Por Margot Acosta
Una advertencia para los aspirantes a dictadores latinoamericanos debería constituir el asesinato del mandatario de Haití, Jovenel Moise, personaje que, tras llegar al poder de manera muy cuestionada por los opositores, además de haber sido tácitamente acusado de malversación de fondos para favorecer a sus empresas, intentó eternizarse en el mando.
¡Ya no más!, le dijeron a balazos.
En 2015 presuntamente ganó en la primera ronda con 32.81% de los votos triunfo supuestamente ratificado en la segunda ronda efectuada en 2016 donde logró 52.22%. Cinco años después intentaba reelegirse, lo cual no estaba prohibido por la ley electoral de aquella nación, que lo permitía por una sola vez. Sin embargo, la parca se cruzó en su camino.
¡Ya no!, le recalcaron a él y a su esposa (que se debate entre la vida y la muerte) los criminales en su casa de Petion Ville, en Puerto Príncipe.
Los haitianos han vivido en un eterno viacrucis desde los años 50 del siglo pasado con los dictadores François Duvalier, “Papa Doc” y su hijo “Baby Doc” y con los desastres climáticos: terremotos y huracanes.
En el caso de las dictaduras, el primero, fue un médico que gobernó su país desde 1957 por 14 años y murió en su cama de diabetes en abril de 1971, aunque para permanecer en la presidencia modificó a su antojo la Constitución (curiosamente como en la actualidad ocurre en México) para quedarse como presidente vitalicio.
Tras su muerte llegó al poder su hijo Jean-Claude Duvalier, “Baby Doc”, quien gobernó su país durante 18 años (1971-1989) hasta que hubo de exiliarse en Francia. En 2011 regresó a su país, pero fue atrapado por las autoridades y hubo de enfrentar un juicio para responder por miles de asesinatos durante su mandato. No concluyó el juicio: en 2014 murió de un infarto.
Ambos dictadores utilizaron a los grupos de asesinos “Tontons Macoutes” para matar a sus oponentes. Aseguran que durante el mandato de “Papa Doc” asesinaron a más de 40,000 oponentes, independientemente del estado de guerra en la que vivieron cuando en la contigua República Dominicana gobernaba Juan Bosch y la policía haitiana.
El venezolano Alejandro Arratia ha señalado sobre las dictaduras:
“La resistencia al autoritarismo tuvo características propias en cada país. Cuando maduraron las condiciones y la incidencia de la crisis económica mundial de los años ’80 concatenadas con otros factores políticos internacionales hicieron su aporte, las dictaduras se desestabilizaron una a una y la transición al sistema democrático avanzó firmemente. Por primera vez en dos largas centurias la mayoría de los presidentes latinoamericanos surgieron de procesos electorales, el acto de sustituir pacífica y constitucionalmente a los gobernantes nos acercó a las naciones civilizadas del mundo globalizado. Serias amenazas y grandes fortalezas, pero en escala continental comenzamos a vivir el período más prolongado de continuidad democrática”.
De ahí que, al parecer hay quienes ya no están dispuestos a soportar nuevas dictaduras en Latinoamérica y el Caribe.
Como escribiera Sartori en 2007: “Dictadura quiere decir, para nosotros, una forma de Estado y una estructura del poder que permite su uso ilimitado (absoluto) y discrecional (arbitrario). El Estado dictatorial es un Estado no constitucional, un Estado donde el dictador viola la Constitución, o donde él mismo redacta una Constitución que se lo permita todo, Por un motivo o por otro, el dictador está legibus solutus. (…) En la dictadura simple, el poder se ejerce mediante los instrumentos coercitivos normales del Estado empleados de modo ‘anormal’ (fuera de la norma)”
La historia de Haití, pues, ha sido cruel. El pueblo haitiano ha sufrido lo indecible.
Apenas en febrero pasado Estados Unidos expulsó de su territorio a decenas de haitianos, por lo que hoy en México se calcula que hay ceca de 15,000, que han estado saliendo de su patria a raíz del terremoto ocurrido en 2010 y de la elevada pobreza.
Actualmente, debido a la crisis en aquel país, los haitianos, con y sin papeles, radican en diversos países latinoamericanos.
Con el asesinato de Jovenel Moise, la crisis de aquella nación indudablemente se agudizará. La violencia continuará y la migración se multiplicará.