Por Jesús Michel Narváez
Le hacía falta estar frente a los reflectores. Estaba urgido de mostrar que la demagogia es sublime y que en su persona es un don, una virtud, no un defecto. Es demagogia pura, no pura demagogia, aunque sea capicúa.
Anunciar que “ya se registró para ser vacunado” no deja lugar a duda: Andrés Manuel López practica la demagogia al igual que el engaño y la mentira con destreza.
Después de estar en aislamiento por haber sido contagiado por la Covid-19 y someterse a un “tratamiento de investigación” que se realiza en el Instituto Nacional de Nutrición y por el cual le pagaron 300 pesos por ser “conejillo de indias”, pretende que todo mundo siga su ejemplo: esperar turno.
Algo que sí serviría sería el uso del cubrebocas. Está negado porque “los doctores no me lo recomiendan”. ¿´Cuáles son esos galenos que van en contra de la opinión de los científicos?
El primer lugar lo ocupa el vocero sanitario, Hugo López-Gatell, quien por cierto se encuentra en cuarentena. El segundo sitio es para el invisible doctor Jorge Alcocer. Y después sígale con el o la que más le guste.
Aquellos y aquellas que estuvieron en contacto con el presidente cuando adquirió el contagio -que es gratis, por cierto para que no lo inserten en el presupuesto de la federación- tienen la chabacana idea de que son tan inmunes como su jefe, aunque la “fuerza moral” no la tengan (tampoco él, pero se define como el perfecto humano que habita en el globo terráqueo).
Como complemento de la demagogia pura, diáfana, cristalina, hay que señalar su “vuelo” para llegar a la “primera pista en funciones del aeropuerto Felipe Ángeles”.
Una pista que ya existía y solamente se amplió. Se le añadieron casi 2 kilómetros de longitud. Quería ser el primero en posar los cansados pies en la “alfombra” de concreto. No podía dejar la oportunidad. Porque los temas con los que irrita, hacer reír o provocan ganas de llorar, se le agotan.
Y más rápido que el tiempo que utilizó para llegar a Santa Lucía.
Retornando a la vacuna y después de las palabras del “mejor funcionario del mundo”, hay que recordarle a don Andrés que no tiene opción de escoger la que le aplicarán.
Suponiendo sin conceder que en efecto no haya sino inmunizado, hay que preguntarle al ejército de los médicos que lo atendieron a cuerpo de rey, cómo no, si uno de los cervatillos de la Nación será el encargado de pincharle el brazo. Se trata de ser iguales entre los iguales no entre los de “enseñantes”. ¿Ó no?
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