Y Quien Debe Pagar
Por Horacio Armando Hernández Orozco
“¿Cuánto Vale la Vida?” (“Worth”) película dramática de 2020 dirigida por Sara Colangelo, protagonizada por Michael Keaton (Kenneth Feinberg), Stanley Tucci (Charles Wolf), Amy Ryan (Camille Biros), Tate Donovan (Lee Quinn) y Shunori Ramanthan (Priya Khundi); cuyo estreno en cines fue el 10 de septiembre de 2021, mientras en la plataforma de Netflix se dio a principios de ese mes.
Kenneth Feinberg, un reconocido abogado, se ofrece para manejar el Fondo de compensación a las víctimas del 11S, y fijar las bases para el respectivo pago bajo la condición de que no demanden a las compañías aéreas, pero pronto descubre que no hay una fórmula única para ello.
La cinta está basada en hechos reales. El guión surge a partir del libro escrito por el propio Feinberg, cuyo título fue “What Is Life Worth?”: “The Unprecedented Effort to Compensate the Victims of 9/11”, publicado en 2005. La cinta muestra los avatares que afrontó este abogado para lograr que esa compensación económica fuera lo más justa para cada quien.
LA CLASE Y LA VIDA REAL
Feinberg está dando clase a sus jóvenes alumnos y futuros abogados sobre la compensación civil por daño moral por muerte de una persona, y les pide a los alumnos que fijen una cantidad que ofrecer a su contraparte para llegar a un arreglo; se manejan varias cantidades hasta llegar a 2.7 millones de dólares, pero ¿será esa cantidad la correcta?
La pregunta sobre cuánto vale una vida, puede tener varios enfoques: entre lo filosófico y lo económico, sin que ninguno de ellos descarte al otro, pero jurídicamente hablando ¿cuánto vale una vida?
Esta pregunta cobra gran relevancia cuando el 11 de septiembre de 2001, dos aviones se estrellaron sobre las Torres Gemelas que conformaban diversas oficinas, entre ellas, las del World Trade Center.
Ese es el gran dilema que hace el filme, y la respuesta no es única, Feinberg señala que el dinero sirve para pagar comida, un techo y pasar la página, lo cual es cierto, hasta que Charles Wolf, le responde: “¿Cree que es por avaricia? No somos números que caben en una fórmula”.
¿POR QUÉ NO DEMANDAR A LAS AEROLÍNEAS?
La mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando varios aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono, Feinberg está en un tren de vuelta al capitolio, y ve horrorizado, al igual que otros pasajeros, el humo que sale del impacto.
Cuando hay una perdida humana, más allá de causas naturales, se busca a un responsable de la misma y en su caso una reparación del daño correspondiente por esa circunstancia.
Los ataques sufridos por los Estados Unidos fueron atribuidos al grupo terrorista Al Qaeda, y bien podría pensarse que la reparación del daño tendría que ser a cargo de quien orquestó y dirigió este evento, pero ello no le relevaba de responsabilidad plena a las aerolíneas que se vieron involucradas en el evento, al menos así se deja entrever en la cinta.
Pocas semanas después de los ataques, el Congreso Estadunidense crea apresuradamente un Fondo de Compensación de Víctimas del 11S a cambio de que no demandaran a las compañías aéreas; pero ¿por qué no demandar a esas compañías?
Al día siguiente del ataque, las altas esferas de la política estadounidense se reunieron con el objetivo, no de atender los daños humanos provocados por el episodio, sino de salvar a las compañías aéreas de un desfalco que podría haber arrastrado a toda la economía.
Esto es, que conscientes de que la eventual demanda colectiva en contra de las aerolíneas y por el monto de las indemnizaciones, traería el colapso económico y financiero en el país vecino, razón por la cual, a instancias del presidente George Bush, el Congreso creó este fondo de compensación buscando evitar una recesión económica; por lo que Feinberg tiene dos años para convencer a, por lo menos, el 80 por ciento de las víctimas para que acepten la compensación.
¿DINERO O JUSTICIA?
Feinberg recibe el encargo del gobierno de diseñar la compensación, por lo que junto con su abogada asociada Camille Biros y su equipo buscan lograr la fórmula mágica para determinar el monto conveniente para compensar a los familiares de las víctimas directas del 11S.
Lo cierto es que no existe esa fórmula mágica, simplemente habrá parámetros para fijar cierto monto, pero difícilmente podrá considerarse como algo justo, pues el cuantificar una vida humana escapa al término tradicionalmente aceptado de justicia: Dar a cada quien lo suyo.
¿Cómo dar lo suyo al familiar que ha perdido a un ser querido en un accidente de esta magnitud?
Charles Wolf, un periodista cuya mujer falleció en los atentados, puntualiza que no es sólo cuestión de dinero sino de empatía con la gente que ha sufrido trágicamente esa perdida, y por lógica dar una misma cantidad de dinero por cada deudo no era justo, y dar un trato igual a los desiguales tampoco era justo, y aunque la ley previera ese tipo de reglas generales, las mismas deberían ser individualizadas.
En México existen diversas normas que tazan la indemnización por muerte de una persona; los artículos 484, 501 y 502, de la Ley Federal del Trabajo establecen que cuando la muerte del trabajador sobrevenga de un riesgo de trabajo, se le puede demandar al patrón el pago de la indemnización de 5,000 días de salario; a su vez el artículo 1915 del Código Civil Federal, en su redacción vigente a partir del 19 de enero de 2018, remite expresamente a las disposiciones de la materia laboral.
Lo que pide Charles Wolf, así como miles de afectados es un trato digno, pues se trata de seres humanos y pérdidas difícilmente cuantificables, lo que buscan es esa reparación humana.
Feinberg se sincera al respecto, y se convence que el establecer un parámetro único como lo prevé la ley, no es una solución justa, no es un abogado despiadado o inescrupuloso, aunque representa a un sistema frío y calculador.
Al principio cada vida es tasada por su edad y profesión, lo cual es injusto, pero todavía hay más injusticias por resolver, como es el caso de las parejas homosexuales, no siempre reconocidas, los hijos nacidos fuera de matrimonio, los migrantes indocumentados fallecidos.
En esta cinta no hay héroes ni villanos, sino un dilema moral, filosófico y económico a resolver a través del derecho: El precio de la vida.
El 3 de mayo de 2021, en la Ciudad de México 26 personas murieron y decenas más resultaron heridas al colapsar el tramo elevado de la Línea 12 del metro capitalino; el esperado informe final sobre el desplome ha confirmado lo que ya apuntaba el primer examen de junio: La causa del accidente es una falla estructural en la construcción y diseño original de la infraestructura; pero más allá de quién sea el responsable de ello, ¿habrá una compensación justa para los familiares de las víctimas directas o habrá que contratar a Kenneth Feinberg?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…