Por Jesús Michel Narváez
Empezamos con la cuatroté. Seguimos con la pandemia sanitaria y la crisis económica. Se mantiene la plaga de la violencia y el crimen organizado; los apagones se multiplican, el desempleo crece y el PIB baja; las vacunas llegan a cuentagotas y los pobres aumentan. Ahora se anuncia la reducción en el suministro de agua.
Igual a las 10 plagas reveladas en el Antiguo Testamento. La diferencia: 3 mil 800 años.
Pareciera que Dios se enojó con los mexicanos. Quizá no con todos, pero sí con aquellos que destruyen la naturaleza, les importa un comino el medio ambiente y la salud de sus gobernados.
Se vuelve inaceptable que por la decisión de un solo hombre, en cuya cabeza rondan las ideas del pasado sin darse cuenta que el mundo cambió, como se modificó desde aquellas 10 plagas que azotaron a Egipto, y que el futuro no está en mirar el pasado sin comprenderlo, sino tomarlo como base de partida para lo que no se debe hacer.
Pero aquí vamos en sentido contrario y no hay agente de tránsito que detenga el conductor y lo remita ante el juez cívico por poner en peligro la vida de las personas.
Casarse con las ideas hasta que la muerte los separe, tiene más bien el tufo del que piensa que jamás morirá y que prevalecerá por los siglos de los siglos.
Vivimos algo que nunca imaginamos. La crisis causada por el coronavirus ciertamente no la generó el gobierno. Pero mucho ha tenido que ver en el incremento de las víctimas mortales por la mala planeación, la soberbia de ser el único que sabe cómo contenerla y la ironía que se le presenta todos los días: el elevado número de muertos y contagiados.
Ha sido el engaño cotidiano. Vamos requetebíen aunque haya 12 millones de personas que engrosaron a la pobreza; vamos requetebién aunque cerca de 200 mil familias –según la cifra oficial pero se estima que son el doble- haya perdido a un ser querido; vamos requetebién cuando el desempleo se agudiza, la gente no tiene para adquirir la canasta básica y la sangre se derrama a lo largo y ancho del territorio nacional por falta de valor para enfrentar a los criminales y narcotraficantes. Vamos requetebién cuando por ignorancia y necedad se multiplican los apagones y se les pide a las personas reducir el consumo de energía eléctrica aunque se congelen. Vamos requetebién atacando a la naturaleza y negando extraer el gas natural que abunda en el subsuelo mexicano. Vamos requetebién cuando se esconden los contratos de las vacunas y los envíos de las farmacéuticas sirven lo que una aspirina al paciente con cáncer terminal. Y vamos requetebién cuando nos anuncian que habrá reducción en el suministro de agua, aunque el costo sea cada día mayor para los consumidores.
Ya se cumplió la décima plaga: las tinieblas. Y no solamente por la carencia de energía sino por el diseño de país que se quiere imponer y que provoca oscuridad e impide ver la luz al final del largo, larguísimo túnel que se ha construido para darle al pueblo atole con tamales de chipilín.
Nada está bien.
Y por eso ya estamos en el marco de las 10 plagas ordenadas por Dios por la soberbia de los egipcios, allá a la distancia: hace 3 mil 800 años.
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