*Las Lecciones de la Historia Dicen que si se Puede Vencer
*El Dominio no ha Menguado la Operación del Crimen Organizado
*Preocupante y Peligroso que el Presidente Inculpe sin Pruebas
*Puede Desatar Fuerzas Sociales que Hagan eco y Haya Linchamientos
*El Poder del Voto Para Derrotar a Quien Dice Actuar en Nombre del Estado
Por Ezequiel Gaytán
Todo el poder del Estado es un concepto que alude a la capacidad jurídica, política, administrativa, económica e, incluso social, producto de la organización de la política interior de un régimen mediante la cual es capaz de concertar que los tres poderes y los tres órdenes de gobierno armonicen de manera vertical descendente su voluntad en contra de alguien o de unos cuantos sin que medien instancias conciliatorias.
Siempre que la escucho o leo acerca del concepto me crea un sentimiento de angustia, ya que aprecio una lucha desigual entre un individuo o grupo de personas y la maquinaria invasiva, vigorosa e inescrupulosa de las instituciones gubernamentales. Es una lucha sin cuartel, ni reglas, ni Derecho que despliega el andamiaje burocrático cuando decide atropellar, si no es que aplastar, a quien se oponga a su autoridad o su voluntad.
Claro que es un concepto relativo, pues no necesariamente una batalla entre el poder del Estado en contra de una persona u organizaciones relativamente endebles siempre gana el primero. Pero lo usual es que venza. Por ejemplo, ni con todo el poder del Estado ha menguado la capacidad de operación del crimen organizado. Aún más, en la historia encontramos la lucha maderista en contra de la reelección de Porfirio Díaz quien al final sucumbió, no obstante haber utilizado todo su arsenal político, jurídico, económico y militar. Lo mismo aconteció con la extraordinaria lucha de Mahatma Gandhi y el pueblo hindú en contra del Imperio Británico.
De ahí que las lecciones de la historia son que si se puede vencer al poder del Estado, aunque es muy difícil. Por lo mismo, el concepto debe ser analizado a la luz de lo que acontece hoy en día en nuestro país, pues es claro que la maquinaria estatal ya abrió al menos tres frentes. El primero en contra del crimen organizado, el segundo en contra de personas y organizaciones, algunas de ellas periodísticas y el tercero que me parce peligroso, es en contra de las instituciones de la República que acotan al presidencialismo.
Pareciera que el gobierno actual ya desplegó todo el poder del Estado en contra del crimen organizado. Su estrategia visible consiste en una acometida mediante el uso de las áreas de inteligencia de la Guardia Nacional, respaldada por la Unidad de Inteligencia Financiera y seguida por la Fiscalía General de la República. La cual me parece plausible.
La segunda, es la que encabeza el titular del poder Ejecutivo Federal en sus conferencias mañaneras en contra de personas o medios de comunicación. Tal vez no se trata de todo el poder del Estado, pero el hecho de que sea el primer magistrado de la nación quien señala y, en algunos caos, inculpa sin pruebas, me lleva a pensar que es preocupante y peligroso, pues se pueden desatar fuerzas sociales que hagan eco de lo dicho y ocurran linchamientos.
La tercera es poco usual y, hasta parece un contrasentido incluso absurdo, me refiero al uso de todo el poder del Estado personificado en la institución presidencial en contra de organismos autónomos, como el Instituto Nacional Electoral y el Instituto Nacional de Acceso a la Información. Se trata de un fenómeno que no ocurre comúnmente en las democracias, pues es un desmantelamiento en contra del orden y las formas propias de la defensa del voto y del acceso a la información pública que previenen y combaten la corrupción.
Todo el poder del Estado es una categoría que convoca a la idea de actos autoritarios y, si acaso el Estado recurre a éstos con frecuencia y sistemáticamente, entonces ya podemos hablar de autocracia o totalitarismo. Independientemente si el gobierno es de procedencia democrática o de izquierda o de derecha. En los hechos no existen naciones que no hayan recurrido a dicha situación. Pero las naciones democráticas evitan en lo posible su uso.
Imagínese usted que una mañana tocan a la puerta de su casa inspectores y personal de la Unidad de Inteligencia Financiera, de la Fiscalía General de la República, de la Secretaría de Seguridad Pública, de la Comisión Federal de Electricidad y del Sistema de Aguas. Todos le dicen que van a inspeccionar o le entregan citatorios. Queda claro que estoy exagerando el tema, pero si acaso usted tiene todo en orden, iniciará una serie de juicios y filas ante las terribles garras de la burocracia y, en el mejor de los casos usted demuestra su inocencia, habrá invertido de dos a tres años con abogados y testigos. Finalmente usted ganará, pero su desgaste económico y en tiempo lo habrán corroído. Esa estrategia es una de las muchas con las cuales nos puede amagar o acosar un gobierno con los instrumentos del Estado.
Por todo lo anterior es importante estar conscientes de que todo el poder del Estado puede utilizarse una y otra vez contra cualquiera de nosotros o de las instituciones que le estorban. Pero también recordemos que no es imbatible y que, en la democracia, con el poder del voto, es posible derrotar a un gobierno que actúa en nombre del Estado y sus instrumentos.