Por Nidia Marín
Si la consulta popular llega a su fin y nunca más es atendida por los mexicanos ni siquiera en temas verdaderamente trascendentales para la nación, habrá que culpar de ello al personaje caprichoso y voluntarioso que la echó a perder, al no utilizar sus dotes de mesías y darse cuenta que todo estaba puesto el domingo para el fracaso, como poco a poco lo estará la manipulación.
Esta vez sucedió. En esta ocasión no se puede culpar a la clase media del fiasco ahora por no haber acudido a las urnas, a donde no fue la mayoría de los votantes de todas las clases sociales. Con su ausencia mostraron la negativa a colaborar en los actos vengativos y de desprestigio que se llevan a cabo desde Palacio Nacional en contra de todos aquellos que no apoyen al autócrata.
Esto significa que el primer ejercicio en México en materia de consulta popular no resistió el tema contra expresidentes metido con calzador desde el zócalo.
De todas maneras, con este chasco nuestro país ingresa al grupo de naciones latinoamericanas que practican, a veces, la democracia directa, sea plebiscito, referéndum o consulta popular. En ocasiones hay plan con maña (como sucedió el domingo pasado) y desde el gobierno aprovechan para llevar agua a su molino. Así sucedió en Chile en 1988 y los chilenos le dijeron NO al dictador Augusto Pinochet, quien pretendía extender su mandato en forma legal.
En América Latina suman poco más de 10 naciones que efectúan eventos con este tipo de democracia. México acaba de ingresar, pero como dice David Altman, de la Universidad Pontificia de Chile y especialista en la materia:
“Contrario a lo que muchos se empecinan en demostrar, esta investigación (la que él realizó) ratifica que cuando son iniciados desde “arriba”, los mecanismos de democracia directa no necesariamente tienden a ser sistemáticamente favorables a la postura del gobierno de turno. La evidencia enseña que los mecanismos de la democracia directa son menos manipulables de lo que muchos creen. Quizás esto se deba a que los ciudadanos tienen mayor capacidad para “separar las aguas” entre las propuestas avanzadas por el poder político y otros aspectos…”
También refiere que la discusión sobre la naturaleza de estos mecanismos permanece abierta.
“Por un lado -dice-, es evidente que su potencial de cambio, casi revolucionario, sorprende a estudiosos e incluso a varios activistas políticos. Por el otro, se ha afirmado que los mecanismos de democracia directa son instrumentos esencialmente conservadores y erosionadores del funcionamiento de las instituciones representativas”.
En suma, advierte, la discusión entre los partidarios y detractores ha sido y es extensa. Además, menciona que, por ejemplo, argumentan que los mecanismos “establecen un juego de suma cero, mediante el cual la mayoría lo gana todo y la minoría lo pierde todo; no hay posibilidad de concesiones respecto de los problemas presentados; y existe, además, un claro riesgo de tiranía de la mayoría sobre la minoría”.
Por otra parte, explica, hay quien arguye “que grupos minoritarios de interés, con los recursos suficientes pueden (y a veces efectivamente) activar estos mecanismos para maximizar sus beneficios”.
Por nuestra parte consideramos que es el riesgo cuando se utilizan los mencionados mecanismos sólo políticamente.
Pero en Europa, por ejemplo, la democracia directa, en lo general es utilizada para el servicio a la población. He aquí casos reales: en Florencia, Italia para cuestiones del agua potable; en Berna, Suiza para circulación de tranvías; en Besancon, Francia para una estación de trenes.
En Berlín, Alemania se consultó a la población sobre la religión en las escuelas, lo que no tuvo quórum, mientras que, en Amberes, Bélgica se efectuó con éxito para cambios en la circulación vehicular y en Groningen, Países Bajos para la remodelación de la Plaza Mayor.
En Estados Unidos también se realizan eventos de democracia directa, pero sólo en los estados y a nivel de las ciudades. Por ejemplo, en San Francisco, sobre los impuestos a la propiedad.
En fin… en México, hay gobernantes que tienen mucho que aprender en materia de colectividad. En el siglo XXI ya quedó claro, los habitantes de la República Mexicana no están dispuestos a dejarse manipular por personajes abusivos, que sólo buscan la venganza y satisfacer su enorme ego.