Casa de los Azulejos: de Jockey Club a Casa del Obrero Mundial

Reportaje

*Recorrido con Cubrebocas, gel, Toma de Temperatura y Tapete Sanitario

Por Susana Vega López

Se encuentra en las calles 5 de mayo, Madero y callejón de la Condesa, en el primer cuadro de la Ciudad de México. Su construcción de estilo barroco novohispano data del siglo XVI como casa residencial; durante el porfiriato se vuelve sede del Jockey Club; en la Revolución se convirtió en Casa del Obrero Mundial… al subir las escaleras, en el descanso, hay un mural de José Clemente Orozco (“Omni ciencia”) y de Pacologue (“Pavorreales”); su fachada aparece en una acuarela donde se relata la entrada del Ejército Trigarante (1821) con Iturbide al frente: La Casa de los Azulejos.

Muchos relatos se cuentan en torno a esta edificación que, de origen, no tenía azulejos ni tenía las dimensiones actuales. Sus primeros habitantes fueron familias sin linaje hasta que la compra el conde Del Valle de Orizaba, según da cuenta el historiador Luis González Obregón. Pasan los años hasta que en 1708 se remoza y es revestida de azulejos porque así lo quiso la quinta condesa Del Valle de Orizaba cuando se instaló en la ciudad luego de vivir en Puebla y quedar viuda.

El centro de la Ciudad de México ha sido testigo de millones de historias como la que ahora nos ocupa por lo que Misión Política se dio la tarea de investigar los orígenes y hacer un recorrido en esta emblemática edificación que actualmente ocupa una cadena de cafeterías, restaurantes y tiendas departamentales que en su logotipo luce tres tecolotes parados sobre una rama con una media luna al fondo que iniciaron los hermanos Walter y Frank Sanborn en 1903, ahora propiedad del Grupo Carso.

A un año de la pandemia que poco a poco cede su embestida contra la humanidad, las actividades de la sociedad, de manera lenta pero segura, se adaptan a la llamada nueva normalidad. La gente se sigue dando cita en Sanborns “Azulejos” que operó a inicios del siglo XX como farmacia y fuente de sodas para llegar a ser uno de los restaurantes más concurridos por ser tan céntrico.

En estos días, el comedor sacó sillas y mesas a la calle para dar servicio al aire libre, como muchos establecimientos de alimentos, que atienden las medidas de sanidad que ayudan a evitar esta enfermedad, combatir los estragos que ocasiona el Covid-19 y reactivar la economía.

Antes, las personas entraban por cualquiera de los accesos; ahora deben buscar el letrero que diga “entrada”, usar cubre bocas, limpiarse los zapatos en un tapete, utilizar gel antibacterial y permitir que le tomen la temperatura. Son las reglas.

El interior luce con poca gente, el distanciamiento se respeta. Los dependientes del establecimiento se acercan para ofrecer ayuda. Pocos son los comensales y menos los compradores que buscan libros, ropa, dulces, juguetes, puros, cigarrillos y más.

VOX POPULI

La voz del pueblo tiene su relato del por qué se llama Casa de los Azulejos y, como no faltan los dichos en México, se menciona uno que dijo Don Rodrigo de Vivero, segundo conde del Valle de Orizaba, a uno de sus hijos.

Resulta que a uno de ellos le dio por llevar una vida de excesos y despilfarros por lo que constantemente era reprendido por su padre. En una llamada de atención le gritó: “Hijo, así nunca llegarás lejos ni harás casa de azulejos”.

En resumen, su descendiente reaccionó, corrigió su camino y -aunque, sabedor que sería heredero de una gran fortuna-, revistió dicha casa de azulejos, como una muestra de que se había regenerado.

Los anales de la historia señalan muchos sucesos como el que refiere que allí fue asesinado uno de los descendientes de la nobleza del Valle de Orizaba, durante el motín de La Acordada (1828), enmarcado en los constantes disturbios de El Parián, cuando los revoltosos entraban a las casas a robar.

O aquel que revela que en 1833 Doña Dolores Caballero -entonces habitante de la casa- sufrió un ataque de catalepsia y, creyéndola muerta, la fueron a velar a la iglesia más cercana. Al filo de la media noche la señora despertó dentro del ataúd, comenzó a golpear el féretro, los dolientes salieron corriendo y Doña Dolores, tomando un cirio, regresó a su casa. Al llegar, la servidumbre no quería abrir. No daban crédito a la voz que escuchaban. Al final todo se esclareció. Dicen que cuando falleció la velaron varios días, para confirmar que realmente estaba muerta.

Fue en 1871 cuando los condes del Valle de Orizaba venden la Casa de los Azulejos. Se sabe de otros dos propietarios hasta que la adquieren los hermanos Sanborns, quienes rentaban el lugar.

Se afirma que el Jockey Club de México, una asociación fundada en 1881 por la elite de aquél entonces, ocupó la Casa de los Azulejos durante 20 años cuando la propiedad le pertenecía a la familia Iturbe.

Allí se reunían las personas de la alta sociedad para distraerse; hablaban de la apertura de casinos, de las apuestas hípicas, de la construcción de hipódromos y de política, entre otros temas.

Cabe señalar que el Jockey Club lo presidió Manuel Romero Rubio, ministro de Gobernación y padre de Carmelita Romero, esposa del Presidente de México Porfirio Díaz. Tenía por finalidad que el turf (término inglés para referirse a las carreras de caballos) se realizara de manera profesional. Es el antecedente de la construcción de los hipódromos.

En la Casa de los Azulejos, hacia 1912, un grupo de personas preocupadas por elevar el nivel educativo de los trabajadores, instalaron la Casa del Obrero Mundial, un organismo cultural. Aquí surgieron las ideas para fortalecer y formar sindicatos y uniones de obreros que permitieran luchar por salarios justos, indemnizaciones por riesgos y accidentes laborales que ocasionaban enfermedades y/o la muerte de los trabajadores.

En una baldosa de la fachada de la Casa de los Azulejos se lee: Calle de Condesa. Zona Postal 1. La construcción moderna de esta casa 5 de mayo y Condesa, mide 18.25 metros a partir de esta esquina hacia el sur y 23.20 metros hacia el oriente y fue ejecutada en el año de 1905 por el arquitecto Guillermo Heredia. Dirección de Monumentos Coloniales 1955.

Ya próximos a salir del semáforo epidemiológico color naranja y pasar al amarillo en la ciudad, poco a poco, los turistas caminan ávidos de conocer las maravillas que guarda este rincón lleno de historia, leyendas, mitos, costumbres y tradiciones.

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