Por Jesús Michel Narváez
En política nada es gratis, afirman los clásicos. La expresión debe aplicarse en todos los ámbitos. Nos ocupa la primera acepción.
Claro, los que ejercen el poder público niegan todo arreglo “en la oscurito” y arrojan la piedra en contra de los que están o estarían maiceando, no como a los pollos, sino como a políticos profesionales que catafixian lo que tienen y le suben el valor.
Nadie le cree al Gobierno y al presidente López en particular, que, si los diputados y senadores del PRI votan a favor de la iniciativa que pretende reformar la Constitución para arrojar otra palada más y sepultar la reforma energética concebida y aprobada en el mandato de su antecesor, lo harán porque se pusieron del lado cardenista y abandonaron el neoliberalismo.
¿Qué puede dar a cambio el presidente o que pedirían los legisladores para satisfacer el canibalismo nacionalista que pregona en Palacio Nacional?
No hay mucho para dónde hacerse: posiciones, dinero o carpetas de investigación.
Porque lo recibido por los todavía tricolores en la LXIV Legislatura: la junta de coordinación política y la comisión de Gobernación, no parece gran cosa. Tendrían necesidad de otro “estímulo”.
¿Lo vale para quien no cede en su terquedad a pesar de las opiniones en contrario?
El juego de Alejandro Moreno es igual de perverso que el presidencial: convocar a parlamento abierto y escuchar académicos, funcionarios, empresarios, inversionistas nacionales y extranjeros para “conocer sus puntos de vista”, será una repetición de lo que se hizo en 2013 para llevar a cabo la reforma energética. Si hay dos temas sumamente discutidos, con los mismos y otros actores , han sido los de energía eléctrica y Pemex. A estas alturas no se conocen nuevos conceptos, sustentables y sostenibles, que cambien lo hasta ahora hecho, conocido y en funciones.
La “amenaza”, por desconocimiento al no haber sido nunca legislador, de “exhibir” los nombres de los diputados que voten en contra “paraque todo el pueblo sepa quienes son”, es una perogrullada. No saber que existen tableros electrónicos -por cierto, el de la Cámara de Diputados fue propuesto e impulsado por Porfirio Muñoz Ledo- en donde se registran los nombres de diputados y senadores, cada quien nen su espacio, y el sentido de su voto.
Eso lo sabe y bien, el “pueblo bueno” y también “el malo, el fifí, el conservador, clasemediero”. No hay necesidad de engaña a ninguno de los dos -pueblos- con adquirir el compromiso de hacer público los nombres, apellidos y apodos de los que demuestren tener un poco más de neuronas y menos rencores acumulados.
El presidente puntualizó: hay solo dos caminos: que CFE maneje la industria eléctrica o que la manejen particulares, empresas nacionales o extranjeras “que tienen propósito de lucro”.
“No hay ninguna negociación, no hay moneda de cambio, eso nosotros no lo hemos hecho ni lo haremos. Cada quien tiene que asumir su responsabilidad, los legisladores tienen que representar al pueblo y ellos van a contar con toda la información”. Con “todo respeto”, la duda prevalece. Difícil demostrar la moneda de cambio, pero de que anda en los mercados Ejecutivo y Legislativo, anda.
¿A cuál pueblo representan los legisladores?
Porque hay dos en la mente presidencial.
Como quiera verse el tema, es obligado reiterar que en la política no hay nada gratis.
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