Por Nidia Marín
Puede más la venganza que la sensatez. Eso ha quedado demostrado en el caso de la machacona publicidad que actualmente se lanza acerca de la famosa “consulta”, pero sobre todo por los festivales multitudinarios que se llevan a cabo con el fin de que todos sepan que fueron villanos los expresidentes de México, sin que importe la tercera ola de Covid-19 que está asolando a México.
Y debido a ese tipo de publicidad tan cruzada y permitida, tanto por el que manda en Palacio Nacional y por la Jefa de Gobierno, es que la gente no obedece acerca de las precauciones que deben de cumplir para evitar los contagios. De ahí que el pasado sábado 24 hasta concierto de rock con la “Maldita Vecindad” hubo en el Zócalo.
Si hay algo que ha sido pésimo en esa materia ha sido la escasa publicidad para que los sitios donde hay más contagios, como la Ciudad de México, tomen precauciones.
De ahí que aquellos gobiernos desprevenidos, omisos o ignorantes, aquellos autoritarios como el mexicano, que pretenden estar por encima de los médicos y científicos, son los que están llevando a sus pueblos al matadero.
Porque ha quedado claro lo que ha dicho, por ejemplo, la Organización Panamericana de la Salud respecto de que una pandemia mundial “no debe encontrar a ningún gobierno desprevenido”, además de que todos los países deben tener una estrategia de comunicación para informar a los ciudadanos sobre la pandemia, sobre lo qué está pasando y acerca de qué hacer.
Pues en México no. ¿Por qué? Porque sólo truenan unos chicharrones y los demás bajan la cabeza. Sin embargo, el asunto hoy son los miles de muertos y los miles de personas que deberán vivir con problemas de salud derivados de la pandemia. Por ello, desde ahora se debe delinear la estrategia para los miles de huérfanos de quienes fallecieron de este mal y los otros miles cuyos padres han sido asesinados.
De ahí que, en adelante, la salud mental, por ejemplo, será fundamental para atender a los habitantes de decenas de comunidades.
Ha quedado claro en este siglo, aunque no para el gobierno mexicano, el planteamiento hecho por los expertos acerca de que las epidemias son emergencias sanitarias de gran impacto, en las que se ve amenazada la vida de muchas personas y pueden causar cantidades significativas de enfermos y muertos.
Es una gran verdad que el temor al contagio agrava la situación existente. El impacto psicosocial puede exceder la capacidad de manejo de la población afectada y si a ello se le añade que se presentan incrementos en la incidencia de trastornos mentales y manifestaciones emocionales, de acuerdo a la magnitud de la epidemia y el grado de vulnerabilidad de la población, en nuestro caso más vale que nos preparemos ya y dejemos a un lado el lesivo importamadrismo que llevó a miles de espectadores al Zócalo para un “concierto” en plena tercera ola.
Se supone que en casos como el que nos ocupa por el Covid-19 los ciudadanos de un país, como por ejemplo México, deben de disponer de una información veraz, transparente, adecuada y oportuna, no sólo para saber que hacer, sino para cumplir con las normas que los protegerán. Lamentablemente eso no existe en nuestro país.
Los medios de comunicación a su vez han sido hechos a un lado para privilegiar las informaciones políticas y de maldad de un solo hombre manipulador, a quien lo único que le importa es actuar como dictador.
En el México de hoy es imposible dar a conocer a sus habitantes una comunicación de riesgo eficaz, misma que requiere compartir los dilemas y permitir que el público ayude a decidir.
Ser franco y transparente no está en el modo de ser y mucho menos en el léxico de los actuales gobernantes.
Eso, señala la Organización Panamericana de la Salud es, a veces, uno de los puntos más difíciles de adoptar por los gobiernos que se dejan arrastrar por valoraciones políticas y en el caso del mexicano por el autoritarismo, al tiempo que permiten multitudinarios, insalubres y lesivos conciertos
Ahora sí que López Obrador debe pronunciar las palabras de Fidel Castro: “El pueblo me juzgará”. Y ya lo está haciendo y no ha salido bien parado.