Fuerza, Coraje y Ternura Sobre Ruedas

La Tiendita de los Horrores

Por Gerardo Gil

Ya está a la vuelta de la esquina la entrega del premio Oscar. El próximo 25 de abril, se llevará a cabo una ceremonia que tendrá características muy diferentes en la forma y fondo. Un año de exhibición accidentado, por decir lo menos, ha puesto al streaming como protagonista. Y también a un género que de forma usual no goza de los reflectores mundiales: el documental.

Y es que las mismas plataformas de entretenimiento, en la necesidad de renovar contenidos, han colocado al documental como uno de los productos audiovisuales favoritos para el público. Es el caso de: Crip camp (Nicole Newman, James Lebrect, 2021).

El filme tiene senda nominación en la categoría de documental. No es gratuito ya que vemos por un lado una historia de crecimiento juvenil idílico, con su aire meloso convencional sobre un grupo de adolescentes que tiene alguna discapacidad, pero van a un campamento en donde muchos de ellos tienen sus primeros escarceos sexuales, se sienten libres de la sobreprotección paterna y gozan de libertad. Eso en una primera mitad, porque la película es también un testimonio de rebeldía e inconformidad.

Ya adultos, muchos de estos jóvenes se rebelan contra el sistema y le exigen al gobierno, en este caso el de Carter, igualdad para las personas con discapacidad. El campamento, al que fueron de niños, les deja una estela de insumisión y noción de la igualdad que los forma para su vida adulta.

Confrontan al sibilino Joseph Califano, secretario de salud que no les da la cara, porque se quiere ahorrar el dinero de las rampas, por lo menos, que piden los jóvenes, quienes ocupan un edificio público, dan declaraciones a  la prensa con gran costo político para Carter. Y al final, después de mucho luchar, se salen con la suya.

El documental, nominado al Oscar y con buenas posibilidades de ganar, es por un lado un tierno, (porque no escribirlo) relato de camino juvenil a la madurez, y que en un viaje de verano empiezan a experimentar gozo, alegría y libertad, en un campamento organizado por hippies, y por otro, un testimonio político del empoderamiento del ciudadano. Todo sembrado en la adolescencia.

Quizá el problema radica en el hecho de que quienes están detrás de este trabajo y son los productores: Barack y Michelle Obama, muestran una vez más que en el cine estadounidense, detrás de toda disidencia, hay una reivindicación al sistema. Lucha, y al final se te hará caso. La salida del humo de la olla exprés para legitimar establishment.

En realidad, lo anterior es peccata minuta, ya que la misma simpatía de los jóvenes primero y adultos después, que luchan, se inconforman y exigen sus derechos, vale por todo el filme.

Hay que reconocer algo más: la película nunca se deja llevar por el chantaje. Las emociones que maneja son empáticas, los personajes se ganan la simpatía del público, pero siempre con madurez y respeto.

Vale la pena y puede ganar. Se puede ver en Netflix.

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