Por Nidia Marín
Ante el terror que hoy se vive en Atizapán de Zaragoza, Estado de México y ha trascendido a todo el país, causado tras el descubrimiento del peor asesino en serie (feminicida) del que se tenga memoria en los últimos tres siglos en la República Mexicana, la pregunta es ¿por qué?
Y tras las informaciones de que Andrés “M”, alias “El Chino” era un hombre común, quien inclusive llegó a ser dirigente vecinal, la pregunta sigue siendo ¿por qué?
Sí ¿por qué matar a un número indeterminado aun que podría ser de decenas de mujeres o hasta cientos de ellas?
La respuesta quizás la tengan los psicoanalistas. Por ejemplo, la investigación de Alfredo Sosa Velásquez “La Mente del Asesino en Serie: Etiopatogenia” es ilustrativa.
Dice en un resumen de su trabajo:
“Los asesinos en serie (AS) son personas que matan por lo menos en tres ocasiones con un intervalo entre cada asesinato. A través de la historia se conocen una diversidad de AS, cada cual caracterizado por un tipo de conducta durante el acto criminal.
“Los asesinos en serie están específicamente motivados por una multiplicidad de impulsos psicológicos, sobre todo por ansias de poder y compulsión sexual. Con frecuencia tienen sentimientos de inadaptabilidad e inutilidad, algunas veces debido a humillación y abusos en la infancia y/o el apremio de la pobreza, también bajo nivel socioeconómico en edad adulta, compensando sus crímenes esto y otorgándoles una sensación de potencia y frecuentemente venganza, durante y después de cometer los delitos.
“El conocimiento de sus acciones aterroriza a comunidades enteras y con frecuencia confunden a la policía y esto incentiva su sensación de poder. No se sabe con certeza el número de AS que hay, en Estados Unidos se cree que el rango va de 150-350; siendo el 89% hombres, el 50% tienen motivaciones sexuales cuya fantasía va más allá de la muerte de la víctima. Cada individuo es susceptible a la agresividad, pero esto se modula por los rasgos de personalidad que presente, interviniendo así áreas cerebrales específicas como ser corteza y sistema límbico”.
Hay hombres y mujeres asesinos en serie. En el caso de ellas el psiquiatra dice:
“Los asesinos en serie mujeres reportan como motivo principal la ganancia personal, llevan a cabo asesinatos en lugares específicos en un 60% y generalmente envenenan a sus víctimas en 60% de los casos. Mientras que los AS masculinos matan a extraños, las mujeres matan a sus esposos o conocidos. Un quinto de las mujeres AS cometen este hecho en hospitales u hogares de cuidado cuando son empleados de los mismos. Cuando las mujeres comenten un homicidio sexual, sádico-sexual, lo hacen en complicidad con un hombre. Un 35% de los asesinos en serie tienen un cómplice 5-6”.
Es el caso de “Las Poquianchis” (María Luisa, Delfina, María de Jesús y Carmen González Valenzuela), quienes en los años sesenta fueron acusadas de haber asesinado a 150 féminas tras obligarlas a laborar como prostitutas en sus burdeles. Fueron detenidas en 1964 y encarceladas de por vida.
También “La Mataviejitas”, Carmen Barraza, quien fue detenida y acusada de por lo menos 16 asesinatos de personas de la tercera edad, por lo cual en 2006 fue sentenciada a más de 700 años de cárcel.
AFANES DE PRESIDENTES: LIBERAR A LOS SERIALES
En el caso de ellos, los asesinos en serie son otro cantar. El descubierto recientemente, el famoso “Chino”, es peor que los otros. Nada que ver, por ejemplo, con Francisco Guerrero, alias “El Chalequero”, quien mató a 20 prostitutas en ocho años (1880 a 1888).
Fue denunciado por los vecinos de una víctima, sentenciado a pena de muerte, conmutada por el presidente Porfirio Díaz, quien ordenó se le dieran 20 años de prisión. Fue liberado por error en 1908 y todavía mató a otra. Entonces fue sentenciado a muerte otra vez y ahora sí se cumplió.
También Gregorio “Goyo” Cárdenas, más conocido entre los mexicanos como “El Estrangulador de Tacuba”, resulta una hermana de la Caridad, comparado con el de hoy. Aquel asesinó a una compañera universitaria y a tres prostitutas en 1942, a quienes ahorcó y enterró en el jardín de su casa. Su madre lo internó en un sanatorio y aquel confesó sus crímenes, por lo que fue encarcelado hasta que el Presidente Luis Echeverría lo indultó.
¡Qué afán de liberar asesinos!
Otro que también se quedó corto ante el recién descubierto presunto asesino en serie, es aquel que tenía como alias “El Pelón”, se apellidaba Sobera de la Flor y su nombre era Higinio. En 1952 mató a su primera víctima: un hombre, capitán del ejército y chofer de la Miss y actriz Ana Bertha Lepe. Posteriormente mató a una mujer, la secuestró y la asesinó después de violarla. Fue encarcelado y los doctores determinaron que padecía esquizofrenia.
Y uno más, ya en el siglo XXI. En 2006 fue detenido Raúl Osiel Marroquín alias “El Sádico”, culpable de los asesinatos de varios homosexuales (por lo menos cuatro) a quienes asfixió, descuartizó y dejaba los restos en estaciones del metro. Sigue preso.
José Luis Calva Zepeda “El Canibal de la Guerrero” mató a tres mujeres, por lo cual fue detenido en 2007. Ese mismo año se ahorcó en su celda.
En el caso de “El Chino” y de otros ilustres personajes ¡uff! a lo mejor sucedía lo que señala el estudioso en su libro:
“Existen características del asesino en serie organizado que son plenamente compatibles con la personalidad psicopática con un agresor que selecciona a la víctima (en ocasiones con un perfil determinado ), utiliza medios coercitivos y de sujeción (“kit del violador”), aplica técnicas de control y sufrimiento de la víctima, ocultándola cuando la mata y emitiendo pruebas falsas para desorientar a la policía, los ritualismos implican un aumento del tiempo “en escena”, aumentando por tanto el riesgo de aprehensión, estos suponen una disociación cognitiva del agresor respecto a la realidad, imbuyéndose en las fantasías que ha ido construyendo y que les permitirán revivir cognitiva y emocionalmente dicho momento con los “souvenirs y trofeos” conseguidos”.
Los encontrados en Atizapán ya se cuentan por miles.
El doctor sigue diciendo:
“El organizado mostrará un estado mental de control durante sus acciones, en todo caso con una disociación emocional durante la comisión del crimen, que puede impregnar de rabia, ira o descarga emocional, sin empatía hacia ella ni sentimiento de culpabilidad o reconocimiento de su responsabilidad sobre las acciones cometidas. El desorganizado en cambio, no dispone de medio de transporte propio, participa en actividades solitarias, vive sólo o con un progenitor, mata a las víctimas como “mal menor” para despersonalizarlas después (contusiones y lesiones abundantes, múltiples en área facial y tórax fundamentalmente), puede mantener actividades parafílicas o practicar desmembramientos, normalmente con actividades fetichistas. En el albor de su desorganización no suele ocultar el cadáver, puede volver al lugar del crimen o participar en la ceremonia funeraria para revivir el “clímax emocional” que vivió previamente, durante o después del crimen. Visionarios. Contrariamente a la opinión popular, rara vez los asesinos seriales”.
En una sección de su trabajo denominada “Etiopatogenia de la Agresividad”, el psiquiatra explica:
“En los modelos animales se han clasificado 3 formas de agresividad:
“1.- Agresión predatoria. Lo que se encuentra en la búsqueda de alimentos de ciertas especies omnívoros y carnívoros, en esta existe estimulación eléctrica de un circuito que incluye los sitios hipotalámicos dorso lateral y la mitad ventral periacueductal gris.
“2.- Agresión inter machos. No se sabe con exactitud qué circuitos intervienen, pero se postula que hay una alta densidad de receptores de testosterona en la amígdala media a través del área preóptica e hipotalámica anterior, hasta bajar al periacueductal gris del tallo cerebral.
“3.- Agresión reactiva. Incluye ataques sin planeación, llenos de furia hacia el objeto que se considera amenazante o frustrado. Se ha identificado el siguiente circuito que va desde las áreas amigdaloides mediales, vía el estría terminalis hasta el hipotálamo medial y desde ahí hasta la mitad dorsal del periacueductal gris.
“De los tres modelos enumerados previamente es la agresión reactiva la que más se relaciona con la violencia humana. Esta se activa ante la amenaza y la frustración. De hecho, se ha establecido una asociación entre el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la agresividad reactiva. En el TEPT las neuronas en este sistema de amenaza pueden estar consideradas en un nivel de umbral bajo de tal forma que cualquier estimulo ambiental por menor que sea puede iniciar una agresividad reactiva”.
En fin, que un presunto asesino en serie ha sido detenido y tiene horrorizada a la sociedad.