Por Jesús Michel Narváez
El anuncio presidencial de que el Banco del Bienestar podría ser el ente al través del cual se paguen los salarios de la burocracia y el receptor de las divisas que envían los connacionales desde el extranjero, 99 por ciento de Estados Unidos, ha puesto a temblar a los bancos privados, sobre todo los extranjeros que encontraron en México el mercado que les produce las utilidades para sus matrices ubicadas en el extranjero.
El proyecto gubernamental estima cubrir el territorio nacional con 2 mil 900 sucursales. No se ha informado si contará con corresponsales, es decir, tiendas de conveniencia, de autoservicio y departamentales, entre otras.
Los cinco principales bancos con atención al público: Citibanamex, BBVA, Santander, HSBC y Scotiabank, conjuntan 6 mil 925 sucursales -datos actualizados por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores-, además de la existencia de otras 45 instituciones de banca múltiples, que podrían sumar las 10 mil en total.
La intención del Gobierno no es nada mala. Sin embargo, enfrenta la falta de infraestructura en lo que anteriormente se llamaba Bansefi y ahora lleva el nombre de Bienestar. Apenas en este pasado miércoles el presidente inauguró la primera sucursal del reformado banco.
Hay reportajes audiovisuales y escritos sobre el ritmo que lleva la construcción de las sucursales a lo largo y ancho del país y no son alentadores.
Además del desangelado diseño, cuando menos en diversos estados, de las sucursales, se enfrenta otro grave problema: la carencia de cajeros automáticos -presuntamente ya se adquirieron en China, cómo no-, la insuficiencia de conexiones vía internet y la seguridad en las mismas.
De acuerdo con los anuncios oficiales, Bienestar esparcirá todos los recursos de los programas sociales que alcanzan el medio billón de pesos y la oferta realizada: no cobrar comisiones por el manejo de los dineros públicos, se vuelve una espada de Damocles sobre las cabezas de las instituciones financieras-bancarias, extranjeras las más importantes, porque reciben enormes sumas de dividendos por recibir, trasladar y pagar a los beneficiarios en sus sucursales. Muchas de ellas no tienen sus sedes en zonas alejadas a las capitales de los Estados o de las cabeceras municipales. Tampoco Bienestar contaría con las suficientes sucursales para dispersar los beneficios de los programas sociales.
Sin embargo, el solo anuncio de que Bienestar operará las nóminas federales y estatales, así como municipales, representa que los bancos privados dejarán de tener millones de clientes que hoy les representan pingües ganancias. Los informes de las utilidades obtenidas de por los bancos, es de suma importancia para sus matrices.
Bien a bien se ignora cuánto tiempo se requerirá para contar con la red de sucursales para que a través del banco del gobierno se pueda operar la multimillonaria suma que representan en conjunto los programas sociales y las nóminas de empleados públicos de los tres niveles de gobierno.
Como se plantean las cosas, no es descartable que Bienestar también opte por otorgar créditos comerciales, hipotecarios y para automóviles.
De concretarse todo el diseño, Bienestar desplazaría a la banca privada y ese es otro paso hacia la “socialización” del país. Y por ello, tiemblan los bancos y los banqueros.
¡Aguas con las inversiones extranjeras! Se pueden ir y ello representaría un severo golpe para la economía nacional.
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