Y en Toda la Vida
Por Horacio Armando Hernández Orozco
“Nosotros en la Noche” (“Our Souls at Night”), cinta americana dirigida por Ritesh Batra, con la actuación de Jane Fonda (Addie Moore), Robert Redford (Louis Waters), Bruce Dern (Dorlan), Matthias Schoenaerts (Gene), Judy Greer (Holly) y Iain Armitage (Jamie); cuyo estreno fue en septiembre de 2017.
Addie Moore y Louis Waters son una viuda y un viudo que han sido vecinos durante años; los dos llevan mucho tiempo viviendo solos en sus casas de una pequeña ciudad; a pesar de no tener prácticamente ninguna relación entre ellos, un día Louis recibe la inesperada visita de Addie y ambos comenzarán una atípica relación.
Ambientada en una pequeña población ficticia de Colorado, llamada Holt, donde las personas van al bar, cantan en la iglesia, cuidan sus jardines; es una historia de soledades y tristeza al borde de la ancianidad, pero también es un canto a la esperanza de vivir sin ataduras, sin miedo al qué dirán, a buscar calor humano en las largas noches de insomnio.
UNA PROPUESTA DECOROSA
Louis Waters recibe inesperadamente la visita de su vecina Addie Moore que, a pesar de su escasa relación, le hace una inusual propuesta: “Me preguntaba si querrías venir alguna vez a casa a dormir conmigo”.
Sutilmente, sin estridencias, así, sin más ni más, la protagonista Addie Moore toma la iniciativa para comenzar una relación atípica con su vecino Louis Waters, ambos son viudos octogenarios y vecinos en una pequeña comunidad americana, uno de esos pueblos de casas de madera con jardines delanteros, donde los vecinos se espían tras las ventanillas.
Esta escena, una vez más hace patente que las mujeres son las que toman la iniciativa en eso de las relaciones de pareja, son las dulces atrevidas que rompen convencionalismos.
Addie no tenía nada que perder, el “no” ya lo tenía, por lo que de ahí en adelante todo es ganancia; simplemente la soledad de las noches es más pasajera con alguien al lado, sin sexo sólo compañía.
¿Y YO POR QUÉ?
Louis se queda sorprendido de la propuesta de Addie, pero acepta; así que a la noche siguiente cruza la calle con una bolsa de papel en la que lleva su pijama, un cepillo dental y un par de zapatos; toca la puerta trasera y Addie lo deja entrar a su vida.
La complicidad se da entre pares, y esta complicidad de pareja otoñal se da no sólo por cuestión de edad, sino porque hay muchas cosas afines entre ambos protagonistas; los dos tienen vidas rurales, con familias destrozadas, poco convencionales, son viudos y son ancianos solitarios; así que estos personajes arrastran miedos, traumas y soledad.
Consciente Louis de que ha sido elegido por Addie, pone cuidado en su aspecto, al elegir una camisa entre un montón, todas de cuadros muy similares y muy bien planchadas.
Addie busca esa compañía nocturna, pero no iba a ser cualquier persona, sería el mejor acompañante, no sólo para ella, sino que sería la mejor compañía para ambos.
DIGAN LO QUE DIGAN
Cuando Addie abre la puerta trasera le pregunta a Louis: “¿Qué haces aquí atrás?”, obviamente ella espera que entre por la puerta principal, pues está harta de hacer caso de lo que piense la gente.
Es curioso cómo a esa edad todavía puede la gente preocuparse por el qué dirán, cuando se es independiente en lo económico, pero no en lo emocional; ella está decidida a dar el giro en su vida, se infiere que lo pensó bien, él no ha tenido tiempo de reflexionarlo, por eso cuando convive con sus amigos en la cafetería le cuesta trabajo sortear las indirectas, por lo que en vez de afrontarlas decide alejarse.
Es increíble que los prejuicios sigan presentes en la gente de la tercera edad, cuando ellos ya están más allá del bien y del mal; la sensatez y la prudencia no debe ser ajena en las personas de la tercera edad, pero los falsos escrúpulos y la intolerancia se hace presente hasta en los propios hijos.
Gene va a visitar a su madre Addie, y advierte que tiene algo con el vecino, por lo que se muestra celoso e intransigente; mientras la desnortada hija de Louis parece aceptar esa relación, pero nunca lo expresa.
EL ARTE DE ENVEJECER
Louis invita a Addie a desayunar a un restaurante público; ella se pone un llamativo suéter rojo y lo toma del brazo; ambos son el centro de atención de las miradas, pero eso no importa ya.
El protagonista entiende, al igual que Addie, que no tiene nada que perder, sino mucho que ganar, lo que digan los demás está por demás; la vejez no es para vivirla en soledad ni para sufrirla, la vejez se debe disfrutar como cualquier otra etapa de la vida, y eso lo ha comprendido Louis.
Émile Herzog, novelista francés mejor conocido por su seudónimo André Maurois, solía decir: “El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza”. Y así es, Addie y Louis conservan la esperanza de vivir en compañía, que su decadencia física no debe ser impedimento para lograr ser felices.
Sin atisbo alguno de deseo sexual, los dos ancianos hacen coincidir sus soledades y se dan compañía mutua durante la noche, comparten la cama, pero lo más importante es la conversación a medianoche y notar la proximidad de un cuerpo para sentirse reconfortado.
No son perfectos, ni lo han sido, pero eso no es impedimento para ser felices, sino que es parte de desnudar el alma y no el cuerpo; sin ataduras sociales, buscan cubrir la necesidad de compañía y cariño para sobrellevar la soledad de sus almas en la noche.
Una agradable historia para reflexionar sobre la soledad de los ancianos, pero ¿qué hay de malo en buscar compañía en la etapa de la vejez?
La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…