un Capitalismo Realista?

Fisher, Mark,
Realismo Capitalista.
¿No hay alternativa?,
Buenos Aires,
Caja Negra,
152 páginas 2018.

Por David Marklimo

Fredric Jameson escribió una frase que ha quedado grabada en más de un científico social -y también en muchos alternativos-: es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Es bajo ese postulado que Mark Fisher, una de las referencias clave del universo cultural británico, para escribir un profundo análisis sobre la realidad actual y la incuestionable consolidación de un capitalismo brutal que es inmune a las ideologías políticas. Al día de hoy, ninguna de las opciones de gobierno en el mundo (incluidas las economías más sociales) pone en duda su vigencia y su necesario desarrollo y fortalecimiento. Surgen entonces, las demoledoras preguntas: ¿no hay, de verdad, alternativa al capitalismo? Y de ser así, ¿cuánto tiempo puede subsistir una cultura sin el aporte de lo nuevo?

A ver, por partes. La expresión ‘realismo capitalista’ fue acuñada en los años 80 por un grupo de artistas pop alemanes como referencia paródica al realismo socialista, sin embargo, en la resignificación operada por Fisher, el término toma un alcance mucho mayor y es definido como un estado de agotamiento y esterilidad política. Que el capitalismo se ha vuelto ‘realista’ significa que es aceptado como el único juego al que podemos jugar. Esto es así para las generaciones nacidas en los años 80 y 90, para quienes el capitalismo aparece como la única realidad posible, lo único que es real y existe. Fisher nos señala cuatro rasgos que constituyen el fundamento invisible del realismo capitalista: la globalización, el desplazamiento de las manufacturas por la computación, la precarización del trabajo y la intensificación de la cultura del consumo. Esta tesis la defiende apoyándose en referentes culturales, pero también analizando la derivada de la salud mental en la actualidad: la hedonista depresión en la que están inmersos los jóvenes, las implicaciones educativas o el ejercicio de un derecho natural monopólico sobre el deseo, entre otros.

Tras este exhaustivo análisis, Fisher tiene tiempo para las alternativas o posibles soluciones que se pueden resumir en la siguiente idea, “deberíamos pelear por la construcción de una modernidad alternativa en la que la tecnología, la producción en masa y los sistemas impersonales de gerenciamiento contribuyan, todo, a la remodelación de la esfera pública. Y público no significa, en este caso, estatal: el desafío es imaginar un modelo de propiedad pública que no sea el de la centralización estatal como la que se dio durante el siglo XX”. Para ello, Fisher considera importante modernizar la idea de que el espacio público no se reduce a un agregado de individuos con intereses particulares, desarrollar estrategias contra un capital que se presenta como ubicuo tanto en términos geográficos como ontológicos. En definitiva, es necesario construir una alternativa coherente y creíble capaz de enfrentar al capitalismo porque, si no lo hacemos, el realismo capitalista en su posición de dominación tanto en la economía como en la política, prevalecerá.

Parte del potencial teórico de este breve ensayo no consiste solo en hacer diagnósticos cuya validez persiste incluso en tiempos de pandemia, sino, también y principalmente en su capacidad para hacerse buenas preguntas y proponer estrategias de respuesta a la altura de los tiempos. En ese sentido, no es una vuelta de tuerca más o un canto al anticapitalismo inmovilista de la izquierda tradicional. Más bien se nos muestran propuestas para dar respuesta a las nuevas formas del deseo a las que la contracultura sí pudo dar voz, antes de ser cooptada por la derecha. Consecuentemente Fisher aboga por abandonar las demandas obsoletas a las que seguiría anclada la izquierda tradicional, para poner el foco en reclamos específicos (el clima, el género, la equidad, etcétera). La superación del capitalismo, de su realidad, entonces, pasa por construir sobre los deseos que el neoliberalismo ha generado, pero que no ha logrado ni logrará satisfacer. El desafío, al fin, de la acción política estriba en politizar toda área de dominio capitalista que sea susceptible de ser modificada. Nada más, nada menos.

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