*La Soberbia y el Exceso de Poder Derrotó al Dictador
*Los Presidentes han Sido y son los Titiriteros Políticos
*Azar, la Variable que no Controla Andrés Manuel López
Por Ezequiel Gaytán
En marzo de 1908 el presidente Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista James Creelman de la revista británica Pearson´s Magazine en el Castillo de Chapultepec. Dicha entrevista fue traducida por el periódico El Imparcial y creó mucho revuelo en la vida nacional, pues el General, sostuvo con la seguridad de un político encumbrado, siempre en su papel oficial de presidente y sabedor de que sus palabras tendrán múltiples interpretaciones que “el pueblo está preparado para escoger y cambiar a sus gobernantes en cada elección”. Con dichas palabras se inició en México un proceso que desató en un principio de manera discreta la lucha por la sucesión presidencial, ya que todos sabían que el Dictador disfrutaba jugar al titiritero mayor. De todos es sabido que esas palabras fueron de dientes para afuera y en 1910 volvió a reelegirse, pero no midió las consecuencias de aquella entrevista, pues la necesidad de movilidad social de las nuevas generaciones y las ambiciones políticas de grupos no cercanos al porfirismo se desbordaron y se inició la lucha que hoy conocemos como la Revolución Mexicana.
Con la consolidación del poder político en México y la estabilidad mediante los gobiernos sexenales, nuestro país ha vivido lo que popularmente conocemos como la sucesión presidencial y el juego del tapadismo. Léase, los presidentes, al igual que Porfirio Díaz, se convierten en los titiriteros de la política nacional y montan sus escenarios con mayor o menor destrezas e iluminación. De ahí que hoy sabemos cómo manipulan a sus colaboradores, se apoyan en sus respectivos partidos políticos, mandan señales de humo y barajan nombres directa e indirectamente. Así tenemos que Luis Echeverría se apoyó en su secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade, a fin de que los nombres de los “tapados” fuesen legitimados. Miguel de la Madrid organizó una pasarela en la sede del Partido Revolucionario Institucional o Carlos Salinas de Gortari se guardó los nombres y permitió que la opinión pública desplegara nombres y equipos. Sin embargo, había una regla que todos respetaban: no actuar ni atraer los reflectores hasta después del quinto informe de gobierno, pues de hacerlo se cumplía la sentencia del líder obrero Fidel Velázquez “el que se mueve no sale en la foto”. En otras palabras, iniciar la carrera antes de tiempo impactaba negativamente en la Administración pública, pues obstaculizaba el logro y el cumplimiento de los programas de trabajo, para la economía representaba inestabilidad en los mercados y en materia política desaseaba el control presidencial y la visión del presidente respecto a las fuerzas vivas, los intereses de grupos de opinión, el juego de los gobernadores, las ligas de legisladores con los miembros de su gabinete y le distorsionaban al presidente observar alianzas, simpatías y lealtades dentro de sus colaboradores.
Aún no llegamos al tercer informe de gobierno y la nueva legislatura todavía no empieza sus labores, pero el presidente de la República ya baraja nombres de posibles sucesores. Lo cual me parce muy osado y, a la vez, lo interpreto como un acto de demostración del poder centralizado que ya maneja. Nuestro primer mandatario, al igual que Porfirio Díaz, se siente muy seguro de lo que piensa, dice y hace. Sabe que puede manipular, cambiar a quienes integran su gabinete sin necesidad de explicaciones, que controla a su partido, que dispone de información privilegiada de los potenciales aspirantes de los otros partidos políticos. Más aun, tiene la plena certeza que el tiempo está de su lado y que sus colaboradores van a hacer dócilmente lo que les diga porque ha concentrado, a la manera del rancio presidencialismo, altas dosis de poder y tiene sometidos a sus colaboradores.
No obstante, hay variables que el titular del poder Ejecutivo no controla: el azar, esa variable que siempre está presente en la vida de las personas y algo puede ocurrir que altere los planes presidenciales. Así le sucedió al general Díaz quien, en efecto, maniobró a su favor la entrevista hasta que en su soberbia ignoró al movimiento antirreeleccionista; esa es la gran lección histórica. Por más poder que un presidente acumule, siempre hay factores que lo pueden desbordar.
La sucesión presidencial ya tiene el banderazo oficial de salida. Los nombrados ahora tienen que agradecerle la gentileza a su jefe y deberán jugar, como actores de una obra de teatro, papeles impuestos. A quienes no nombró también le tienen que hacer saber que siguen siendo sus incondicionales. Ahora la opinión pública y los periodistas también tenemos que hacer nuestra parte con los análisis. Lo anterior tiene ventajas y desventajas para la vida política del país. Una ventaja es que se le está haciendo saber al presidente que su gestión tiene límite de tiempo.