Por Susana Vega López
Un remanso en medio del caudaloso bullicio de la Ciudad de México, lo constituye el lento paseo por el camellón de la avenida Álvaro Obregón, recorrido que nos permite conocer importantes manifestaciones de las culturas mexicana y europea; especialmente la francesa y la italiana.
Flanqueado por señoriales residencias, hoy convertidas en centros comerciales y gastronómicos, dicho corredor, que va de las avenidas Oaxaca y Nuevo León; cruza Insurgentes, hasta llegar a Cuauhtémoc, exhibe espléndidas réplicas de no menos relevantes obras de arte, principalmente, renacentistas.
No importa por donde comiences a pasear; siempre te sorprenderán obras como la famosísima Venus de Milo, cuyo original se encuentra en el Museo de Louvre de Paris y que data del siglo II Antes de Cristo (AC) o Dodíforo, arte griego del Siglo V AC creado por Policleto de Argos quien describe las proporciones ideales del cuerpo humano (el original está en el Museo Nacional de Nápoles), por citar sólo dos ejemplos.
Otras esculturas que se pueden admirar son: San Sebastián, obra mexicana del siglo XIX, creada por Felipe Valero y que resultó ser premiada en la Décima exposición de la Academia, en 1857. El original se encuentra en el Museo de San Carlos, de la CDMX.
El Gladiador, por Ghefe, arte griego del siglo I AC, el original en mármol es de la autoría de Agacias hijo de Dositeo, está en el Museo de Louvre, en París.
A la altura de la calle de Tonalá se encuentra Discóbolo, arte griego del siglo V AC, es la imagen de un joven con una especie de disco-balón. El original se encuentra en el Museo Nacional de Las Termas, en Roma, Italia; el autor: Mirón de Eleuterio.
Mercurio y Argos, escultura clásica mexicana del siglo XIX, creada por Felipe Sojo, cuyo original en yeso está en el Museo de San Carlos de la Ciudad de México.
El Sátiro y el Amor, representados respectivamente por un señor y un niño (que si se saca de contexto causaría un gran escándalo por aquello de la pederastia), obra de Miguel Noreña, arte mexicano del siglo XIX, cuyo yeso original se encuentra en el Museo de San Carlos de la CDMX.
Arrojando Redes, obra también del siglo XIX, creación de Gabriel Guerra, que se encuentra en una fuente rectangular en la que también está una obra de Agustín Franco: Pescador. Ambas figuras se complementan, pues la primera representa a un joven dispuesto a arrojar la red y la segunda, a otro con un bote lleno de pescados.
Y justo en la esquina de Álvaro Obregón e Insurgentes, se encuentra la Venus de Médici, Afrodita, la diosa del griega del amor, una escultura helenística de autor desconocido que data del siglo V AC y que representa a una bella mujer en cuyos pies está un delfín al cual montan dos querubines con pequeñas alas.
Cruzando Insurgentes, podemos admirar la ya mencionada Venus de Milo (sin brazos) y más adelante la Venus y el Amor, escultura del siglo XIX, conocida también como el Engaño al amor, de la autoría de Gabriel Guerra, cuyo original esté en el Museo de San Carlos en la CDMX. Se trata de una joven desnuda semisentada que toca la frente de un niño que reposa en su pierna izquierda
Otras dos son: Isaac, obra del siglo XIX realizada en Roma por Epitacio Calvo, cuyo original se encuentra en el acervo artístico del Museo de San Carlos y, frente al parque España, Baco, obra de arte renacentista esculpida en 1457 y que representa a este Dios, ebrio. El original, nada menos que del italiano Michelangelo Buonarroti (mejor conocido como Miguel Ángel), se puede admirar en el Museo Nacional de Florencia; Baco aparece acompañado de un niño con sus patas de cabra y cuernitos en la cabeza: se trata de un pequeño Elfo que come uvas.
Toda esta riqueza escultórica que se integró desde 1976, cuando se hizo un proyecto urbano con el objetivo de difundir esculturas clásicas de Europa y México se conjuntó en la otrora avenida Jalisco y que, a la muerte de Álvaro Obregón (quien vivía ahí), cambió su nombre por el del asesinado mandatario.
Entre los espacios culturales destaca la Casa Lamm, suntuosa mansión que data de principios del siglo XX y que se restauró en 1993. Cuenta con librería y cafetería, así como salas de exposiciones. Se imparte ahí una gran diversidad de cursos, talleres, diplomados y estudios de licenciatura, maestría y doctorado en arte.
Asimismo, en el aspecto comercial son destacables los establecimientos de Bisquets Obregón; una pequeña sucursal de la famosísima churrería El Moro (del centro), y el mercado El Parián de antigua raigambre.
Pero lamentablemente es necesario denunciar actos de rapiña, vandalismo y descuido, que han minado la belleza del entorno y esperamos que pronto las autoridades tomen cartas en el asunto.
Nos referimos en primer lugar, a la réplica de El David, de Andrea del Verrocchio (Andrea di Michele di Francesco de Cionni), una escultura de metal de estilo renacentista a la que sólo le dejaron los pies y una cabeza (la de Goliat) en el suelo. Estaba en una fuente rectangular donde se complementaba con la figura de El David de Donatello de similares características: dos jóvenes de estatura promedia que muestran su triunfo, la victoria, ante señores de edad madura (muestran longas barbas) a los que les cercenaron la cabeza; una aparece con todo y yelmo.
La fuente se encuentra sobre Álvaro Obregón cruzando Insurgentes muy cerca de la Secretaría de Movilidad y del metrobús. Estaba una frente a otra. Dicen los vecinos que el robo fue la última semana del pasado mes de mayo. Algunos precisan que el sábado 22 de mayo, al amanecer, ya no se encontró el cuerpo. Los maleantes sólo querían llevarse el material para venderlo como fierro porque si hubiera sido otra la intención, habrían quitado la obra completa.
Cabe mencionar que en la esquina de Tonalá y Álvaro Obregón está Casa Quintana Roo, que ahora se encuentra protegida con láminas porque las feministas, a su paso, la vandalizaron, la pintarrajearon. En las vallas se lee “A Victoria la mató la policía”, o “ningún ser humano es ilegal” o “justicia. No se murió, la mataron”. Una casona muy bonita.
Más adelante, sobre la misma acera, el edificio Balmori que antes fue un hospital, y ahora son departamentos amplios (algunos con balcones) que se cotizan muy caros. Cuenta con tiendas en la parte de abajo, casi esquina con Orizaba.
Llama la atención lo que fue una hermosa casa de tipo inglés que ahora luce deteriorada, desfigurada. La entrada la bloquean unos puestos de vendedores ambulantes. En la parte superior, a manera de bandera, ondean unos pantalones obscuros y ropa en general que la entristece en tanto que unas plantas en maceta tratan de alegrar su fachada. Una vecina de la colonia, Gloria Guarneros, licenciada en Filosofía y Letras, comenta que al parecer la habitan “los taqueros” que venden afuera y consumen agua y luz. También hay una juguería que ofrece aguas y cocteles de fruta.
Pese a todo ello sigue siendo un referente cultural para el turismo y para los propios capitalinos.