*Coalición con la Autoridad Formal y Principio de Ganar-Ganar
*Con Cuidado se Evita que Trasmuten a Grupos de Presión
*Situaciones Ríspidas, Desatan Guerras de Lodo de Ambas Partes
*Hoy, el Dialogo Entre el Gobierno y Ellos no es Optimista
Por Ezequiel Gaytán
Los grupos de presión se definen como un colectivo que realiza acciones de cabildeo en el poder legislativo o de actividades en los medios de comunicación o de manifestación en templos o en las plazas públicas con la intención de formar opinión pública e incidir en la orientación de la toma de decisiones de un gobierno, pues les interesa preservar o incrementar sus intereses políticos, sociales y económicos, su ideología, sus beneficios de clase o religiosos por decir algunos ejemplos.
Los grupos de presión son grupos y organizaciones formales tales como sindicatos, cámaras empresariales comerciales e industriales, gremios de oficios y profesionistas, sociedades de padres de familia, organizaciones vecinales, entre otros. En esencia son pilares de la vida democrática de una nación y son reconocidas jurídica y políticamente como entes del sector social. En otras palabras, son grupos de opinión que, cuando ven amenazados sus intereses, cambian su conducta y se convierten en grupos de presión. De ahí que al hablar de grupos de presión estamos refiriéndonos a un relativismo, pues sus decisiones y acciones obedecen situaciones y circunstancias que rompen los equilibrios de un sistema político.
Su poder se mide, por lo general, por el estatus moral que representan en la sociedad, por su presencia en los medios de comunicación masiva formal e informal, por el número de sus miembros, por su porte financiero y por su capacidad de organización y reacción. Consecuentemente, sus acciones y posiciones son oscilantes y permanente monitoreadas por otros grupos e incluso por el gobierno.
En su calidad de grupos de la sociedad civil, no actúan en el escenario político sistemática y permanentemente, pues sus fuentes de poder y recursos son limitados. Además, son más o menos tolerantes y, por lo general, tienen estrategias se centran en cuatro fases. La primera es recurrir a su capacidad de diálogo con el gobierno debido a que en esas organizaciones usualmente tienen interlocutores capaces, la segunda consiste en influir en la opinión pública mediante el uso de los medios de comunicación. En tercer lugar, recurren a manifestarse abiertamente como grupo de presión, ya sea mediante denuncias ante organismos internacionales, nacionales y con alianzas estratégicas con otros grupos y, finalmente, la cuarta es aliarse con partidos políticos.
Su propósito no es ser o fungir como oposición de un gobierno, pues su esencia y razones fundacionales no son la rivalidad y conquista del poder. Por el contrario, los grupos de opinión tienden a formar coaliciones con la autoridad formal y colaborar bajo el principio de ganar-ganar.
El problema surge cuando el gobierno toma decisiones con el descuido de la forma y no se sienta a negociar “ex – ante” con los grupos de opinión acerca de ciertas decisiones que va a tomar. Es cierto que, en esencia, no tiene necesidad de hacerlo, pero lo políticamente correcto es buscar a los grupos de opinión, debatir en corto, explicar los motivos, exponer su fundamentación jurídica y llegar a acuerdos en lo posible. Con ese aseo y cuidado los grupos de opinión no trasmutan a grupos de presión y las partes mantienen el equilibrio y la armonía política, económica y social.
Con la actual administración es común que los grupos de opinión se enteren de decisiones e intenciones gubernamentales a través de la conferencia matutina o de iniciativas de leyes preferentes, con lo cual al ver afectados sus intereses reaccionan en calidad de grupo de presión. Es entonces que las situaciones se vuelven ríspidas, se desatan guerras de lodo de ambas partes y el desgaste lo paga incluso la ciudadanía.
Cualquier gobierno sabe que la trasmutación de grupo de opinión a grupo de presión tendrá costos que se materializarán en las urnas, para bien y para mal, con el agravante de la polarización social y divisiones innecesarias.
La vida política en México está repleta de encuentros de ese tipo. Son parte de la vida democrática, pero lo recomendable es evitarlos y, en la medida de lo posible, que los actores concurran armoniosa y responsablemente en favor de la sociedad, el crecimiento económico y el desarrollo integral.
Estamos a unas cuantas semanas del proceso electoral y los grupos de opinión ya actúan como grupos de presión, el diagnóstico indica que las tensiones se están agudizando y, hasta donde llega mi información, el dialogo entre el gobierno y los grupos no es optimista. Esperemos que la presión baje, se recupere el aseo político gubernamental y los grupos de presión encuentren salidas beneficiosas para las partes.