Por Jesús Michel Narváez
Primero, Ricardo Monreal advirtió que, en su mayoría, las próximas elecciones serán judicializadas. Después, Mario Delgado advierte que la “mafia de la corrupción” -¿nuevo invento?- está aliada con el INE.
Malas señales mandan a los electores. Prevén la derrota. No se entendería que a 13 días de los comicios enderecen una campaña en contra de los “adversarios” -sinónimo de enemigos- que, según las recientes en encuestas, serán huesos duros de roer y si antes eran invisibles ahora tienen más presencia que el mismísimo Belcebú.
“Tenemos que repetir la hazaña de 2018 porque la mafia de la corrupción va a querer meterle mano a las elecciones, van a querer comprar la conciencia de la gente. Incluso, ya están aliados con los del INE, algunos consejeros son sus aliados; están persiguiendo a nuestros candidatos y candidatas, es una auténtica cacería”. Palabra de Delgado, el acólito de su guía espiritual, político y humano. (Si los candidatos no cumplen con la Ley ¿hay qué perdonarlos por ser de Morena?).
Los estudiosos en perros afirman que los animales huelen el miedo, lo mismo que el amor.
Seguramente Delgado es de una raza cruzada sin pedigrí, pero con un olfato envidiable.
Como se ha manejado el dirigente, que no líder, de Morena uno supondría que el partido oficialista tendría la elección en el bolsillo y que avasallaría a los “desmoralizados opositores: Sin embargo, por sus expresiones se observa que, junto con otros distinguidos morenistas, ya olió el miedo que generan los ciudadanos inconformes con los resultados de la 4t.
El refranero popular refiere que “el miedo no anda en burro” y por eso el señor Delgado viaja en autos oficiales a los mítines de sus candidatos. Por supuesto, existe claridad en la prohibición para el uso de vehículos del sector pública en actos electorales. Eso no importa.
Cuando se aborda el tema de repetir “la hazaña de 2018”, probablemente los morenistas no entienden que los papeles se han invertido y que el triunfo logrado obedeció no al candidato opositor que finalmente ganó, sino al hartazgo, al rechazo que se tenía al gobierno de Enrique Peña Nieto.
Hoy ocurre justamente lo mismo: los ciudadanos estamos hartos de las acciones, de la soberbia, de la “pureza”, de que todos los problemas los crearon los de antes y, por la incapacidad mostrada para resolverlos. Tratar de culpar a priori al INE y a la “mafia de la corrupción” -en la cual participaron decenas de los ahora inmaculados morenistas y se desempeñan en cargos de enorme responsabilidad- por las posibles derrotas, es sinónimo de miedo.
Sí, las oposiciones fueron malas gobernantes. Pero llegaron los “purísimos” y demostraron que no se requieren seis años o doce para destruir un país. Ellos, con el líder -indiscutible- que los conduce, han logrado lo impensable: crear dos Méxicos. Aunque existiera, era menos visible. Hoy está ante los ojos de todos, inclusive de aquellos que reciben dádivas, que no los sacan de pobres, pero les permiten hacer realidad su sueño. (Y el país está poco menos que en ruinas. Ah, pero comprando refinerías en lugar de fármacos).
Sí, el que sigue al presidente -porque nadie votaría por Delgado- y el que está cansado de vivir en la incertidumbre y que ha perdido hasta el modo de andar gracias a las acciones presidenciales que no tienen, en su mayoría, ni pies ni cabeza.
“Denunciar” el fraude electoral que habrá de cometerse el domingo 6 de junio, es muestra irrefutable del temor que tienen los morenos a la reacción de los ciudadanos. Saben que perderán lo que suponían tener en la bolsa… y se les agujeró.
El escenario que se ha configurado en las últimas semanas no favorece al partido oficialista. Por ello, el presidente ataca con furia inusitada a los medios de comunicación, a los periodistas, a los empresarios, a los conservadores. Y saca los supuestos trapitos al sol que tienen todos los que no comparten su gobierno. Está en campaña. Viola la veda electoral. Presiona a la Corte. Intenta imponer el centralismo y apoderarse de Tamaulipas. ¿Y después cual gobernador seguirá? Es la mala copia del juarismo.
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