Por Jesús Michel Narváez
Escasos 10 días bastaron para que los reflectores la deslumbraran.
Y como en todos los casos, la pregunta a modo que permite la respuesta acordada.
Le habían preguntado si buscaría ser candidata a la Presidencia de la República.
“Quiero dejar muy claro que yo no tengo aspiraciones de esa naturaleza… tengo ya mucho tiempo en el servicio público y quiero dedicar más tiempo a mis hijos y a mis nietas”, contestó.
Quizá para sus adentros sí tenga las aspiraciones. Legítimas, por supuesto. La diferencia entre querer y poder es simple: no es un personaje que haya demostrado saber cómo gobernar. Nunca, hasta antes de 2018, tuvo un cargo de elección. Su carrera ha sido siempre novedosa. Fue la primera notaria en el país. También fue una de las escasas mujeres que lució la toga y el birrete en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y ahora es la primera en ocupar la cartera de Gobernación, la institución encargada de la política interior. La que tiene la relación con los gobernadores. Con los legisladores federales y estatales. Con los miembros del gabinete legal y ampliado. Sin duda, marca una ruta con sus acciones como notaria, ministra, senadora y funcionaria federal.
Doña Olga no menciona que varias mujeres han intentado ganar elecciones para sentarse en la Silla más apetecible: la del Águila.
A vola paso recuerdo a Rosario Ibarra de Piedra, Marcela Lombardo, Cecilia Soto, Patricia Mercado y Josefina Vázquez Mota. Probablemente omití alguna más y ofrezco disculpas si así ocurrió. Ellas, todas, luchar en la época en la que las mujeres con dificultad llegaban a congresos locales, presidencias municipales. En materia federal, pocas ingresaban a la Cámara de Diputados y al Senado de la República. Hasta la fecha, solamente 7 han sido gobernadoras, ganando en las urnas el cargo. Dos más han sido sustitutas, Correspondió a Griselda Álvarez, en 1979 y por decisión del presidente López Portillo, convertirse en la primera en hacer camino pavimentado. Ganó la elección en Colima. La brecha la habían hecho otras. Después, hubieron de transcurrir 8 años para que otra mujer ganara los comicios. Beatriz Paredes Rangel se impuso a los hombres y gobernó Tlaxcala. (Curioso: las dos primeras gobernadoras lo fueron de las entidades más pequeñas del país).
Pasaron 20 años para que una mujer tomará las riendas de otro estado. Amalia García fue elegida en 2007 y gobernó Zacatecas. En ese mismo año, Ivonne Ortega Pacheco triunfo en Yucatán. Casi una década más tarde, Sonora tenía a su primera mandataria en la persona de Claudia Pavlovich, quien este año terminará su gestión. La más reciente es Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Las otras dos fueron sustitutas: Dulce María Sauri en Yucatán y Rosario Robles Berlanga en el entonces Distrito Federal.
Ninguna de ellas tuvo sobre sus rostros los encandiladores reflectores instalados en el Salón Tesorería de Palacio Nacional. Todas y cada una realizó su trabajo a ras de tierra y escalaron los peldaños del poder con esfuerzo, entrega y disciplina –a veces equiparable a la sumisión- y, por supuesto, 6 de las 7 elegidas, militaban en el PRI.
Decir que “…no tengo aspiraciones de esa naturaleza (ser candidata y después Presidenta de México)” no abona a la grandeza que las mujeres representan en este país, en donde abatir, porque será imposible eliminarlo, el machismo no es tarea fácil. Pero ellas, talentosas y con carácter, han llegado hasta donde les han permitido las condiciones y las circunstancias políticas, sociales y económicas de México. Hoy, dentro del concepto paridad de género, las mujeres tienen menos escollos que superar pero aún falta camino por andar. Y estoy firmemente convencido de que más temprano que tarde habrá una mujer presidenta y no será, por cierto, Olga Sánchez Cordero, a quien los reflectores deslumbraron y en su yo interno probablemente se habría: “¿Por qué estoy aquí (en la mañanera) como como suplemente y no como titular?”.
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