Por Jesús Michel Narváez
Sin ninguna diferencia de lo que Joseph Goebbels practicaba con repetir la mentira hasta hacerla verdad, el presidente de México insiste en la suya de no buscar la reelección porque quiere que el pueblo le crea y le pida quedarse. Miente con la verdad. O dice la verdad con la mentira. Es, de todas formas, capicúa.
Nadie le pregunta al Presidente si buscará la reelección. Sin embargo, cada que puede y es constantemente, aborda el tema y desliza la intención de seguir en el cargo después del 31 de agosto de 2024.
Su habilidad se desborda cuando llama a consultas a mano alzada o legales, como la que se realizará para saber si los ciudadanos quieren que se enjuicie a los “actores políticos del pasado” y con la corta visión que lo identifica, afirma que el pueblo es el que decide, es el que manda y “yo ya no me pertenezco, le pertenezco al pueblo” –oración construida por Hugo Chávez- y deja abierta la puerta de par en par para que sea el ciudadano el que decida qué gobierno quiere tener más allá del mandato para el cual fue elegido.
Bajo el argumento de avanzar pronto en su proceso de transformación del país, justifica sus decisiones con “a veces se piensa que son muchas acciones al mismo tiempo, que hay demasiada confrontación política pero tenemos que avanzar pronto, porque no tenemos mucho tiempo”.
Habría que preguntar a cuál tiempo se refiere: el de su vida o el del ejercicio presidencial, porque no lo dice, no lo aclara, suelta la expresión para dejar una nueva huella y repetir su “convicción” de que no cree en la reelección y que no habrá otros seis años de su gobierno.
En una muestra que podría interpretarse como una nueva debilidad presidencial, busca consolidar su proceso de transformación para que en caso de que regresen los “corruptos” -¿acaso se han ido o se han sofisticado con la cuatroté?- les sea imposible dar marcha atrás a los cambios impulsados en su administración.
Ese, por supuesto, es un sueño guajiro. Presuntamente las reformas educativa y energética de Peña Nieto estaban “constitucionalmente” blindadas y ya ve lo que pasó con ellas: se arrojaron al cesto de la basura para impulsar las propias y mostrar que la autocracia todo lo puede.
“Estamos avanzando cada vez más para que si regresan los corruptos, toco madera, que les cueste trabajo retrogradar –el vocablo define descenso-, es decir, ir hacia atrás, que ya no se pueda porque además el que la gente ya no lo permite los cambios que estamos haciendo a la Constitución” (sic).
Niega que quien está en el poder y no entiende la democracia, cambia la Constitución para hacerla a modo. La actual ya no es la que protestó, por ejemplo, guardar y hacer guardar el día que asumió el poder. Ya es otra y las muestras están, justamente, en los cambios que ha propuesto y le han sido aprobados.
Pareciera que le canta el pueblo “miénteme más, que me tu mentir feliz”. ¿Será que la escucha todos los días? Es pregunta.
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