Por Alberto F. Mena Mallen
El lenguaje que utiliza el presidente Andrés Manuel López Obrador durante sus mañaneras, y antes, durante su campaña, al utilizar frases o palabras que repite con frecuencia ha provocado que se elaboren miles de memes que quedarán para la historia y que ha hecho pensar y reflexionar a miles de ciudadanos, que las utiliza como gancho para sus propósitos políticos y no para dar “bienestar”, a miles que creyeron en su proyecto de nación que denominó la 4T y que poco a poco se desvanece al chocar con la realidad.
El hecho de querer que los alumnos de educación básica regresen a clases presenciales a fines del presente mes hace pensar a la población de que el presidente con su “llueve, truene o relampaguee”, nos recuerda sus dichos respecto a la pandemia del coronavirus, en el sentido de que invitaba a comer en changarros, a darse abrazos y no balazos y a reiterar que todo estaba bien, que ya tenían domado al virus del SAR cov2, que pronto saldríamos del problema, pero no funcionaron como él quería y sí perdió credibilidad ante muchos mexicanos que vieron que nunca tuvieron fortaleza las palabras presidenciales y más cuando somos el cuarto país con más muertos por esta pandemia.
El “hay que tomar riesgos”, enviando a los peques a la escuela, con un sistema de salud deficiente, con falta de apoyos económicos a las familias, -los que se entregan no pagan un ingreso a un hospital privado, ya que en los públicos existe el riesgo de contagio del coronavirus-, con escuelas sin atención, con carencias de todo tipo, otras vandalizadas, maestros vacunados con la Cancino -que tiene una respuesta del 65 por ciento-, los padres de familia consideran que sería un alto riesgo mandar a los niños a las escuelas, ya que el gobierno no garantiza nada, cuando no autoriza la vacunación a los menores de 18 años y menos que sus hijos no se contagiarán porque él o su titular de educación lo dicen y lo aseguran.
Y ejemplos sobran, como los niños con cáncer, a quienes se les limitó el uso de medicamentos que normalmente se les entregaba en los diversos hospitales en el país y que aún siguen protestando por ello, y ni los pelan, total, que se mueran los que tengan que morirse, tal y como sucedió con aquellos viejitos o personas de la tercera edad, cuando inició la pandemia por Covid-19, cuando se presentó el debate de la saturación de camas en hospitales y a quien debía darse preferencia para ocuparlas.
Cuando dijo López Obrador: “Yo no me voy a divorciar del pueblo; vamos a estar siempre juntos”. Pero hay noticias en el sentido de que en sus giras y con el pretexto de los contagios y la sana distancia, evita a quien desea entregarle demandas o simplemente solicitarle ayudas por problemas que enfrenta la población; incluso hasta protestas y manifestaciones que por lo regular nunca atiende o encaraba como lo hacía anteriormente.
Otro de los mensajes que ha dado, en esta ocasión en año nuevo: “Tengo motivos para estar optimista”, tal vez lo haga en el sentido de que la macroeconomía no se ha desfondado, pero la micro economía, la que afecta a las familias, va de mal en peor, con una inflación que no ha podido ser controlada, con alzas en los precios de consumo básico como lo es la tortilla o porque la austeridad afecta a todos por igual al limitarse servicios o programas que apoyaban a los más desamparados. El primer mandatario destaca que él tiene otros datos.
“Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Es otra frase que emite con frecuencia el presidente, para mostrar que sus decisiones se toman en cuenta, pero que no hay claridad ni información en las investigaciones respecto a las acusaciones que se han hecho a algunos de sus familiares y colaboradores cercanos. “No (vamos a) ocultar nada, no (vamos a) ser tapadera de nadie”, dijo por el caso Odebrecht y ya a más de un año de la detención del primer involucrado, aún no hay ni mínimos resultados en el combate a la corrupción.
“No le vamos a fallar al pueblo de México”, subrayó en su toma de protesta. “Tengo las riendas del poder en las manos”, al aseverar que su gobierno había iniciado de la mejor manera, pero con el tiempo ha mostrado que solo el poder lo tiene secuestrado, porque su gobierno va de mal en peor, ya que casi a diario se enfrenta a diversos sectores, quienes mejor toman distancia y esperan un mejor momento para participar.
Una frase más que se desmorona: “En 100 días vamos a terminar de desatar toda la acción transformadora”, pero la pandemia y su mala administración y organización ha evitado que cumpla con sus propósitos de reformar a México y de proteger más a los pobres de las injusticias de los neoliberales; se han producido más pobres en su administración que en las anteriores.
“Nuestro principal legado será purificar la vida pública de México”, dijo y en las pasadas elecciones se mostró la división que ha crecido en el país, tal vez entre “chairos” y “fifis”, tal y como él lo determinó al estar acusando casi a diario a quienes no comulgan con sus políticas públicas y a sus críticos, que le pegan duro en lo que más le duele, en su ego tabasqueño. El odio que ha desatado entre unos y otros mexicanos aumenta.
“Se va a hacer más con menos, porque se acaba la corrupción”, dijo para defender su paquete presupuestal. Pero lo que nunca ha explicado ha sido respecto a las reducciones tan drásticas que se ha hecho a los presupuestos del sector salud y que provocan el desabasto de medicamentos, entre otros.
“No se va a tirar un solo árbol”, aseguró al dar el banderazo a la construcción del Tren Maya, pero diversos organismos no gubernamentales han destacado que esto no es así, ya que aparte de que se ha modificado el trazo de algunas de las rutas, si hay derrumbe de árboles en muchas zonas.
“Faltaba un buen gobierno para convertir a México en potencia”, aseguró, durante la presentación de la Zona Libre de la Frontera Norte, pero las inversiones tanto extranjeras como nacionales continúan en espera de tiempos mejores, no hay aún confianza.