Algunas Reflexiones Sobre la Derrota del Imperio Azteca

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

Es una perogrullada, sobre todo por parte de cientistas sociales como es el caso Héctor Aguilar Camín, asombrarse y señalar con dedo flamígero que ha sido una infamia que el gobierno de López Obrador esté utilizando para su beneficio ciertas interpretaciones de sucesos históricos en la historia mexicana para apuntalar su visión de país. Yo le quisiera recordar al editorialista del diario Milenio que durante el salinato y cuando él estaba en el candelero, se llevó adelante una mancuerna entre funcionarios del gobierno federal e intelectuales orgánicos (ello no es ningún pecado) para señalar que el neoliberalismo del siglo XX era hijo directo de ciertas políticas económicas llevadas a cabo durante el porfiriato. Se enalteció a Porfirio Díaz, se llegó al extremo de no calificar como dictadura a un gobierno unipersonal que duró treinta años, y fueron tan autoritarios que si algún opositor político, intelectual, investigador universitario o artista criticaba al neoliberalismo se le condenaba al ostracismo, al ninguneo. Ello quiere decir que eran tan intolerantes y más en los años de 1990’s como ahora; pero y concedemos, es una tontería cambiar “el árbol de la noche triste” por “el árbol de la victoria”. Sin embargo no se nos olvide que las avenidas de Niño Perdido y San Juan de Letrán fueron rebautizadas con el nombre de Eje Central Lázaro Cárdenas, y muchas otras lindezas como durante el gobierno de Calderón se sacaron los huesos de la columna de la independencia, burrada de la misma magnitud a cuando en tiempos de Echeverría se ordenó, sin más, que ciertos huesitos eran los de Cuauhtémoc; se acuerda (1960-1990s) estimado lector que a la salida rumbo a Puebla había un cerro donde con cada cambio sexenal variaba el lema de apoyo al presidente en turno. En fin, podemos afirmar categóricamente que los gobiernos mexicanos, de antaño y contemporáneos, han utilizado a la Historia como forma de autentificar sus políticas de gobierno. Nada nuevo, y nada que sea exclusivo de México porque los japoneses distorsionan su historia respecto a Korea; los españoles no logran solucionar sus demonios históricos como los nacionalismos, catalán, vasco y el papel de la monarquía especialmente con los borbones; y qué decir de la historia estadounidense respecto a sus originales minorías nacionales de pueblos indios o el lugar de los negros en la sociedad contemporánea.

Todo lo anterior enmarca el enfrentamiento y poca ponderación respecto a los 500 años de la caída de Tenochtitlán, capital del imperio Mexica o Azteca y sus diversos significados para la historia del país, para el análisis antropológico de los mexicanos, para los estudiosos de los imperios transcontinentales bajo la óptica del desarrollo occidental, para los especialistas y sus seguidores en el México cotidiano que subrayan el papel ayer y hoy del mundo indígena en nuestras costumbres, amén de muchas aristas interpretativas acerca de un suceso que en aquél tiempo fue simplemente una derrota militar más, pero que para finales de 1500 ya era concebido como uno de los cambios más importantes para los países y sociedades que conforman el mundo llamado occidental. Porque no se nos debe olvidar que para los americanos ir a Japón, China, Vietnam, Malasia, etc., es volar al occidente, no al oriente como le sucede al turista europeo, pero las hegemonías son eso y ellas se manifiestan en las nomenclaturas.

El 13 de agosto de 1521 cayó Tenochtitlán como en 1945 cayó el Berlín de Hitler. Las dos fueron derrotas mayúsculas. Para el resultado final y su devenir posterior importa mucho que en la primera participaran decenas de miles de indígenas enemigos de los aztecas, como al final de la Segunda Guerra Mundial no fue lo mismo que llegaran primero a Berlín las tropas soviéticas que las anglo-estadounidenses. Ahora se ha puesto de moda, porque ello es, afirmar que como en la toma de Tenochtitlán participaron muchos indios, no fue una derrota del mundo indígena mesoamericano. Pero yo pregunto: ¿cómo les fue a las cuatro quintas partes de la población indígena de mediados del siglo XVI a la actualidad? De la patada por no expresar una grosería: murieron de enfermedades, su organización civil, jurídica fue trastocada, aunque se les reconocieran ciertos “usos y costumbres”, como se diría el día de hoy. A pueblos místicos y creyentes ¡¡se les prohibió seguir con su religión y panteón de dioses!! En el Cuzco incaico las tropas españolas quemaron el Corichancha que contenía las momias de todos los emperadores que eran dioses. Era borrar su pasado, ¿a quiénes adorarían? Solo una persona que no quiere ver más allá de su zapato puede negar que, desde el Canadá, con los recientes escándalos de asesinatos en orfanatorios para niños indígenas, hasta las tierras australes de Chile y Argentina donde durante el siglo XIX se llevaron a cabo políticas de exterminio, a los indios del continente americano de ninguna manera se puede afirmar que les fue bien. Simplemente porque su condición económica de pobreza y pobreza extrema los coloca en el segmento de los derrotados de un mundo post 1521 que en su faceta de Nueva España y Estados Unidos Mexicanos es distinto -a pesar de los tamales- del mundo mesoamericano anterior a la llegada de Hernán Cortés.

La sociedad novohispana se organizó a través de un sistema de leyes que separó a los españoles de los indios, castas y esclavos aunque la calentura haya propiciado el mestizaje tan románticamente expresado en los biombos que tanto gustan a las élites hispanoamericanas y a los museógrafos en Madrid del Museo de América. Esa rigidez de estratificación social acompañada de la corrupción en la administración española propició que José María Morelos y Pavón fuera bautizado y registrado como español, siendo a todas luces que no lo era; pero sus padres sabían que como casta se le cerraban muchas puertas. Por ello la insistencia del liberalismo decimonónico y de la ideología de la Revolución Mexicana en que son mexicanos todos los que origen nazcan en el territorio nacional y por lo tanto disfrutan de los mismos derechos constitucionales. Este afán nivelador de raigambre liberal se rompió durante el foxismo porque en la constitución actual de la república se diferencia dos tipos de mexicanos: los que podríamos llamar mestizos siendo más prietos o güeros, y los pueblos indígenas que se cuecen aparte. ¿Cómo puede llamarse ello?

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