Por Silvestre Villegas Revueltas
El día de ayer 27 de septiembre de 2021 marcó el aniversario doscientos del movimiento civil y militar que consumó la guerra de Independencia frente a la metrópoli española. Lo anterior no es una interpretación ideológica sino un hecho histórico comprobable. En cambio, lo que sí ha estado en la discusión desde el día siguiente de la parada militar hasta la actualidad es ¿qué grupo político capitalizó la entrada del Ejército Trigarante? ¿Qué tipo de sistema político de gobierno convenía a México: monárquico, imperial bonapartista o republicano en sus versiones federal o centralista? ¿Quiénes vieron frustrados sus intentos por llevar a cabo la reforma social que proclamaba el ala más progresista del movimiento independentista, léase Morelos, Quintana Roo, López Rayón, los abogados ilustrados del Congreso de Apatzingán? ¿Dónde quedó la necesidad de cambio profundo subrayado por Vicente Guerrero, Gordiano Guzmán, Juan Álvarez, amén de otros sureños que vivían la problemática racial en la lejana y calurosa zona geográfica del Pacífico entre los hoy estados de Michoacán hasta Oaxaca?
Porque no hay el espacio necesario para el análisis pormenorizado, recomiendo muy encarecidamente a los queridos lectores que puntualmente lean “Los sentimientos de la Nación” firmados por Morelos y el “Plan de Iguala” cuyo ideario fue producto de reuniones secretas en el jesuítico templo de La Profesa, y de ideas concebidas ejecutivamente por Agustín de Iturbide, quién había sido nombrado por el virrey comandante militar para combatir la guerrilla insurgente en los breñales del Sur. Ambos textos están accesibles en la internet y en ellos podrá darse cuenta el lector de la diferencia programática que sobre la sociedad novohispana luego mexicana querían las dos facciones que participaron en el movimiento emancipador. El ideario moreliano e iturbidista son de escuelas políticas y concepciones sociales genuinamente opuestas, solamente coinciden en proclamar la necesidad de que se materializara una independencia total de la “América Septentrional” frente a la corona de España.
El experimento imperial iturbidista duró poco más de un año; debe señalarse que en la América del Sur los líderes independentistas como Simón Bolivar, San Martín, Sucre, O´Higgins les fueron otorgados títulos de emperadores, generalísimos, jefes supremos, dictadores y directores vitalicios. A lo largo del siglo XIX mexicano y bajo administraciones que gobernaron en marcos constitucionales federales o centralistas luego liberales y conservadores, la celebración de la gesta independentista fue siempre el 16 de septiembre pero también, y en un segundo plano, se rememoraba el movimiento de Iguala materializado en la parada del 27 de septiembre de 1821; el colmo vino durante el Segundo Imperio Mexicano porque el emperador Maximiliano “les salió liberal” a la clerecía conservadora. El austriaco fue al pueblo de Dolores, arengó a la población, gritó los nombres de Hidalgo, Allende, Morelos y a los pelucones les dio diarrea. Tiempo después durante el largo gobierno de Porfirio Díaz las conmemoraciones de la independencia se oficializaron, los desfiles cívicos/militares fueron imponiéndose y para las “Fiestas del Centenario” en 1910, además de obras magníficas como la Columna de la Independencia que resulta parecidísima a la columna que en Berlín conmemora las batallas ganadas por Prusia y que terminaron en la formación del Imperio Alemán, las fiestas incluyeron la formalización de la Universidad de México, obras públicas como presas y sanatorios como “La Castañeda” amén del banquete que muy “a la francesa” dedicó el presidente Díaz a sus invitados internacionales provenientes de Europa, los Estados Unidos, la Gran Puerta y el lejano oriente sino-japonés. No los iba a agasajar dándoles mole con guajolote, puntas en chile morita, chiles en nogada, arroz con leche, frutas cristalizadas o buñuelos… eso era para el peladaje. Once años después de una guerra civil que costó mucho dinero convertido en deuda soberana para México y de cientos de miles de muertos, el gobierno del general Álvaro Obregón organizó las fiestas del centenario pero referidas a la consumación de la Independencia, como hoy le ha estado tocado al régimen de López Obrador. El sonorense le encargó a José Vasconcelos los festejos y éste le dio un toque, no a la francesa sino mexicano organizando bailables de las diversas etnias mexicanas, y las referidas a la raigambre mestiza como los sones jarochos, jarabes tapatíos y polkas norteñas, aunado a cuadros gimnásticos. El banquete obregonista incluyó carnes norteñas, quesos duranguenses, adobos del centro de la república, dulces mexicanos como las pepitorias aderezados con tequila, cerveza, pulquérrimo, y un devaneo extranjerizante: cognac que le gustaba mucho a los generales revolucionarios. Vasconcelos mandó pintar los murales de tema histórico/social ubicados en la Secretaría de Educación Pública, se formalizaron los cursos universitarios para extranjeros de tema mexicano y comenzó a publicarse la colección de “libros verdes” de literatura y filosofía clásica.
Se había materializado una diferencia entre las fiestas del porfiriato y las fiestas de los revolucionarios sonorenses.
Pasaron cien años en el tránsito entre los siglos XX y XXI y el México contemporáneo no es el mismo de los tiempos iturbidistas y de Juárez, como tampoco de Vasconcelos o el de las magníficas fiestas en tiempos de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. La versión canónica que no oficial del movimiento independentista se mantuvo en los libros de texto, igual que en los libros de la academia histórica, aunque con ciertas críticas. Cuando se llegó al tiempo de las dos administraciones panistas (2000-2012), sorprendentemente, la ortodoxia histórica se mantuvo en las publicaciones oficiales del gobierno, como las del INHERM. Hubo más publicaciones sobre la Independencia que sobre la Revolución Mexicana ya que al panismo nunca le ha hecho mucha gracia dicho episodio histórico. La pifia mayor fue la Estela de Luz porque no remite a nada que tenga que ver con el movimiento de la independencia, y ahora con las tres torres bancarias que están a los lados, más bien parece una decoración postmoderna que complementa tales edificaciones. ¿Cuál era el plan original de la administración de AMLO para las celebraciones del centenario de 2021? Probablemente nunca lo sabremos porque los gastos para enfrentar la pandemia del Covid son inmensos, y es mejor comprar más vacunas que organizar algo fastuoso. Lo que sí sabemos es que como en tiempos de Iturbide, de Maximiliano, de Porfirio Díaz, Obregón y Calderón, las celebraciones con sus héroes y omisiones responden a un proyecto político. Nos guste o no.